Marcelo Laerrando
El 9 tuvo la posibilidad de jugar de entrada y falló un cabezazo solo en el área. Otra vez se lo vio muy falto de ritmo, y su nivel empieza a preocupar.
Fue la contratación top del último mercado de pases. Central puso el grito en el cielo para que no se lo llevaran pero volvió a River igual, al club del que es hincha y del que salió. Los dirigentes, el cuerpo técnico, la gente: todos chochos. Pero la cosa se ve en el verde césped, dicen. Y allí es donde Marcelo Larrondo está a años luz de ser el delantero que River fue a repatriar, el de Tigre, el de Rosario. La rotura de meniscos de su rodilla de- recha en marzo, tanta inactividad, evidentemente lo dejó mal. Al punto de que llama la atención la poca movilidad, el bajo ritmo futbolístico, la falta de ductilidad para recibir la pelota y, sobre todo, el olfato goleador ausente. Larrondo venía ingresando de a puchitos, algunos pocos minutos, pero ayer Marcelo Gallardo le dio la oportunidad de jugar por primera vez desde el arranque en un partido oficial (ya lo había hecho en el amis- toso frente a Olimpia) y el resultado fue el mismo. No se mostró en ataque, rebotó mal la pelota, no ganó casi nunca de arriba en las divididas ni arrastró marcas. Y la única situación de gol que tuvo, clarísima, la mandó afuera: buen centro de Mora por izquierda, el 9 quedó absolutamente solo en el área, con tiempo, y su cabezazo salió a un metro del palo zurdo de Campaña. Resultó un resumen de lo que fue hasta acá su paso por River: Laerrando.