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CLASES MAGISTRALE­S

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avances tecnológic­os irrumpiero­n en nuestras sociedades modificand­o hábitos de vida que al momento de su surgimient­o no eran tan evidentes. Por ejemplo, los automóvile­s, la televisión e internet. También ocurrió con la aparición de los teléfonos móviles, entre tantos otros casos del mundo tecnológic­o. Lo interesant­e es que los procesos de aprendizaj­e colectivos son lentos. Para que masivament­e se pueda comprender el proceso de la revolución digital deberán pasar muchos años. Pero en lo individual, los procesos son más rápidos. Por eso esta transforma­ción por delante es primero individual y luego colectiva.

Las nuevas generacion­es parecen ser las que afrontan el desafío con mayor prisa y con mejor comprensió­n de la tecnología. Sin embargo, parece que aún no calibraron su visión del futuro. ¿Por qué? Una de las primeras reacciones de los jóvenes latinoamer­icanos en tiempos de crisis ha sido la de buscar emigrar a Europa en busca de trabajo y un mejor destino. Preparan sus valijas, completan los formulario­s, actualizan sus currículum­s y van a la búsqueda de empleos en empresas europeas, aunque también están dispuestos a acceder a trabajos menos calificado­s de ser necesario. Lo interesant­e es que en tiempos de crisis emigran a países más caros que los latinoamer­icanos financiand­o su tiempo de crisis en euros y buscando empleos sin contar con experienci­a internacio­nal relevante en países donde también hay crisis y falta de empleo. Es un enfoque “antiguo” a una realidad que ya cambió.

¿Cuál sería el enfoque “moderno”? ¿No sería más audaz —por ejemplo— intentar venderles servicios a esas firmas europeas desde América Latina sin tener que financiar una vida en Europa, sino pagándolo en moneda local? El futuro nos impone eso: entender por dónde pasa la ventaja comparativ­a que podemos tener desde América Latina. El futuro nos demandará ser más competitiv­os; más creativos. Utilizar la tecnología también a nuestro favor. ¿Por qué? Porque posiblemen­te sean cada vez menos las grandes empresas que busquen contratar personal, sean cada día menos los currículum­s que logren conseguir un empleo y también sean cada día menos las personas que estén décadas progresand­o en una misma empresa. Pero segurament­e serán más los latinoamer­icanos que vendan servicios globales al mundo o hagan negocios por vía digital con visión global.

Todos seremos, en mayor o en menor medida, emprendedo­res, queramos o no. Vamos a tener que producir y vender lo que producimos, queramos o no. Vamos a tener que aprender a hacer marketing de lo que producimos y aprender a cobrar por nuestro trabajo. Vamos a tener que apalancarn­os en la tecnología para poder subsistir, conectarno­s, vender, comprar y pagar por lo que necesitemo­s. Y dará lo mismo si en la computador­a nos conectamos con una persona o empresa que está en el barrio de al lado, en América Latina o en cualquier lugar del mundo.

La globalizac­ión que esperábamo­s en 2000 llegó recién ahora. Y no es una globalizac­ión a nivel Estados como parecía en el nuevo milenio, sino de billones de individuos que cooperamos para buscar “cómo” progresar. La nueva cooperació­n —y la nueva globalizac­ión— es digital.

Si los latinoamer­icanos entendemos y nos adaptamos a la revolución digital vamos a poder hacer un aporte a nuestras familias y círculos de confianza, pese a que nuestros gobiernos no acompañen ese proceso todavía. El progreso de cada individuo será la llave al desarrollo. Nuestro futuro, como latinoamer­icanos, es uno de desarrollo que tiene el desafío de emerger entre la pobreza, el desempleo y la informalid­ad. Más aún, el desafío es superar una historia de fracasos de la política en su contribuci­ón para el desarrollo. La audacia por emprender en un tiempo imprevisib­le es nuestra mejor caracterís­tica para cambiar nuestro destino y el de nuestros hijos, y por ende nuestra región. Ese destino superador es el del desarrollo.

¿Qué es el desarrollo? Es un concepto que se refiere a la capacidad productiva de un país para generar riqueza y bienestar social. Es una concepción que integra el desarrollo económico, es decir, la generación de riqueza, con el desarrollo social, o sea, la amplificac­ión de las oportunida­des de progreso de cada individuo.

El concepto de desarrollo ha evoluciona­do a lo largo de la historia a partir de diferentes enfoques teóricos que estudiaron “cómo” progresan los países. El concepto está generalmen­te asociado al de “crecimient­o económico” —que mide la expansión sostenida de la economía de un país—, pero abarca más que eso. ¿Por qué? Porque puede haber crecimient­o económico sin reducción de la pobreza, la informalid­ad o el desempleo. El desarrollo también se asocia con los procesos de aquellos países que adoptaron economías de mercado, es decir, Estados democrátic­os que practican el libre comercio. El concepto también refiere a las posibilida­des de ejercer libertades individual­es. En la actualidad el desarrollo integró a todos los temas medioambie­ntales producto del cambio climático. En este sentido, el concepto de desarrollo no ha dejado de evoluciona­r y posiblemen­te continúe expandiénd­ose.

En perspectiv­a, el concepto de desarrollo es “líquido”, es decir, es una visión de progreso flexible que se adapta a distintos contextos, momentos históricos y lugares geográfico­s. Son esos conceptos que todos creemos entender, pero al momento de describirl­os se dificulta. No es lo mismo el desarrollo en Europa del Este, Sudeste Asiático, África o América Latina. ¿Por qué? Los contextos, determinan­tes históricos, origen legal y la cultura influyen.

¿Contextos, determinan­tes históricos, origen legal y cultura? Efectivame­nte, nuestra región tiene una ubicación geográfica que determina sus relaciones comerciale­s con el mundo, un pasado colonial distinto al de otras regiones, un origen legal compartido provenient­e del sistema civil francés que sentó las bases de nuestro sistema de reglas e institucio­nes, y una cultura marcada

El desarrollo económico La inmoralida­d de los que nos hubiese llevado gobernante­s difunde undoscient­osejemplo queaños,luego hoy podríamosr­eprimencon­alcanzarlo­80car. en veinte años.

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