CLASES MAGISTRALES
anteriormente, una contundente reducción del nivel de gasto público y de presión tributaria que podía interpretarse como dogmático entre la década del 60 y el año 2000, no lo es en la actualidad. Implementarla, ahora, es una necesidad imperiosa para salir de la decadencia. Hay que desdogmatizar el debate y tener claro que ser coherente no es repetir eternamente un mismo discurso, como pretenden algunos, respecto de los problemas y soluciones de la economía argentina. Ser coherente es, sosteniendo los mismos objetivos, plantear las soluciones necesarias a los problemas presentes.
En los 90, el centro del desajuste macroeconómico era el sistema cambiario que determinaba un tipo de cambio atrasado e impactaba sobre la competitividad de la economía, las cuentas externas, el nivel de actividad y la situación fiscal. Esto se agravó luego de la devaluación del Sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998 y, el golpe de gracia, Brasil a principios del 1999. Por eso, toda la discusión sobre protección a la industria local que se proponía entonces era para compensar el atraso cambiario, derivado de la convertibilidad. Esta fue la razón por la cual desde la UIA mantuvimos fuertes discusiones con los sectores más ortodoxos. No era proteccionismo, solo un “second best” frente al atraso cambiario de entonces, recomendación también sostenida por economistas como Guillermo Calvo y Paul Krugman.
En cambio, hoy la cuestión fiscal se ha convertido en central para explicar el desequilibrio macroeconómico. Como ya vimos, consecuencia de las políticas de Cristina Kirchner, en los últimos años el incremento abrupto del gasto público en los tres niveles del Estado por transferencias, ya sea en forma de planes sociales permanentes sin contrapartida como de subsidios indiscriminados a los servicios públicos, significó la explosión del gasto público. Agrava este cuadro el incremento irracional del empleo público de baja productividad en provincias y municipios. Esto se refleja claramente en la comparación, aportada por Martín Lousteau, respecto a Chile: “La economía trasandina tiene, en proporción de su población, un 40% menos de empleo público que nosotros; un 74% más de empleo privado y un 50% menos de informalidad laboral”.
LA SALIDA IMPOSIBLE: un párrafo sobre “los libertarios”. En tiempos de éxito mediático de los libertarios querría precisar por qué no creo que esta sea una respuesta a los problemas argentinos. “Los libertarios” no piensan que haya una cuestión nacional, no creen que sea necesario tener una visión estratégica desde el Estado. Más aún no creen en los valores constitutivos de Occidente ni en la nación como categoría histórica esencial. Ingenuamente reducen todo al funcionamiento automático del mercado y del sistema de precios. Así se garantizaría la resolución del problema del crecimiento, el empleo y las cuestiones sociales. Según esta concepción, un Estado casi ausente debe ocuparse, exclusivamente, de asegurar lo mínimo indispensable de bienes públicos: justicia y seguridad, en el mejor de los casos. No existe
“Los libertarios” La inmoralidad de los reducen todo al gobernantes difunde un funcionamiento ejemplo que luego automático reprimen del con mercado 80 car. y del sistema de precios.
ningún lugar del mundo donde se apliquen estas ideas. A ellos les es ajeno el concepto de solidaridad social que requiera algún tipo de redistribución de la riqueza. Este argumento no solo se basa en cuestiones de racionalidad económica, en tanto consideran que cualquier intervención al mercado, por mínima y necesaria que se precise, conspira contra la eficiencia y, por ende, contra el crecimiento. Veamos cuál es su peculiar interpretación de la justicia. Consideran que la “más obscena e impensable injusticia entre los hombres es privar a aquellos favorecidos por la naturaleza (el talentoso, el creativo, el inteligente) del derecho a las retribuciones de su esfuerzo y ceder al incompetente, al estúpido, al perezoso el derecho a disfrutar sin esfuerzo de las retribuciones que no pueden producir. Estos ni siquiera sabrían qué hacer con ella”. Así de estúpidamente inhumana es esta argumentación. Tan alejada de los valores cristianos constitutivos de Occidente. No hay idea de nación ni solidaridad entre sus miembros.Estos nuevos profetas de la congregación de anarcocapitalistas seducen a la angustiada opinión pública con discursos irreales, impracticables y carentes de toda posibilidad de instrumentarse en una gestión de gobierno. Es la atracción eterna de los relatos fáciles, simplificadores y definitivamente mágicos.
LA NECESIDAD DE PLANIFICAR LA INTEGRACIÓN AL MUNDO. También en estos años el estancamiento del proceso de integración del Mercosur, su cerrazón sobre sí mismo, hizo que la cuestión de la integración al mundo se convirtiera en una necesidad imperiosa. Todas las subregiones de América Latina, con la excepción del Mercosur, tienen acuerdos comerciales con Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. Es correcto lo que sugiere Buscaglia: “Desde hace décadas, el país se balancea entre una protección acérrima para sostener industrias poco competitivas como la electrónica y una apertura en condiciones desiguales para los empresarios locales —que enfrentan costos laborales, de capital, impositivos y regulatorios impresionantes, y muchas veces tipos de cambio poco competitivos—, y que hizo quebrar a empresas que en condiciones normales deberían haber prosperado”. Es, ni más ni menos, el círculo vicioso populista-liberal. Tenemos que ir a un proceso de integración al mundo que implica una política de apertura de terceros mercados para nuestra producción y de nuestro mercado interno a las importaciones. Este ejercicio debe ser hecho con decisión pero mesura, en consulta con el sector privado y cuidando de no dañar el tejido productivo. Un buen ejemplo lo constituye el modo en que se llevó adelante la negociación del acuerdo Mercosur-Unión Europea. Los acuerdos comerciales nos interesan para expandir nuestras exportaciones, para que nuestra producción pueda ingresar a terceros mercados con preferencia y así evitar la desventaja respecto a la producción que provenga de países con acuerdos preferenciales. Así, cuando nuestras terminales automotrices exportan a países de Europa, tienen que pagar un arancel de importación que no pagan los autos que provienen de México, por ejemplo; por