Olé

LA ESTAMPITA DEL VIRREY

Boca se juega hoy una parada brava en Brasil, en medio de salidas de refe- rentes y rearmado de equipo, pero Alfaro la quiere bancar con un triple 5 con el sello del maestro Bianchi...

- BRASIL PABLO RAMÓN pr a m ó n @

Llega Boca a Curitiba, al caer la tarde. Las vallas del hotel Radisson de la capital del estado de Paraná son pocas, bajitas, casi puestas con para cumplir, en este hotel de Boca que no parece de Boca, porque los hinchas que siempre van de procesión allá donde juegue el equipo, esta vez son pocos, apenas un puñado que sostienen la fe. Es que está bravo el panorama. El equipo de Gustavo Alfaro juega el partido más importante del ciclo.

De hecho, el más trascenden­tal desde aquél de Madrid. Y qué va, si casi que parece más difícil éste, más cuesta arriba. El clásico interminab­le de diciembre era un duelo de guapos, de rivales que se miraban con respeto, un encuentro entre pares en un callejón oscuro, por el que herir o ser herido era estar a la altura...

Esto es distinto. Boca viene de punto, no importan los millones ni la historia. De golpe quedó a mitad de camino (hoy juegan sólo cuatro titulares del último partido oficial contra Tigre), por errores propios y por el destino. No se terminó de reforzar (Salvio llegó recién, De Rossi está viajando), se le lesionó su mejor marcador central (Lisandro López), el otro está suspendido (Carlos Izquierdoz), la dupla que los reemplaza no se conoce (literalmen­te, nunca jugaron juntos y Goltz ni siquiera jugó un partido oficial con Alfaro); un pibe va de cuatro; Benedetto tensa la soga y se va, y encima una lesión le evita el ¿dilema? de si jugar o no jugar; Pavón casi que no está, y así llega Alfaro a tener que jugar una chance decisiva con un equipo que está lejos de sentirse a punto y confiado para lo que comienza hoy. La verdadera Copa Libertador­es.

Los problemas no terminan ahí, más bien parece que sólo acaban de empezar. El rival perdió a un jugador clave como el lateral Renan Lodi, pero mantuvo la base que goleó 3-0 a Boca en el Arena de Baixada por la fase de grupos. Ahí tiene dos ventajas grandes el Paranaense: jugar en su estadio con césped sintético (un campo rápido, aliado de sus ataques por las bandas a pura velocidad para que Marco Ruben haga la diferencia) y no haber tenido cambios en el plantel ni un parate largo. De hecho, sólo dejó de competir 15 días por la Copa América y está muy por encima de un Boca que todavía no jugó ningún partido oficial desde la final perdida contra Tigre por la Copa Superliga (ver aparte).

Todo este escenario hace que Alfaro no tenga otra opción que plantear un partido para sobrevivir, para mantener abierta la serie.

Apela a un esquema táctico que él conoce bien. Lechuga es un viejo sabio del fútbol de trincheras, un estilo que supo adoptar cuando dirigía desde la inferiorid­ad presupuest­aria y debió recurrir a su superiorid­ad intelectua­l para reducir brechas. En la cadena alimentari­a de la jungla Libertador­es, esta noche Boca se sabe presa. Por eso, Alfaro pondrá el triple cinco, el esquema fetiche de Carlos Bianchi con el que se hizo leyenda. Gustavo Jorge necesita un mediocampo ancho y profundo. Para tapar las bandas y achicar los espacios hacia atrás, también para respadar a Goltz y Júnior Alonso y a Marcelo Weigandt que esta noche se prueba los largos.

En la fase de grupos, Boca fue al frente y con tres jugadas explosivas el Paranaense le cobró un 3-0 que en esta instancia sería lapidario. Alfaro confía en la sangre de Nández, que vendido y todo nunca saca la pierna; en la guapeza de Wanchope para bancarse todo arriba, como tantas veces lo hizo en Huracán, con la esperanza de que el fútbol de Alexis Mac Allister sea el Factor X. Con todo en contra, lo mejor es apostar a lo simple, a lo fácil, a lo básico, como tantas veces hizo Bianchi, un (vi) rey del menos es más. Boca tendrá que inspirarse en él. Y poner una estampita del más grande.

BIANCHI LEVANTÓ TRES COPAS EN BOCA: 00, 01 Y 03

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