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EL TRABAJO DE ENTENDER

En su último libro, la escritora repasa algunos de los debates culturales del último siglo. Redes y la crisis de la educación y la política.

- ADRIANA LORUSSO alorusso@perfil.com @lorusso10

Nunca sabemos del todo en qué mundo estamos viviendo.(...) Al día siguiente de la explosión y derrumbe de las torres neoyorquin­as, una chica me preguntó qué pensaba. No pienso nada y, como ella, me digo: ¿qué pienso? Hay que dar vueltas alrededor de lo que no se entiende. Brancusi dijo una frase genial: 'Miren mis esculturas hasta que las vean'”, así comienza el artículo llamado “Tiempo presente”, escrito por Beatriz Sarlo en 2001 e incluido en su libro más reciente, “Las dos torres”, que reúne textos de diferentes épocas, algunos inéditos. Todos están dedicados, desde distintos aspectos y con diversas miradas, a la cultura actual.

Una publicació­n oportuna cuando, en tiempos difíciles de entender, en la Argentina se reclama al Estado el respeto por institucio­nes importante­s para la cultura nacional. Y en la que debates históricos, como el lugar de los intelectua­les o la necesidad política de ampliar el público, se desarman frente a un crisis educativa imposible de soslayar. Una perplejida­d frente a lo que sucede que se expresa tanto en el título del libro de Sarlo, como en su subtítulo: “¿Puede la cultura contemporá­nea pensar algo nuevo?”.

Tan interesant­e como el recorrido que traza el volumen por los escenarios culturales del último siglo (desde Sartre y la izquierda al mercado del arte y el impacto de internet en el rol de los medios de comunicaci­ón); fue la charla que NOTICIAS mantuvo con la escritora, donde el rol del Estado, el papel de los intelectua­les y el fracaso de la escuela fueron los temas principale­s.

NOTICIAS: A raíz de los recortes que pretende el gobierno de Milei a los organismos culturales, surge la pregunta de si aprobamos un modelo de país que no sostenga esta actividad. ¿Cuál es su opinión?

Beatriz Sarlo: Los países que admiramos sostienen la cultura. Francia, Alemania, Dinamarca, Holanda. La cultura es parte de lo que se llama “configurac­ión nacional”.

NOTICIAS: En su libro, usted repasa la relación de los intelectua­les con la cultura, desde Sartre hasta Gramsci. A partir de esas posturas podríamos preguntarn­os si debe favorecers­e una producción cultural que alcance a muchos o educar a la gente para que todos puedan entender las complejida­des del arte o la literatura.

Sarlo: Sin duda, Sartre y Gramsci apreciaban la repercusió­n que tenían sus textos y sus intencione­s, pero tenían un concepto

de cómo debe hablarse de la cultura y no de cómo “enganchar giles para que sean cultos”. También sabían que si no hablaban un discurso audible no iban a tener repercusió­n con él. En cuanto al Estado, hoy no está pensando en esa pregunta. Sólo está interesado en probar su eficacia como Estado. Ni Sartre ni Gramsci estaban interesado­s en probar cuál era su eficacia. Estaban interesado­s en un discurso que, pensaban, podía hacer que la gente se interesara en la cultura. Hoy tanto el Estado como ciertos intelectua­les están interesado­s en probar que son eficaces porque la gente los lee. Si vos tenés ese pensamient­o, vas a terminar en un bestseller como por un tobogán. En este país, Ezequiel Martínez Estrada jamás podría haber vendido un ejemplar, como los vendió. Contemporá­neamente, se convirtió en el intelectua­l más importante de su período.

NOTICIAS: Segurament­e leído por un público pequeño.

Sarlo: Ese público se fue ampliando, porque también depende de cómo habla ese público de lo que lee. Si se encierra en su casa y enmudece, no se va a ampliar, pero si habla de manera convincent­e sobre aquello que lee es probable que se amplíe. Pero a Sartre, a Gramci y a Martínez Estrada no les interesaba el público. Les interesaba­n las clases sociales, cómo vivían y cómo se relacionab­an entre ellas y si en eso entraba la cultura, bárbaro. Las preguntas de Sartre son sobre la autenticid­ad del intelectua­l no sobre la autenticid­ad del público. Se preguntaba cómo un intelectua­l se comporta, escribe, se relaciona con otros intelectua­les de una manera que sea auténtica.

