Olé

River sabrá recién en Belo Horizonte cuánto tendrá que lamentarse por el penal que el 7 desperdici­ó en la última jugada. Con Pinola en duda y varios regresos, no le quedará otra que hacerse fuerte en Brasil como sabe.

- POR MARTÍN BLOTTO mb l o t t o @ ole.com.ar SIGUE

Hay que creer, porque hay con qué creer”. Las palabras que Gallardo patentó cuando River perdió ante Gremio la semifinal de ida de la Libertador­es 2018 vuelven a tener vigencia, pero de otro modo. Es imposible creer la chance que perdió el equipo del Muñeco de ganarle a Cruzeiro con un penal en la última jugada.

Hay que ver para creer por qué Pratto no agarró la pelota para redondear un retorno ideal, ya que su ingreso llenó el tanque de nafta de un equipo sin aceleració­n ni el instinto animal que el Oso sumó para acorralar al rival y generar el penal que despilfarr­ó el cordobés.

Hay que VAR para creer por qué Bascuñán y los cráneos que manejan el sistema no vieron penal en el pisotón de Dedé.

Lo que es difícil de

creer, además, es la sal de Gallardo ante los equipos brasileños en el Monumental. Sin embargo, lo que resulta totalmente incompresi­ble de creer es por qué el talentoso cordobés pateó el penal casi a la cabecera Sívori alta…

Cruzeiro, no: cruzado. Así llegó River a este partido, sin el capitán Ponzio ni versatilid­ad de Casco. Sin la jerarquía goleadora de Scocco ni las diagonales picantes de Borré.

Y con el insaciable animal de área Pratto salido de urgencia de su hibernació­n (54 días sin competenci­a) por la lesión en el sacro. Encima, el experiment­ado rival brasileño se plantó con la única intención de cerrar el arco de Fábio, aunque el propio arquero hizo todo lo posible para abrirlo: le dejó un rebote en bandeja al flojo Nacho Fernández, quien nunca encontró su lugar para gestar juego.

Es más, el protagonis­mo que asumió River y la intensidad con la que se movió en la primera media hora entró en una meseta con otro hecho accidental: la lesión de Pinola que lo obligó a dejar la cancha justo cuando su empuje desde el fondo podía resultar determinan­te para someter a Cruzeiro en la segunda mitad, sobre todo cuando el Muñeco metió al Oso y la presencia del delantero le sumó al equipo la voracidad que le había faltado a la dupla Suárez-Álvarez.

El que cambió el ritmo fue Montiel, lanzado al ataque como un clásico wing derecho pero fallando en la resolución de dos jugadas

PRATTO LE DIO LA PRESENCIA QUE FALTABA Y MONTIEL CAMBIÓ EL RITMO.

que él mismo generó: en la primera intentó un centro impreciso porque no se animó a patear al arco y en la segunda tiró un bochazo rasante al área chica lugar de asistir a De la Cruz.

Hay que creer, claro. Gallardo lo sabe. Y todo River confía con volver con otra victoria de Brasil. Aunque el 7 bravo haya tirado una posibilida­d única las nubes.

A la China, Suárez.

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