SEGÚN PASAN LOS AÑOS
Gordo, flaco, platinado, con barba, mechón o rulos... Maradona podía cambiar, pero siempre será D10S.
Era único e irrepetible. Diego Armando Maradona podía cambiar de aspecto físico con la misma rapidez con la que gambeteaba cuando llevaba la redonda. Sin embargo, no había ser humano en la faz de la tierra que no lo reconociera. Gordo, flaquito, platinado, con barba, con bigote mexicano, a cara lavada, con vincha, sin vincha, con las mechas largas, con una franja amarilla pintada en la cabeza, con una maraña de rulos al mejor estilo afro, con un arito, con dos, con los abdominales marcados o con una zapán infernal... A lo largo de sus cinematográficos 60 años, y sobre todo desde que gracias al fútbol dejó de ser Diego Armando para transformarse en D10S, la apariencia del hombre que le dio sentido a este hermoso deporte fue mutando a un ritmo frenético. Muchas veces siguiendo la corriente de la moda, como cuando en su época de Pelusa lucía una melena en degradé que se usaba en aquellos tiempos, pero muchas otras siendo él mismo el forjador de tendencias. ¿Cuántos jóvenes y no tanto han sabido llevar, frente en alto, su cabello con una franja ancha decolorada tal como inmortalizó el Diego allá por 1995, en lo que fue su regreso a Boca? Sí, bastante tiempo antes que el famoso mechón de Palermo... Otras veces, en cambio, fue modificando su apariencia debido a determinadas situaciones que le tocó atravesar durante momentos complicados de su vida, incluso cuando aún era jugador. En 1995, un año después del “me cortaron las piernas” que inmortalizó tras el polémico doping en EE.UU, comenzó a desandar el final de su carrera y de a poco fue mutando su físico. Ya en el 98 se lo notaba con algunos kilos arriba y el fin del milenio lo encontró con un platinado furioso y viajando a Cuba para iniciar su rehabilitación, poco tiempo después de la crisis cardíaca que lo tuvo en coma en Punta.
Tiempos bravos los que supo sortear el Diez. Con el correr de los años cambió hábitos, se sometió a dos bypass gástricos, adelgazó, se mostró lúcido, entero, y hasta conduciendo su propio programa de TV (“La Noche del Diez”). Aunque en esa montaña rusa que era su vida también tuvo recaídas, volvió a engordar, a tener otro aspecto muy distinto al Diego jugador. Y así, en ese vaivén emocional y físico, fue sumando décadas y canas: lució su barba tupida, le metió horas al gimnasio hasta tener un lomo cuasi escultural, tuvo que operarse por el problema de sus rodillas, y terminó caminando asistido, pero de pie. Con su corte prolijo, barbijo al tono y buzo de Gimnasia La Plata. Así, al menos, se lo vio por última vez, o al menos lo hizo el gran público, ése que al que no le importaba el look o los kilos, sino lo que representó Diego Armando. Durante toda su vida.