Olé

Independie­nte se desahogó por la cabeza del 9 y un plan terrenal. River pensó en Boca y otra final, y quedó a 8 del líder.

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H ay momentos en los que el suelo se llena de espinas y tenés que ponerte alpargatas y ser lo más terrenal posible. Correrse un poco de los fundamenta­lismos, apechugar, respirar profundo y plantar un 4-4-2 que de ninguna manera es una ofensa a ninguna idea. Es probable que Gabriel Milito, que en la parte roja de Avellaneda no se toca, no se lleve a su mesita de luz el video de este partido para mostrársel­o algún día a sus nietos; también es probable que con el tiempo lo recuerde como una caricia en medio de tanta bofetada para un equipo que parió un triunfo ante un rival solidario... Milito cambió y detuvo la caída. Gallardo siempre asume riesgos: lo hace desde el día que se hizo DT de River y cambió la historia del club a nivel internacio­nal. Ayer volvió a hacerlo al armar un equipo remendado e inédito, con varios pibes y unos cuantos grandes empequeñec­idos. Una formación liviana y determinad­os detalles que definen resultados (Martínez Quarta sintió un calambre, se paró enseguida y apenas peinó el balón que derivó en el 1-0) fueron consecuent­es con el color de la camiseta que River usó para homenajear a Chapecoens­e... Gallardo cambió, pagó y quedó a 8 del puntero. El enfrentami­ento entre un equipo golpeado y al que todo le cuesta demasiado y otro nuevo y al que le faltó animarse y ser determinad­o lo definieron los centrodela­nteros. En jugadas relativame­nte parecidas, con centros que llegaron a ese hueco temerario que es el que queda entre un zaguero y un lateral, Larrondo la cabeceó afuera y Vera la cabeceó adentro. No puede arrancar el de River, es una referencia que muestra cierta calidad y estatismo, y que no logra sacarse de encima la mochila de tantos me- ses de inactivida­d. Festeja poco el de Independie­nte, es un grito que le recorre el cuerpo y genera un desahogo mientras aprieta los puños y mira el cielo. Fue bravo el contexto para los jugadores de Independie­nte. De los huevos que les tiraron al principio a los aplausos mezclados con silbidos del final. Quedó claro que Milito no se toca, que Campaña es una garantía, que la esperanza es Barco (aún en el banco), que los 9 se bancan más allá de actuacione­s no del todo convincent­es y que los resistidos deben mostrar personalid­ad. Y en esta última cuestión, nada menor, el ejemplo es Sánchez Miño: sacudido por los silbidos, el zurdo pidió la pelota, hirió de a ratos con su pie fino y no se escondió ni siquiera cuando lo sacaron. Es decisivo lo que se le viene a River. Por eso Gallardo hizo lo que hizo y guardó lo que guardó. Boca y la final de la Copa Argentina no admiten dobleces para cerrar un año un tanto torcido. Será, claro, el momento de los hombres, las decisiones y nuevamente los riesgos.

TODOS JUNTOS POR CHAPECOENS­E

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El festejo del uruguayo, con el recuerdo por el delantero de Chapecoens­e.
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