GRACIAS RAFA, NO DEBÉS NADA

Como una especie de un Ushuaia a La Quiaca sería el mapa de lesiones de Rafa Nadal. Desde el pie hasta el hombro. Le faltó la cabeza, en la que en todo caso puede estar perdiendo el pelo, pero dentro de ella se genera toda la maquinaria que lo hizo uno de los más grandes. Se suman rodillas, abdomen, muñecas y costillas. La lista que llega a unas 25 lesiones en 20 temporadas comenzó, bien grande, con una fractura de pie en el 2004, nada de chiquitas. Un año después el español empezó a enhebrar triunfos en Roland Garros, donde sumó 14 títulos y no irá por un 15°. El manacorí, en conferencia, dijo que se baja del Abierto francés y que probablemente no juegue más este año para tratar de retirarse dentro de una cancha en el 2024.

Si un toro como Nadal no va al frente, la estocada debe ser aguda. No letal, todavía, porque él se trazó un horizonte de ilusiones. Siempre que pueda disfrutar sin padecer.

VUELVA O NO, YA ES HISTORIA. NOS QUEDA DJOKOVIC.

Sea como fuere, y por más que aún se crea en espejitos de colores, la imagen que refleja Nadal es de un tenista que dio todo, quedó en la historia y, si tiene algo más en el carretel, será una especie de vuelta olímpica para honrarlo con aplausos y alguna lágrima. Huele a lógica retirada, como sucedió el año pasado con Roger Federer. El suizo intentó pero el cuerpo lo puso en caja. También pensó en su familia, ya padre de cuatro décadas. Como Nadal, de 36, quien fue papá en el 2022 y quizá esté realmente más cerca de la mamadera que de la raqueta. Al menos como se lo conoce, competitivo, corriendo desde los pasillos antes de entrar a la cancha a ganar, no para solo participar.

Así es, todo tiene un final, aunque duela -no solo a él. Sin embargo, la mitad del vaso nos muestra que fuimos contemporáneos de la mejor época del tenis, el glorioso Big 3 que nos llenó la panza. Por eso, disfrutemos a Djokovic, que todavía nos sigue alimentando con su tenis.