Volvió Gago, hay equipo
Hace apenas meses la vida de Fernando Gago era pura incertidumbre. Ahora Boca sueña desde su fútbol.
Cambió la vida de Fernando Gago. Hace poco, apenas meses, todo era angustia, incertidumbre, el refugiarse en su casa rodeado de sus seres queridos (su esposa, Gisela Dulko, y sus hijos Mateo y Antonella), luego las rutinas de entrenamiento, el volver a pisar de a poco, el volver a correr, el volver a entrenar y volver a casa sin jugar. Largos días, largas noches, imaginando esta vuelta. Ahora Gago volvió. Y no sólo eso. Con él, también, Boca parece haber vuelto: vuelto a ser un equipo. Ya en el clásico ante San Lorenzo había sido el mejor y ayer, otra vez, fue la figura: Gago juega y hace jugar. Activa los circuitos de un equipo que venía en levantada, pero que no conseguía hilvanar dos actuaciones convincentes. Con Gago todo cambió. A su alrededor mejoran Bentancur, Pablo Pérez, Bou y hasta el mismo Tevez. Gago desequilibra. Mete toques en la corta (como en el armado de la jugada del primer gol), da ese pase entre líneas que tanto lastima (como el que le puso a Bou para dejarlo solito ante Orion), y desde sus pies - y su cabeza- salen las mejores contras (como esos bochazos certeros que le puso a Pavón). ¿Cómo después de una larga inactividad (se rompió el tendón de Aquiles en abril) se puede volver en un nivel tan alto? ¿Cómo? Sin muestras de fastidio, sin reclamos, sereno, confiado, amo y señor del mediocampo, dueño del equipo. Así volvió. Gago es el que habla con Guillermo, el que acomoda a sus compañeros (sobre todo a Bentancur), el que maneja los tiempos de un equipo que antes jugaba a 1.500 kilómetros por hora. La vida de Gago cambió. Y con su vuelta cambió la vida de Boca. Ahora se viene el último capítulo de esta saga de clásicos: nada menos que River. Nada menos que el clásico. Nada menos que el rival ante el que se lesionó. No es un partido más. Ni para Boca. Ni para Gago.