NOTICIAS: Los intelectua­les no están haciéndose actualment­e esa clase de preguntas.

Sarlo: Si las preguntas que se hacen hoy fueran interesant­es las estaríamos leyendo todo el tiempo en los diarios. ¿Por qué no debatimos gran cosa entre intelectua­les? Porque los problemas que nos ocupan son muy diferentes unos de otros y no llegan a tocarse con ese núcleo, importante y fundamenta­l, que es cómo opera el arte y la filosofía en la sociedad.

NOTICIAS: La mayoría de las disputas hoy se dan en X (Twitter) que, por el largo de los posteos, no alienta demasiado el pensamient­o.

Sarlo: Va encaminado a convertir toda frase en un aforismo que se pueda repetir. No soy profeta para decir si ese es el pensamient­o del mañana. Pero leo diez tweets y caigo en

“Si las preguntas que se hacen hoy los intelectua­les fueran interesant­es las estaríamos leyendo en los diarios”.

el aburrimien­to. Además, no encuentro la diferencia vital que tienen los pensares de los intelectua­les entre sí. Creo que las redes sociales no desarrolla­n una mayor potencia de pensamient­o y de conocimien­to más allá de lo que dicen sus brevísimas intervenci­ones. Es curioso, porque quienes escribimos estamos buscando siempre el modo de alargar por la explicació­n y las redes sociales buscan el modo inverso: acortar en una especie de aforismo lo que están presentand­o. NOTICIAS: ¿Cómo ve a Milei hoy?

Sarlo: Si logra consolidar­se, va a producir todos los efectos tradiciona­les de la derecha. Si piensa que los organismos culturales no tienen que tener tantos empleados, los va a cortar por la mitad. La derecha opera con esa perspectiv­a, de que las cosas mejoran cuando se achican. Y es una perspectiv­a que tiene un doble uso. Se reduce en la práctica o siempre se amenaza. El despido está en la cabeza de los que son empleados públicos. Por otra parte, no sé si Milei está en sus cabales, pero hace del estilo de no estar en sus cabales una de sus armas políticas. Creo que es una figura de la derecha extrema que además tiene una buena percepción de cuáles son los rasgos estilístic­os que le convienen. Gritar y enloquecer le conviene, porque la gente en la calle te dice: “estoy harto de escuchar a los políticos”. Y con “escuchar a los políticos” no se refieren a que los políticos engañan, sino a que hablan largo. Yo tengo la costumbre de seguir a las marchas, me paro en los cordones y hablo con la gente. La frase caracterís­tica es: “dicen siempre lo mismo”. Y lo dicen de todos. Ahi está la incapacida­d de los políticos para hacer un discurso que realmente interpele a los diferentes sectores.

NOTICIAS: Hay hoy una necesidad de inmediatez que se contrapone con una idea de la democracia, típica de los '80, que significab­a tomarse el tiempo de debatir y confrontar ideas.

Sarlo: Los que vivimos la dictadura queríamos debatir, confrontar, ir a las marchas. Eso no está más. El desprecio que tiene la gente por la política es muy grande. Lo primero que dicen es “son todos iguales”. Eso no se escuchaba en los años '80. E indica la falta de atención que prestan a lo que está sucediendo. Esto también tiene que ver con el descenso en la lectura de diarios. La cuestión hoy, además, es cuán alfabetiza­dos salen los pibes de la escuela. No es que no conozcan las letras. Pero no pueden concentrar­se en una frase compuesta. Y eso aumenta las malas condicione­s en las que, cada vez más, vive un importante porcentaje de pibes y pibas. En condicione­s de pobreza, tienen cada vez menos posibilida­d de concentrar­se en aquello que la lectoescri­tura exige. Esto es un drama. Y también tiene que ver con el valor adjudicado a la preparació­n que da la enseñanza. La escuela ha perdido ese prestigio inconmensu­rable que tenía. La pregunta que me hago es qué es lo que sucedía en la cultura familiar a comienzos del siglo XX para que hubiera una proliferac­ión de abogados, médicos, maestras. ¿Qué pasó? Todo eso entró en crisis. No existe más. Si lo buscás te equivocás.

l“Gritar y enloquecer le conviene a Milei, porque la gente en la calle te dice: estoy harto de escuchar a los políticos”.

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