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ALTO EN EL CIELO

Newell’s también lloró a Diego: llegó en 1993, tuvo un paso fugaz en el que jugó sólo cinco partidos oficiales, pero sembró un amor eterno y fue bandera. La gente dejó flores y mensajes en las paredes del estadio.

- FAVIO VERONA f v e r o n a @ ole.com.ar

El Coloso también supo ser la casa de Diego Maradona. Sólo él pudo haberse convertido en bandera de un club con una ínfima cantidad de partidos jugados. Fue un amor de primavera que quedó grabado a fuego en la memoria de un club y de toda una ciudad. El corazón de Diego también latió por Newell’s. Y Newell’s latió por Diego, quien vivirá en los murales en los que se puede apreciar su estampa en pleno Parque Independen­cia. Su huella quedará para siempre en Rosario, como una marca indeleble. Por ahí también pasó Dios. Y cosechó alegrías. Y fieles. Miles de fieles que no lo olvidarán.

La ciudad que cobija el Monumento a la Bandera también lloró su partida. Desde que se confirmó su fallecimie­nto fueron muchos los que desfilaron por sus calles con el modelo de camiseta que el 10 supo defender. Muchos dejaron flores y mensajes en las paredes del estadio de NOB. Esta historia de amor empezó en 1993. Ese año, Maradona llegó a Newell’s tras su paso por Sevilla, equipo que era dirigido por Carlos Bilardo. Jorge Solari, el técnico de la Lepra, fue quien lo convenció tras una larga negociació­n que incluyó cambiar el horario de los entrenamie­ntos. “Nos juntamos con el Gringo Giusti, quien lo conocía de la Selección, y le dijimos que lo queríamos traer a Newell’s. Se hizo todo en secreto. Viajamos a Buenos Aires para convencerl­o”, comentó el entrenador.

Mientras los medios lo imaginaban en Argentinos o San Lorenzo, si no llegaba algo del exterior, Diego ya tenía elegido su destino y exigió que le aumenten el sueldo a sus nuevos compañeros en Newell’s. El 9 de septiembre firmó su contrato y el lunes 13 fue presentado en una práctica a la que asistieron cerca de 50.000 personas. El 7 de octubre debutó en un amistoso ante Emelec en el que Messi estuvo en la tribuna. “Lo llegué a ver”, contó años después. El 10 de ese mes jugó su primer partido oficial: 1-3 ante Independie­nte en Avellaneda. Las estadístic­as dicen que disputó dos amistosos, cinco encuentros oficiales e hizo un gol. Fue un paso fugaz que sembró un amor eterno.

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DIEGO CON SUS HIJAS DALMA Y GIANINNA EN 1993: TODOS CON LA CAMISETA DE LA LEPRA.

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