LA TRISTEZA NO SE MANCHA
Ofrendas simbólicas que allí están, viéndote ir por ese pasillo iluminado hacia tu eternidad.
Cómo explicártelo, Diego. Cómo expresarte lo que sintieron esos eternos campeones del 86 dentro de ese micro que llegó a Balcarce 50 en un silencio que sólo fue interrumpido por sollozos. Ruggeri, el Vasco, Pumpido. Héroes de México que se acercaron no a despedir al mito, tampoco al hombre, sino a su capitán. Viendo a la Copa del Mundo custodiando a su mejor guardián.
Cómo explicártelo. Ese semicírculo a tu alrededor de tus últimos jugadores. Los muchachos de Gimnasia a los que les agradeciste que te ayudaran a ayudarlo. El dolor del Gallego Méndez, al que elegiste como ladero. También de Gallardo, de Pekerman. Del Gringo Heinze, de
LA COPA DEL MUNDO ESCOLTÓ A SU MEJOR GUARDIÁN.
AL SILENCIO DE LOS HÉROES DEL 86 SÓLO LO CORTARON LOS SOLLOZOS
Maxi Rodríguez. De Tevez y de Palermo. De todo Boca. De Alberto, de Cristina. Y de los únicos tuyos: de Dalma, de Gianinna,
de Jana y Diego Junior. De Dieguito Fernando. De Benja. De Claudia.
Cómo explicártelo, Diego. Si tu sonrisa fue la de todos los que treparon por una reja de la Rosada para alabarte. El grito de Maradona, Maradó. El Diego con la última vocal estirada hasta el infinito. Un grito de adiós, aunque quizás ninguno de los que estuvieron transitando esa plaza realmente sintieron que te fuiste.
Cómo explicártelo. Si ni vos podrías entender lo que hiciste. Trascendiste los puntos cardinales. Fuiste omnipresente: ídolo de La Paternal hasta Tokio. El Potro Rodrigo cantándote en San Paolo. La armónica de Ciro. Todos los estadios iluminados recordándote.