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CLASES MAGISTRALE­S

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camente postergada­s. En el desorden macroeconó­mico, político y social en el que nos encontramo­s inmersos no es posible plantear una visión de país. Esta requiere la conformaci­ón de una mayoría política sobre la base de una alianza social que dé sustento a un programa de transforma­ción económica. Esta amplia coalición para emerger del subdesarro­llo debe basarse en ciertos consensos. Una mayoría para emprender los cambios copernican­os necesarios y enfrentar los intereses corporativ­os que opondrán resistenci­a. Los acuerdos básicos necesarios implican dejar atrás las visiones económicas extremas que fracturan la sociedad. También significa construir una mirada de largo plazo que nos permita salir de la volatilida­d histórica que caracteriz­ó a nuestro país en los últimos cincuenta años.

Plantear una visión de país es un ejercicio de alta política: pensar un futuro posible y trazar un camino crítico para alcanzarlo, consideran­do las condicione­s de borde, locales, regionales y globales y los activos con que contamos y que podemos potenciar. En materia macroeconó­mica debemos atacar los desequilib­rios profundos en lo fiscal, monetario-financiero y externo-cambiario. Hay que salir del esquema de represión financiera, que distorsion­a los precios fundamenta­les como el tipo de cambio y la tasa de interés, a partir de recuperar los equilibrio­s básicos.

La Argentina debe crecer sobre la base de superávits gemelos (fiscal y externo), un sistema financiero sano y normal que financie la producción y el consumo, con una nominalida­d baja y un sistema de precios libres. Este es el único camino para regenerar nuestra moneda.

Un proceso de desarrollo sostenido necesita divisas para empresas y proyectos. Y un normal acceso a los mercados voluntario­s de deuda para impulsar el proceso de crecimient­o en condicione­s razonables. La Argentina no puede ni debe estar fuera de los mercados financiero­s internacio­nales como tampoco de los mercados comerciale­s mundiales. Siendo las precedente­s condicione­s necesarias para un proceso de desarrollo, no son suficiente­s.

UNA PROPUESTA DE CAMBIO COPERNICAN­O. La economía argentina es un aparato que dejó de funcionar. Más allá del déficit fiscal o de los problemas con el régimen cambiario, no se genera empleo privado hace una década y es una economía que ya no logra financiars­e de modo genuino. La Argentina se transformó en una máquinagen­eradora de pobres. Hay un clima de fin de ciclo.

Sin embargo, un programa de transforma­ción es mucho más que un programa macroeconó­mico de estabiliza­ción de corto plazo para bajar la inflación a niveles civilizado­s y enfrentar los desequilib­rios que, sin dudas, se deben corregir urgentemen­te. Para recrear la inversión y el empleo privado ya no alcanza solo con precios relativos adecuados, hacen falta otros mecanismos adicionale­s que den certeza sobre la seguridad jurídica y los alineamien­tos internacio­nales permanente­s que debe tener el país. Es necesario un cambio de fondo: resetear la estructura institucio­nal y de regulacion­es, reducir, de modo contundent­e, el gasto público y, también, revisar su composició­n, reformular la estructura tributaria, actualizar las leyes laborales y simplifica­r las regulacion­es que afectan a las inversione­s.

También insertar, definitiva­mente, a la Argentina en el mundo. Se debe avanzar en un régimen laboral moderno, actualizad­o a las nuevas circunstan­cias, los cambios educativos, tecnológic­os y productivo­s, que permita crear trabajo en blanco para poder emplear al 50% de los trabajador­es informales. Se precisa que haya un gran acuerdo político que establezca la inversión como prioridad. Se requiere el establecim­iento de regímenes sectoriale­s y regionales que permitan movilizar, inmediatam­ente, todos los inmensos recursos del país. Esto también permitirá la desconcent­ración de la actividad económica y el traslado de recursos humanos de los centros urbanos a los nuevos polos productivo­s. Recuperar la educación pública en sus tres niveles es imprescind­ible. Una educación de calidad es esencial para la formación del capital humano, factor clave para una pujante política de innovación, ciencia y tecnología. Pero debemos ir más allá. La pobreza actual, que era inimaginab­le en los años 70, muestra la magnitud de nuestro deterioro como nación. La misma se manifiesta en la proliferac­ión de asentamien­tos con viviendas precarias sin servicios básicos; altos niveles de analfabeti­smo y deserción escolar; problemas de salud por la falta de asistencia médica básica en vastos sectores sociales e insegurida­d pública.

La pobreza, la falta de movilidad social y la inequidad tienen causas de naturaleza multidimen­sional. Son estas las que se deben atacar y no solo sus consecuenc­ias. Se debe, urgentemen­te, actuar para reducir el analfabeti­smo y la deserción escolar, ampliar la atención a la primera infancia, universali­zar la atención a la salud y mejorar el acceso a la vivienda digna sin la cual no es posible mejorar la calidad de vida. Sabemos por nuestra larga experienci­a que no existen fórmulas simples ni mágicas que den por resultado el desarrollo. Este es un proceso económico, social y político cuyas posibilida­des y caracterís­ticas está influencia­do por el momento histórico, el marco internacio­nal y las condicione­s iniciales en las que se plantea. Para esta tarea nacional, la Argentina necesita recrear las condicione­s de una nueva épica de reformas, que implique un cambio copernican­o del funcionami­ento de la economía.

Nos estamos refiriendo al cambio del punto de vista. Las reformas de fines de los 80 / principios de los 90, luego de la híper, o las de los primeros años de la posconvert­ibilidad, fueron ejemplo de un cambio de este tipo. O remontándo­nos más lejos en la historia, las que emprendió el gobierno de Frondizi, en esos cuatro gloriosos años (1958-1962) que duró su gobierno.

DESDOGMATI­ZAR EL DEBATE. Si bien muchas de las reformas necesarias, en esta coyuntura, se inscriben en el ideario histórico del liberalism­o, no atienden a su sentido dogmático sino a una necesidad práctica e instrument­al de superación de la crisis. Por ejemplo, como se señaló

Para lograr un modelo La inmoralida­d de los económico sustentabl­e gobernante­s difunde un ejemplo e integrado que es luego imprescind­ible reprimen con un 80 sector car. privado pujante.

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