¡DE AQUÍ A LA ETERNIDAD!
Y pasan las horas , ver la TV, leer: murió. Y ver tantas y tantos que lo lloran. Abuelos, abuelas, madres, padres, hermanas, hermanos, hijas e hijos que van al Obelisco. Quienes lo vieron, quienes no lo vieron, quienes lo vivieron. Lo lloran hasta los ingleses que lo padecieron. Hoy, sí, el mundo es un pañuelo. Se lo despide en Twitter, en Instagram, en Fiorito, en Snapchat, en Recoleta, en Tik Tok. Desde el más famoso hasta el más ilustre desconocido. Los líderes del mundo y los últimos de la fila. Se lo llora en los pasillos oscuros de cualquier barrio y en los barrios más exclusivos. La cancha del Bicho es un altar: velas, fotos, banderas, pancartas, carteles, miles de fieles. Y la Bombonera. Y el Parque Independencia. Y el estadio del Lobo. Cada esquina del mundo, una sala velatoria. Cada estadio, cada canchita de arcos hechos de buzos, un funeral. El muerto es mucho más que este país: el Obelisco, el dulce de leche, la birome, la Rosada, la inflación, a cuánto cerró el dólar, Favaloro, el peronismo, Lavalle y Florida, las Cataratas, el granero del mundo, Borges, Rayuela, el Papa Francisco. Nadie más que él. Aquí y allá. Por eso lo desgastamos, lo idolatramos, lo veneramos, lo juzgamos (qué locura, desde qué lugar), lo amamos sin compasión. Y hacemos, ahora, lo único que queda, lo que se hace en estas ocasiones: negar. Y recordar.
Dónde estábamos o con quién vez del Azteca, el día del me cortaron las piernas o aquel otro día del yo me equivoqué y pagué. Ver fotos y videos, rememorar goles, frases, anécdotas, yo lo vi aquella vez que..., te acordás de ese gol a..., yo estuve cuando..., mi hijo se llama Diego por Él, mirá dónde lo tengo tatuado .... Historias anónimas. Miles. Millones. Y dicen que estaba solo. Lo fue a despertar una enfermera. No pudo. El tipo al que hoy el mundo llora, solo. ¿Qué lógica puede tener esta necrológica?
Nunca supo comportarse. Ayer, finalmente, se comportó. Como uno más: hizo lo que hacen todos. Ese día que nadie pensaba, llegó. ¿Te imaginás lo que será Argentina
cuando...? Es hoy.
Jugó y se la jugó. Se entregó. Puso el cuerpo, siempre. Dentro y fuera de la cancha. El corazón, ante todo. Bien o mal, jugó. Se equivocó. Pagó. Murió. Un soleado mediodía, en una linda casa del Tigre, tan confortable y ajena. Parece mentira. Es difícil, imposible, pensar cómo Ella pudo ir finalmente a una cita en Segurola y La Habana. Es difícil, imposible, hablar de Diego en pasado, pensarlo en pasado. Yo -sí, primera persona del singular- me niego. Me niego a pensarlo así. Porque vos, yo, todas, todos, sabemos que su historia nunca terminará de escribirse. Diego empezó a jugar otro partido. La lengua afuera. Que ocurrirá otro milagro.
EN EL 87 CON GABY. SIEMPRE APOYANDO. SIEMPRE.