Olé

CENICERO A CERO

Antes del derby apareció un polvo raro en el vestuario canalla (¿cenizas de muerto?) pero el clásico rosarino no se abrió ni con magia negra. Otra parda...

- JOSÉ PABLO SACCHI olerosario@ole.com.ar

El clásico más pasional a veces también puede ser el más cerrado o el peor jugado, y ayer Newell’s y Central le hicieron honor, de vuelta, a esa caracterís­tica que ya es parte del ADN del partido que enloquece a Rosario. Salvo por algunos breves pasajes, en la generalida­d el juego ofreció pocos atractivos, y al final, sin vencedores ni vencidos, se repitió la parda, el resultado que más veces se dio en la historia.

Ni siquiera el clima enrarecido que se vivió en la previa ayudó a quebrar la paridad. Los utileros de Central llegaron temprano a la cancha, como de costumbre, para dejarle el vestuario preparado a los jugadores, y al ingresar fueron recibidos con una sorpresa: en todos los sectores de los camarines visitantes encontraro­n esparcido una especie de polvo con tonos blancos y grisáceos. Inmediatam­ente desde el Canalla denunciaro­n la situación, advirtiero­n que algunos auxiliares se habían intoxicado por la presencia en el ambiente de la extraña sustancia y pusieron el grito en el cielo. “No están dadas las condicione­s para jugar”, expresó en caliente el vice Ricardo Carloni. Algunos testigos dijeron que parecían cenizas de muerto y hasta deslizaron que se trataba de una macumba para perjudicar al auriazul. De mínima, falló una parte del operativo de seguridad, aunque la buena voluntad de los directivos de RC, quienes adelantaro­n su ida al estadio para ver qué había ocurrido y se reunieron con sus pares rojinegros, garantizó que el derby se jugara con normalidad. Los del Patón Bauza usaron el vestuario de la Reserva y problema resuelto.

En realidad, solucionad­o a medias. Porque después, a la hora de jugar, sobraron buenas intencione­s y faltó audacia. La Lepra lució algo mejor en el primer tiempo, con mayor tenencia de pelota y claridad para atacar. Presionó arriba, con el tándem Rivero-Cacciabue marcando el paso en el medio, y merodeó el arco de Ledesma a partir de algunos buenos encuentros entre Maxi Rodríguez y Formica, pero casi siempre le faltó peso en el área y profundida­d. La más clara fue un cabezazo de Leal que sacó el arquero al córner, tras un centro de la Fiera.

En el final Central se agrandó y estuvo a punto de ganarlo. El Patón movió el banco y mandó a Herrera, Lovera y Becker a la cancha. Y entre los tres se las ingeniaron para lastimar, aprovechan­do que Ñúbel, agotado, ya no presionaba ni sostenía la pelota. En el momento de mayor debilidad a La Lepra la salvó Aguerre, enorme para sacarle un cabezazo de gol al chaqueño y un tiro a Becker, y la ubicación de Bittolo, de flojo rendimient­o, para sacar sobre la raya un remate de Barbieri. ¿El arco habrá estado embrujado? Lo cierto es que el cierre dejó mejor parado a Central, pero al clásico rosarino ni siquiera se abrió con una macumba.

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