¿LA 12? NO, NO: EL 12

Yo, otra vez, otra vez”, dijo Rafael Santos Borré en el festejo de su gol. Quizás el delantero más importante que tuvo la era Gallardo acababa de gritar otro, el número 48 de su impresionante cosecha. Parecía que no iba a jugar, pero el Máquina estuvo y aportó lo suyo como siempre. Gallardo lo escondió en la semana para no dar pistas de su presencia. Sembró dudas, como las sembró con Casquito, de quien un día antes había dicho que no se sentía cómodo jugando por la derecha. Viejo zorro el Muñe, chamuyero. Ellos dos fueron los pilares de River en un primer tiempo que nos mostró dominantes aunque, otra vez, con algunas flaquezas en defensa, sobre todo por el lado del pibe Martínez. Por suerte, esta vez en el segundo tiempo fue una ametralladora. Dos, tres, cuatro, cinco tiros. Goleada. Y otra Copa. Necesitábamos este título como si fuese un vaso de agua en el desierto. El décimo segundo: 12, un numerito con el que algunos intentan asustar vaya a saber a quién, pero que deben soñar cada noche de sus vidas a la espera de que no se transforme en 13 ó 14.

Este River no es el mismo que aquel perfecto de 2018, 2019 ni al que se le escapó todo por nada en 2020. Ni lo será. Ya el deté había reconocido lo que muchos pensábamos: no encontró reemplazo a la partida de Exequiel Palacios. E íntimamente, también sabe que encontrar un sustituto a Nacho Fernández va a ser muy complejo. Pero por lo visto, a Palavecino ya podemos empezar a decirle “Pala”, porque de a poco se va acomodando como en los inicios del tucumano. Paradela deberá trabajar duro con su zurda para que desaparezca el halo de Nachito que nos sigue desde Belo Horizonte.

Por ahora no seremos tan virtuosos, está claro, pero mantenemos la voracidad y el compromiso. Somos un equipazo. La final de la Supercopa fue el primer paso de un futuro que todos soñamos hermoso. Porque de la mano del Muñeco y de estos jugadores, una vez más, since 2014, tenemos con qué creer.