Olé

SEGUIMOS HECHOS POLVO

- MARIANO MURPHY m m u r p h y @ ole.com.ar

El clásico rosarino fue una fiesta: insultos, botellazos, un operativo de seguridad en cada corner. En 2017, el sitio laboral CareerCast confeccion­ó un ranking de los diez trabajos más estresante­s. Al de taxista, piloto de avión, bombero, personal militar, habrá que sumarle el de ir a patear un corner en la Argentina. Un trabajo de alto riesgo. El Colo Gil tuvo ayer esa difícil tarea. Fue afortunado: no le tiraron un cascote ni un petardo. Le arrojaron, apenas, una botellita de plástico que le dio en la cabeza. Y eso que había cuatro policías -sí, cuatro- que, con sus escudos, le hacían un techo a dos aguas mientras el volante adivinaba quiénes estaban en el área. Ya sin visitantes, llegará el día en que en las canchas argentinas haya más policías que hinchas. Igual, no habrá paz. Nunca habrá paz.

El clásico rosarino es hermoso. Por la tensión, por la pasión, por el morbo que despierta en todos. Son dos primos borrachos, peleándose en un asado por una boludez que alguno dijo. El resto mira. Pocos se animan a frenarlos. En el fondo, para muchos es divertido que se deliren un poco, ya forma parte de nuestra idiosincra­sia, es una tradición, una costumbre de todos los años en nuestra hermosa mesa familiar.

Pero esta vez, como lo de Gil recibiendo un botellazo, o pateando entre uniformado­s, ya no sorprende, la gran noticia está relacionad­a con el mundo esotérico. Al llegar al vestuario, Central se encontró con que había polvo, polvo por todos lados. Se habló de un polvo tóxico. De cenizas de un muerto. Una brujería, una macumba. Un utilero sufrió mareos y vómitos. Todo muy embarazoso. Los más ansiosos hablaron de que el clásico podía suspenders­e, hasta que los dirigentes de ambos clubes se juntaron con el árbitro y decidieron que el partido se jugase. Eso sí, Central debió cambiarse en el vestuario de la Reserva. No es la primera vez, está claro, que estas cosas ocurren en la Argentina. Aun así, no deja de sorprender. Porque alguien dejó entrar al autor/a de este trabajito. Alguien debió abrirle la puerta. Algún dirigente debió saber. Debería probar entonces con una magia un poco más ardua, pero a la larga más efectiva: la ética y la decencia.

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