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OTRA DIFERENCIA CON SUS ANTECESORE­S: ESTÁ ACTIVO EN LAS REDES.

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donde armó su propio búnker, una oficina de head coach que no tenían ni Battaglia ni Ibarra, como avisando además que no está de paso, que llegó para quedarse, que la oportunida­d de su vida no la va a dejar pasar así nomás.

De eso se trata, en definitiva. “Hoy vive para Boca. Y lo que es mejor, lo disfruta”, dicen quienes más conocen al DT. Acaso ahí esté la diferencia sustancial de esta versión Almirón. A los 51 años, sabe que es hoy y ahora. Que lo que soñó alguna vez, cuando se sacó esa foto en el barrio de La Boca (con la pared que tenía la leyenda Jorge pintada de azul y oro), es una realidad. Pero que puede no volver a darse nunca más. Por eso, cambió costumbres.ya no viste más el saco negro remis, sino que anda de acá para allá con el equipo deportivo del club y el escudo en el pecho. Así dirige. Así se lo ve cumpliendo una promesa (o “la” promesa) en la Basílica de Luján. Y así se lo ve hasta agradecien­do una picada que le mandó un amigo (también en Instagram).

La presión y la exigencia de Boca hoy él parece asimilarla­s, por qué no amortiguar­las, con ese estado de felicidad. Incluso, a pesar de superar situacione­s comprometi­das, como un inicio de ciclo con dos derrotas al hilo y una caída superclási­ca con serios cuestionam­ientos por un planteo cauteloso. Sin

embargo, el hincha nota un cambio, valora su compromiso, entiende que hay señales de esperanza, de cons

trucción, de trabajo. Y por eso, el vínculo fluye, se suben a la “Almironeta” como ya se animan a llamar algunos a su equipo, o también a la Joggineta, como remarcan otros, por su nuevo look deportivo. Como fuere, hay feeling. Lo hay entre el DT y la gente. Y también entre el DT y los jugadores. Las ganas que Almirón le imprime a su ciclo, todavía en pilotines, pero con algunas muestras de la arquitectu­ra definitiva (por caso, el partido contra Belgrano, amplio dominador de principio a fin), tienen reciprocid­ad en el equipo. “Los jugadores están con ganas de mejorar y lo muestran día a día”, siente él. Sobre todo, porque hay aciertos que lograron un cambio en el juego, en el ánimo y también en la energía. Y de la mano de todo eso, en los resultados, con nueve puntos de los últimos 12. Ese entusiasmo que muestra y que sabe transmitir no sólo se ven en el Predio (“No habla mucho en general, pero se lo ve con unas ganas tremendas”, dicen en Ezeiza). También se reflejan en la cancha. Ahí, pegado a la línea de cal, es otro Almirón, uno bien diferente. Mucho más activo, más enérgico, más en modo Simeone. Bien distinto al que acusaban en España de tener una pasividad que atentaba contra el espíritu del equipo (el Elche). Entendió que para dirigir a Boca debía cambiar su forma de moverse en el corralito, que este club le pedía y le exigía otra presencia, más allá de que en varias ocasiones se pasó de rosca (vio la roja en dos partidos: Central y River).

El clima de práctica también es otro. Más allá de una mayor intensidad, se habla más, se charla más, se explica más. Es habitual ver a Almirón apoyarse en los referentes para seguir imprimiénd­ole su sello al equipo, ganándole tiempo al tiempo con cumbres particular­es y videos, mientras el equipo compite sin tregua y con bajas de todo tipo.

“¿Si estamos sorprendid­os por su trabajo? Labura muy bien, pero sobre todo, se lo ve bien a él de ánimo, de espíritu. Le dedica muchas horas al club”, dicen también puertas adentro del Predio. Almirón, como alguna vez dijo Guillermo Barros Schelotto, sabe que Boca es 24/7. Pero lejos de sufrirlo, se atreve a disfrutarl­o. “¿No viste la cara que tenía cuando entró el otro día a la Bombonera? Y eso que venía de perder el superclási­co, eh”.. Sí, el jugador número goce...

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