SALTO A EUROPA
En septiembre de 1982, tras brillar en Argentinos y Boca, el Barcelona pagó 1.200 millones de pesetas para comprarlo. Gloria, lesión y piñas...
De Fiorito a Europa, del barro al Camp Nou, del potrero a una de las ligas más importantes del mundo. Luego del golpazo de la Selección en el Mundial de España, y a cambio de unas 1.200 millones de pesetas, Diego Armando Maradona fue transferido al Barcelona, en lo que fue su salto al fútbol europeo.
Disputó su primer partido oficial el 4 de septiembre de aquel 1982, marcando un gol en la derrota 2-1 ante Valencia, pero meses después una hepatitis lo alejó de las canchas. Volvió a jugar en marzo del año siguiente, ya con César Luis Menotti al frente del equipo y el Diez fue protagonista principal en las conquistas de la Copa del Rey y de la Copa de la Liga, esta última nada menos que frente al Real Madrid, generando la ovación de los simpatizantes merengues por el golazo que convirtió en la final, en pleno Bernabéu.
Diego ya era una de las figuras de la liga española cuando Andoni Goikoetxea, defensor del Athletic Bilbao, le fracturó el tobillo izquierdo de un patadón. Tras la operación, los médicos aseguraban que le esperaría cerca de un semestre afuera de las canchas, a pura rehabilitación, pero antes de cumplir los cuatro se volvió a calzar los timbos: en su regreso metió dos goles en el 31 ante Sevilla.
El Barsa volvió a llegar a la final de la Copa del Rey nuevamente y enfrente estaba, otra vez, el equipo de Bilbao. La pica era grande, los días previos ya anunciaban un duelo caliente y el partido cumplió con ese anticipo: mucho roce y exceso de juego brusco, con los antecedentes a flor de piel. Y cuando el juez pitó el final, se armó. El Athletic ganó 1-0 y era campeón, pero no hubo celebración ni entrega de medallas. Sólo una batalla campal entre los jugadores de ambos equipos, con golpes de puño y patadas voladoras, que duró varios minutos. Luego, la Federación Española de Fútbol efectuó varias sanciones y a Diego le cayeron tres meses de suspensión para todas las competencias de ese país. Ese castigo lo alejó de España e, ironías del destino, fue lo que le abrió las puertas de una de sus mejores vivencias: Napoli. En total, en Barcelona, participó de 58 partidos y marcó 38 goles. También esos años marcaron el inicio de su relación con las drogas, según él mismo reconoció en su libro autobiográfico Yo soy el Diego. Pero la pelota, la pelota no se mancha... Y Barcelona, como el mundo entero, lo recordará eternamente.
LOS HINCHAS DEL REAL LO OVACIONARON EN PLENO BERNABÉU.