Pérez, un guerrero de corazón caliente, va por otra batalla de las bravas en la Selección. De entrar por la ventana a titular en una nueva finalísima...
Para jugar hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente”, es su frase de cabecera. Enzo Pérez repite el concepto una y otra vez. Y acaso, por qué no, lo defina. Habrá que decir que, a veces, esa pulsaciones a 100°C lo pasan de rosca. Pero de lo que no hay dudas, es que tiene fuego sagrado. De lo que no hay dudas, es que no se achica en las difíciles. De lo que no hay dudas, es que el volante de River le pone el pecho a la adversidad. Y hoy va por otra batalla de las bravas para su currículum de guerrero.
Si se entiende este partido ante Croacia como una situación límite, Enzo ya tuvo en dos muy parecidas, de todo o nada. La primera, pocos la recuerdan: fue titular en el partido ante Perú, en el 2009, aquella noche del milagroso gol de Palermo para la clasificación a Sudáfrica 2010. En ese entonces, tenía 23 años. La última, claro, es la más cercana: fue clave en el 3 a 1 ante Ecuador, en Quito, cuando dio una mano grande para el pasaje a Rusia. Ese abrazo sentido con Messi, el autor de los tres goles, lo dijo todo: ese día fue uno de sus mejores laderos. No sólo en juego, también en lo espiritual. “Estábamos cagados”, reconoció en el final, cuando soltó la emoción. En su caso, no pareció.
El otro partido que desafió a su corazón caliente fue la final ante Alemania, en Brasil. Cuando pocos apostaban por él, Sabella se la jugó y Enzo no le falló. Fue uno de los puntos altos y se ganó el reconocimiento. Debutó con Diego, fue revelación con Pachorra, se alejó con Martino, volvió con Bauza y entró a Rusia de última por la lesión de Lanzini. Sampa apuesta a su experiencia y a su fuego sagrado. Enzo, el caballero de la angustia, va por otra gesta.