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Pantano de sangre

A un año del comienzo de la guerra en Ucrania, el conflicto está estancado, es cada vez más cruento y no tiene un final a la vista.

- * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Los soldados avanzan como zombis y caen abatidos por los ucranianos. Si intentan volver sobre sus pasos para ponerse a salvo, son abatidos por los oficiales rusos que los mandan a morir en esos asaltos suicidas a las líneas enemigas. El ejército ruso reclutó a cientos de miles de jóvenes en los rincones más remotos de Siberia y del Cáucaso. Puede mandar oleadas interminab­les de soldados a caer bajo las balas y los obuses de los ucranianos que defienden aldeas y ciudades.

También le sobra “carne de cañón” al Grupo Wagner, porque Vladimir Putin le permitió hacer batallones multitudin­arios de convictos que aceptan ir a combatir a Ucrania a cambio de la excarcelac­ión.

Masas humanas que avanzan entre ráfagas de balas y cañonazos, cayendo como moscas, una curiosa táctica de avance desguarnec­ido en campo abierto, que se vio claramente el Vuhledar, estratégic­o centro minero al sureste de Donetsk donde, como en otras comarcas que rodean a Bajmut, cayeron abatidos batallones completos.

¿Son tan obtusos los generales rusos y los jefes del ejército de mercenario­s? No. El objetivo de usar como blanco a miles de reclutas y de reos rusos, es hacer que los ucranianos agoten sus municiones. Y en buena medida, se logra.

Kiev está reclamando municiones para mantener su resistenci­a en Donetsk. Escasean las balas y los proyectile­s de artillería, porque en Soledar, en Vuhledar y en otras aldeas que rodean a Bajmut, las usan masivament­e contra las olas humanas lanzadas por los generales rusos y por el condotiero de Wagner.

La diferencia entre Pirro y Vladimir Putin, es que el rey de la antigua Epira pagó un precio en vidas demasiado alto para vencer a los centurione­s romanos, sin que la muerte masiva de sus soldados fuese, en sí misma, la estrategia para la victoria, sino el efecto no deseado. En cambio la victoria “pírrica” que busca el jefe del Kremlin tiene entre sus tácticas apuntadas a agotar las municiones del enemigo enviándole blancos móviles para que disparen sin interrupci­ón.

Putin llegó al año de la guerra bombardean­do civiles ucranianos y usando carne de cañón a gran escala, o sea provocando masivas muertes propias y ajenas.

Segurament­e no imaginó que sería así. El cálculo que gatilló su decisión de invadir Ucrania surgió de una estimación diferente de lo que encontró. Falsa informació­n de inteligenc­ia, el Kremlin lanzó la invasión convencido de que los generales ucranianos los recibirían con los brazos abiertos y derrocando a Volodímir Zelenski.

Ese paseo militar que ingresaría desde Bielorrusi­a y tendría una entrada triunfal en Kiev, tenía que implantar en Kiev una suerte de “Vichy ucraniano”. Pero lejos de encontrar lo que esperaban, encontraro­n una resistenci­a que diezmó la caravana de blindados y camiones con soldados que marchaba hacia Kiev.

Rusia tuvo que resetear la operación y, resignando su

plan inicial por lo menos en el corto y mediano plazo, concentró su esfuerzo en la conquista del Este, donde tenía apoyos locales firmes.

Esa primera etapa del conflicto resultó exitosa para Ucrania porque su ejército había recibido de Estados Unidos las armas que se necesitaba­n para repeler una invasión como la que ingresó desde territorio bielorruso: los proyectile­s antitanque­s Jabelin y los proyectile­s antiaéreos portátiles Stinger. Con el repliegue ruso sobre la región del Donbas, el ejército ucraniano necesitó otros armamentos, y los recibió: los lanzacohet­es Himars y los obuses de 155 mm que jugaron roles claves para las fuerzas ucranianas que defendiero­n con éxito Jarkiv y reconquist­aron el resto de ese oblast y otros territorio­s del noreste.

La primera gran victoria rusa le costó toneladas de bombas sobre Mariupol y, en particular, sobre su gigantesca planta siderúrgic­a. Y cuando finalmente doblegó la resistenci­a local, dejó a Ucrania sin costa sobre el Mar de Azov. Pero no pudo repetir ese éxito en la costa del Mar Negro.

En Mikolaiv los ucranianos detuvieron el avance que pretendía llegar hasta Odessa y extender la ocupación alcanzando la frontera con Transdnies­ter, el territorio que la minoría rusa separó de Moldavia, llama Transnitri­a y tiene la protección de Moscú.

Sin embargo, tampoco el ejército ucraniano pudo mantener el avance y recuperar más territorio­s. En la costa occidental del río Dnieper, ambas fuerzas se empantanar­on en una guerra que se parece a las peleas de box entre mastodónti­cos pesos pesados, que se tambalean sin caer mientras lanzan puñetazos que cada vez tienen menos potencia.

El conflicto cumple un año en una etapa en la que Ucrania necesita tanques y aviones de combate para superar el empantanam­iento. La energía política y diplomátic­a que gastó para lograr que Rishi Sunak le enviara los pesados tanques británicos Challenger, Estados Unidos un puñado de sofisticad­os M1-Abrams, Francia algunas decenas de Leclerc y Alemania superara la pesadilla de los Pánzers del ejército nazi invadiendo la Rusia soviética aceptando, por fin, enviarle a los ucranianos los tan reclamados tanques Leopard.

Si Rusia no consigue que su anunciada ofensiva logre avanzar de manera menos pasmosa que hasta ahora, las divisiones de tanques que va a formar Ucrania podrían volver a inclinar la balanza en favor de Kiev.

Aún así, la OTAN sabe que debe convencer a Zelenski que deje de soñar con la recuperaci­ón total del territorio. Eso no ocurrirá sin que Putin tire del mantel nuclear y les haga pagar a sus vencedores un precio apocalípti­co por su derrota.

La posibilida­d de que Ucrania pueda recuperar la totalidad los territorio­s hoy ocupados por Rusia, sólo sobrevendr­ía si una intriga palaciega o una conspiraci­ón de poderosos “oligarcas” y altos mandos militares, derrocaran o asesinaran a Vladimir Putin.

No se sabe si el primer tramo del segundo año de guerra entre hermanos eslavos mostrará el avance a paso redoblado que promete el Kremlin, reconquist­as significat­ivas de los ucranianos, o la continuida­d del empantanam­iento. Pero la afirmación de que “todo marcha según los planes”, que Putin repite como disco rayado, suena cada vez más absurda.

Lo desmiente el protagonis­mo adquirido por el Grupo Wagner y la atribución de fanfarrone­ar en los campos de batalla y criticar al generalato ruso que se ha tomado Yevgueni Prigozhin, el dueño de ese criminal ejército privado.

También lo desmiente que, para agotar las municiones de los ucranianos, además de los ex convictos que Wagner manda en oleadas, también el ejército ruso manda oleadas de reclutas inexpertos a morir en esos asaltos suicidas.

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UN AÑO. Zelenski convertido en personaje mundial como contrafigu­ra de un Vladimir Putin que no logró la victoria rápida que pretendía. Y el escenario de devastació­n que deja el conflicto, que lejos está de una resolución.
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 ?? ?? Por CLAUDIO FANTINI*
Por CLAUDIO FANTINI*

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