Siempre el dólar
Desde hace tiempo, el dólar se convirtió en el gran termómetro económico nacional. A veces aletargado, otras en modo siesta. A un período de quietud le sigue, casi indefectiblemente, otro de ebullición. Y cuánto más extenso es, más intensa resulta la explosión. Esta máxima parece verificarse con algunos episodios, como la estampida que siguió a la salida de la década de vigencia de la convertibilidad.
En este fin de año, un tumultuoso 2022 se despide con la cotización a paso redoblado del dólar en sus versiones “libre”. Porque a diferencia de otras ocasiones, ya no podemos referirnos a un valor del dólar, sino que hay que aclarar a cuál de todos se refiere. Rondando los $360 para el tipo de cambio “blue”, al cierre de esta edición, las reacciones son las del ya clásico manual de emergencia para la economía argentina. El Gobierno minimiza la cotización aduciendo que es un mercado marginal en el que están representados los especuladores y que es fácilmente manipulable. Pero ahora le agregó otro condimento: que la firma del acuerdo de intercambio de información fiscal con los Estados Unidos empuja esta variable. También desde afuera de la resquebrajada coalición oficialista, ven la arremetida de Cristina Fernández de Kirchner contra las políticas de su propio Gobierno, sembrando dudas acerca del rumbo tomado, como otro elemento desestabilizador. Podríamos agregar la sequía, que afectará a las exportaciones para la próxima campaña, los efectos de la expansión monetaria por el Dólar Soja II y también las demandas en un año electoral, en el que siempre se tiende a gastar más.
Seis meses más tarde de la intempestiva renuncia de Martín Guzmán al Palacio de Hacienda, el dólar libre del 1° de julio sumado a la inflación transcurrida (43% estimada para este semestre) se convierten en $360. Nada se pierde, todo se transforma.