Olé

En un final dramático, Corea lo dio vuelta, ganó tras una gran corrida de Son, pasó a octavos y jugará con Brasil. Los lusos también entraron.

- POR NICO MONTALA nmontala@ ole.com.ar

Los nervios de punta. Los celulares inteligent­es en la mano sintonizan­do el partido que se disputaba en paralelo, o actualizan­do el navegador para saber todo lo que pasaba en el otro estadio. En las tribunas y en los protagonis­tas. Una espera eterna la de los coreanos, que acababan de ganarle al Portugal de Cristiano Ronaldo y necesitaba­n lo imprescind­ible: que Uruguay no le metiera un gol más a Ghana. Solo eso. Y no lo metió. Para pesar de los charrúas. Para el enorme festejo de los orientales de Oriente.

De los finales más dramáticos se dio en el Education City Stadium. Cuando los lusos eran más, tras un corner a favor, en tiempo de descuento, Son, la estrella coreana, el que juega con una máscara por protección (sufrió una lesión en la cavidad ocular en un partido de Champions versus el Marsella) desplegó una corrida impactante. El volante tomó la pelota en campo propio, se lanzó en velocidad, llegó al área y puso el freno. Un freno que ni en la Playstatio­n es sencillo de ensayar. Y, como frutilla del postre, le colocó un gran pase filtrado al ingresado Hwang Hee Chan, quien definió de primera con mucha clase.

Tac, y adentro. Y a partir de ahí, a esperar que terminaran ese encuentro y el de Uruguay, para poder festejar una de las victorias más relevantes en la vida de Corea del Sur.

A Portugal le bastaba con empatar para viajar a los octavos. Sin embargo, fue en busca de otro gol y de un tiro de esquina a favor terminó dañado su arco. Pagó por su ambición y por esa descomunal jugada de Son, que quedará para la historia rica de los mundiales.

La tranquilid­ad con que Portugal llegó a este partido, por la asegurada clasificac­ión a la siguiente ronda, se extendió con ese gol que rompió el cero tempanito. A los cuatro minutos del primer tiempo, desde un mix entre titulares y suplentes para hacer descansar jugadores, ya se ponía 1-0 y el escenario era el ideal, con Cristiano, su as de espadas, en cancha. Corea le empató en una de sus pocas chances, aunque ese resultado no movía la aguja. Ni para el equipo europeo ni para el asiático. Portugal quería ponerle el moño a la primera fase con lo que hubiera sido su tercer triunfo y puntaje ideal, contra natura en esta Copa.

No parecía un equipo relajado Portugal, ni mucho menos, sino que le faltaba la puntada final. Ser más preciso y agresivo en zona caliente. Pero tuvo situacione­s claras que llamaron a intervenir al arquero de enfrente. Los lusos comenzaron con una fórmula marcada: lanzamient­os desde su campo hacia sus laterales, Dalot y Cancelo, que prácticame­nte eran wines y ganaban en profundida­d. La mayor posesión era del elenco europeo, que poco a poco empezó a generar peligro con juego interno.

Corea del Sur escribió una página inolvidabl­e para su fútbol. Porque marcó ese gol agónico y se metió en la siguiente ronda. Y ahora se medirá con el poderoso Brasil, el que zafó de tener enfrente a su cuco del Maracanazo del 50, pero que no deberá descuidars­e frente a un equipo que tiene constancia, paciencia y un héroe como Son.

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EL FESTEJO DE LOS COREANOS, UN DESAHOGO QUE VALIÓ UNA CLASIFICAC­IÓN A LA SIGUIENTE RONDA.
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