DILUVIO INESPERADO
Dicen que los síntomas de la abstinencia se experimentan cuando se dejan de consumir sustancias. En nuestro caso fue más bien la abstinencia de la sustancia de la felicidad, esa que nos regalaron estos muchachos campeones. Y aunque imaginábamos un diluvio de go
les ante un rival de dos escalones menos, lo que tuvimos fue un diluvio literal y nos costó construir el arca que nos condujera a tierra firme. Sin llegar a sobrar el partido, salimos a jugarlo con la confianza de que las asociaciones y la jerarquía harían la diferencia, y con los argumentos chachistas de siempre: recuperación casi inmediata y llegada continua de volantes y así llegar. Eso sucedió en el primer tiempo, pero sólo algunas veces. Como esa de Cvita, tic-tac-toque-todos-llegan y sacan en la línea, o la del Indiecito en el travesaño o la de Pillud. ¿Poquito? No, pero con dominio poco sostenido. Tardó Zarachocrack en meterse como sí lo hicieron el Indiecito, el aduanero Chelo y uno que volvía y debutó bien: el Pulpo Pol, quiero decir el Pulpo por Pol. Ahora que somos felices queremos todo, incluso un arranque menos sufrido en esta Copa Argentina. Los segundos 45 minutos debían darnos eso y lograr desunir a estos tan Unidos. Y ya con los baldazos que llegaron directo de la película Titanic, fuimos y fuimos pero sin el paraguas que nos protegiera de las ideas aguachentas. De todas las cosas insólitas y catastróficas que siempre nos oferta esta esquiva Copa Argentina, esta vez lo peor no fueron las cataratas sino la claridad en cuentagotas. Chacho cambió piezas y más allá de un par de enganches de Rojas y Barbona, siguió el gusto a poco.
¿Merecíamos este final de noche de rayos y centellas? No, al menos dos goles arriba en situaciones. No hay caso con esta Copa envenenada, un perno, y aunque se entienden los atenuantes -sí, ya sé, vuelta de pretemporada-, no quita que somos ganartodo. A olvidarnos rápido, no buscar ridículos chivos expiatorios que no hay y refrescar las ideas para arrancar la Superliga.