HACE LA DE DIOS
Ídolo del Cruzeiro, tiene una historia increíble: dejó el alcohol, pasó de villano a héroe, cambió su vida a partir de la fe y no se fue al Milan porque el Señor no quiso. A los 38, va por la Libertadores.
Cuando se marchó de Vasco para firmar con Cruzeiro, allá por 2005, jamás se imaginó que en Belo Horizonte iba a encontrar su lugar en el mundo. Y menos, que se transformaría en el jugador con más presencias en la historia del club: ya superó los 700 partidos y ganó 11 títulos. Fábio, el arquero récord del rival de River, tuvo una carrera meteórica aunque signada por sucesos inesperados que lo marcaron a fuego.
En sus inicios, todavía como amateur en Unión Bandeirantes, el joven arquero se vio envuelto en un problema con el alcohol. “Antes, la alegría de mi marido era la bebida, incluso siendo futbolista. Él sólo encontraba felicidad en la bebida”, relató hace algunos años Sandra Maciel, esposa del brasileño y una de las personas que lo ayudó a encauzar su vida. Sin embargo, no fue tarea sencilla.
Durante 2007, más precisamente después de haber perdido 4-0 en la primera final del Campeonato Mineiro frente a Atlético, el arquero tuvo un partido para el olvido: le hicieron un gol de sombrerito, cometió un penal infantil y la coronó con otro tanto increíble: tras el 0-3, Cruzeiro sacó rápido del medio pero el rival robó la pelota y Fábio, desentendido de la jugada, le dio la espalda a la jugada que derivó en el cuarto grito… Una
situación catastrófica pero a la que todavía le faltaba otro capítulo negativo: terminó con una grave lesión.
Con la rodilla inmovilizada, vivía encerrado en su casa y atrapado en una profunda depresión. La mujer de Fabio contó en una vieja entrevista a Globoesporte el momento en el que su marido hizo un click. “Se la pasaba todo el día mirando tele, hasta que cambió de canal y encontró el programa de un pastor evangélico, quien justo en ese instante dijo que rezaría por todos aquellos que estuvieran con un problema en las rodillas...”. Creer o reventar, uno de los amigos del arquero relató que al oír las oraciones, Fábio “sintió una especie de calor en la rodilla”. Resumiendo, su recuperación avanzó a pasos agigantados y volvió a jugar antes de lo previsto. Y no sólo eso: a partir de entonces, se transformó en uno de los emblemas del Cruzeiro, club en el que ya lleva 14 años ininterrumpidos.
De hecho, tuvo dos chances concretas para irse pero ninguna prosperó. La primera, fue justo después de esa final errática contra Mineiro: ya tenía todo listo para sumarse al Osasuna, aunque al viajar a España se encontró con que los términos del contrato eran diferentes a lo acordado. Y la segunda, en 2010, cuando el Milan quiso llevárselo y esta vez fue él quien desistió. ¿El motivo? “Durante una misa en la iglesia, un hombre apareció de la nada, se acercó a Fábio y le dijo ‘Dios me manda a decirte que ese equipo rojo y negro no es lo que él quiere para tu vida’”, explicó la esposa. Y el desenlace cayó de maduro…
Fábio se convirtió en ídolo y quiere la Libertadores, uno de los trofeos que a los 38 aún no pudo levantar. Fe para conseguirla le sobra...