Olé

Este Boca se amigó con la pelota sin perder el juego directo. La vuelta de Pintita explica el cambio, también el nivel individual de varios y una idea que madura.

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E ste nuevo Boca es temible porque combina arrabal y estilo, porque es cuchillero y poeta, porque tiene calle y universida­d. La alquimia perfecta de un equipo que boxea y noquea no nace y muere en un solo individuo, sería una reducción impropia para un deporte atravesado por factores múltiples, pero la foto que merece ilustrar el momento es la de Fernando Gago, de ser posible en gigantogra­fía full color. Porque el Boca que encontró funcionami­ento siete días atrás en el Nuevo Gasómetro hizo explosión ayer contra Racing. Y la presencia de Gago explica muchas cosas, aunque no todas. En principio, porque su suela de primera clase amigó a Boca con la pelota, efecto contagio mediante. Administra con fluidez, pero no conocíamos a este Gago que ahora disfruta, como si los meses eternos lejos del fútbol le hubieran regalado una sabiduría extra como compensaci­ón después de tanto sufrimient­o. Gago juega tan fácil que lo entienden todos. La cancha se hace grande, los espacios aparecen para Pablo Pérez, Bentancur, los laterales, los delanteros. Y le da otra dimensión al equipo de los Barros Schelotto. Porque guarda el hilo, el sello sigue siendo el de los mellizos, porque este Boca ganó en juego y tenencia de pelota sin perder verticalid­ad. Boca tuvo la pelota pero no la durmió. Y no perdió el equilibrio defensivo jamás, ni aún cuando Racing de goleado se puso a un gol del empate. Este Racing que se comió crudo a Independie­nte fue durante buena parte de la tarde un partenaire que no fue ni ofensivo ni defensivo. Fue inofensivo. Boca controló tiempos y espacios. Mérito de los técnicos y de Pavón, que es clave en esa función de 8/7 para que el equipo cubra bien el ancho del medio y así el rival de turno (el Ciclón el domingo pasado y ayer Racing) no pueda hacerle el 2-1 a los laterales. La irrupción fundamenta­l de Gago coincidió con la maduración de la idea general y el nivel individual de muchos jugadores que empezaron a levantar. Tevez está fresco de físico y de ideas, Bentancur crece y mejora; Sebastián Pérez entra y aporta; Peruzzi está firme, Fabra ya no regala su espalda. Y si a Guillermo se le lesiona Benedetto, aparece Walter Bou y la rompe toda, porque hace muchas cosas que al equipo le sirven: pasa bien, asiste, hace goles, se tira a los pies, contagia esfuerzo. Boca se durmió un ratito en los laureles, suficiente para que Racing, sólo desde el nivel individual de Bou, Romero y Licha, tocara la puerta del milagro. Bastó un pase fino y un cross al mentón. La síntesis perfecta: juego y fuego. Los Gago Schelotto.

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