UNA MANADA DE LOVERA
Eduardo es la figura de una familia que vive de la lucha: un hermano y dos primos también compiten. Quedó a un paso del bronce.
Extraña su casa, su cama, la comida de la mamá Gladys, pero Eduardo Lovera está entero. Tiene 15 años y compite en grecorromana en la categoría hasta 51 kilos, aunque habla como si fuera un mayor con largo recorrido. El luchador misionero creció de golpe (y a los golpes): el año pasado se vino junto a su hermano Nicolás, quien tiene 17, a Buenos Aires, precisamente al Cenard. Ahí vive en una habitación con otros dos chicos (un luchador y un karateca) que persiguen el mismo sueño que él: vivir del deporte. Lo hecho en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires fue apenas el comienzo de su carrera.
“Vivimos solos y extrañamos mucho. Pero cuando recordamos el porqué estamos donde estamos se nos pasa”, le aseguró Edu a Olé. Su amor por la lucha comenzó hace muy poquito: Adrián Báez estaba captando chicos en Misiones, le dijeron que fuera y fue un flechazo a primera vista. Con él, además de su hermano, también empezaron sus primos Mauricio (está en la Selección) y Catalina más otros que ya abandonaron. “Los Lovera van a los eventos en manada. Siempre hay cuatro o cinco”, contó el jefe de entrenadores del seleccionado mayor, Javier Broschini.
Si bien habla como si fuera un adulto, físicamente está claro que Eduardo es un nene. Incluso el apodo familiar (“Ratita”) así lo demuestra. Compitió con jóvenes más desarrollados, como el georgiano Giorgi Tokhadze, quien perdió la final con el japonés Wataru Sasaki, o el mexicano Axel Salas Esquivel, que lo superó 4-3 en un combate muy apretado por el bronce. Cuando los físicos se equiparen se verá el techo del misionero que promete mucho.
En el Cenard no solamente duerme, también estudia. Lo hace en el Instituto Superior de Deportes y se encuentra en 1er año. Es requisito obligatorio para poder competir. Si bien ahora no está yendo por los Juegos, le gusta.
“Por suerte me va muy bien. Pero voy a tener que estudiar un poco porque me retrasé”, indicó Lovera.
Claro que el esfuerzo rinde. “Todo esto vale la pena. A veces pienso que mis amigos están de fiesta y yo me la paso entrenando. Igual no me arrepiento, prefiero esto”, indicó el menor de la manada. Un grande.