“NOS PEDÍA HACER FELIZ A LA GENTE”
Miguel Brindisi, figura del Globo 73, recuerda al Flaco: “No se va a ir nunca. Ya es leyenda”. Cómo nació aquel equipo, lo que significó, sus charlas técnicas de “cinco minutos” y más.
El Huracán del 73 de Cesár Luis Menotti fue la base fundacional del pensamiento y del estilo del Flaco. Allí comenzó todo lo que luego explotaría con la consagración de la Selección en el Mundial 78. Miguel Ángel Brindisi, protagonista fundamental de aquel equipo que marcó una época y que fue campeón del Metropolitano, charló con
Olé tras el fallecimiento del entrenador a los 85 años: “Yo sabía que el Flaco la venía peleando, pero fue duro. la noticia me impactó. Pasa que a veces uno llega a pensar que gente como él no se va a ir nunca. César volvió a vivir desde el momento en el que se fue. Se convirtió en inmortal y leyenda, está clase de personajes tan grandes no se va nunca. Su legado va a ser una fuente de consulta permanente. Sus ideas van a seguir estando”.
-Vos viviste el nacimiento de la leyenda, ¿qué te genera haber sido parte de aquel Huracán del 73, una de las principales obras maestras del Flaco? -Yo siempre digo que son dos tránsitos. Uno es el que dejó para que todos puedan ver sus trabajos, su honestidad intelectual, la reivindicación del fútbol argentino, su forma de ser y de convencer. De ahí surge la Nuestra. Él decía que los brasileños tenían la de ellos y nosotros, los argentinos, La Nuestra. Logró jerarquizar al entrenador nacional. Y después tenés todas las experiencias vividas por uno mismo. Cuando el Flaco llega a Huracán, éramos todos pibes acostumbrados a tener tres entrenadores por año. Era una época en la que el club convivía con la carencia por la falta de pago, de infraestructura… Y con la llegada del Flaco se acomodó todo. Yo crecí con él.
-¿Y cómo construyó ese equipo?
-Empezó a traer jugadores que estaban libres. Trajo a Jorge Carrascosa y a Alberto Fanessi, que habían quedado libres en Central. De Racing trajo al Coco Basile y a Nelson Chabay, que venían de ganar todo. Fatiga Russo llegó después de no jugar ocho meses en Central Córdoba. Él fue un escultor que iba perfeccionándonos para llegar a una forma de juego, “su” forma de juego. Pero dentro de todo eso, lo que más destaco es la convicción. A través de su convencimiento nos hizo jugar a la pelota. Trasladó la calle de adoquines y la pelota pulpo a un rectángulo profesional. La primera consigna fue: “Si ustedes no son felices, no van a trasmitir felicidad”. En el 72 terminamos terceros, y ahí el Flaco dijo que iba a traer un jugador que era el que faltaba para terminar la escultura. Y un día de pretemporada en Mar del Plata nos avisó que estaba llegando ese jugador que tanto había buscado para poder pelear el título. Era René Houseman. Cuando lo vimos, lo que menos parecía era jugador de fútbol, pero cuando fuimos al entrenamiento era impresionante. Después de esa práctica, le dijimos: “Flaco, vamos a salir campeones”. Y así fue. Y te digo algo, por aquel entonces a los que jugábamos en la Selección, no nos dejaban jugar los domingos. Si estábamos todos, éramos campeones antes. Ese equipo era feliz, todos los que jugábamos éramos felices jugando al fútbol. Los rivales nos felicitaban por la forma de jugar. Nos aplaudió Rosario Central, que tenía una forma de jugar muy diferente a la nuestra. Logramos cosas imposibles.
-Alguna vez dijiste que las charlas del Flaco duraban cinco minutos, de los cuales dos los dedicaba a ponerse el saco y prender un cigarrillo, mientras que los tres restantes eran para hablar de fútbol, ¿les transmitía la sencillez de jugar al fútbol?
-Sus charlas eran breves y podían salir para cualquier lado. A veces nos preguntaba cuánta gente creíamos que había en el estadio. Y a partir de eso nos decía: “Con tanta gente que los viene a ver, porque no agarran la pelota y meten un caño de ida, de vuelta… Hagan feliz a la gente”. Hay otros entrenadores que prefieren dar charlas de otro estilo, pero las de él eran así. Te daba mucha confianza cuando te decía eso, porque te lo decía convencido. Era un modelo distinguido que lo combinaba con un rosarino atorrante con mucha calle. Los que tuvimos la suerte de tenerlo desde el principio, siempre fue igual. Pese a los éxitos, nunca se mareó y mantuvo la bandera de su estilo bien alta.
-¿Es el primer revolucionario del fútbol argentino?
-De eso que no te quepa ninguna duda. Menotti fue el puntapié inicial de la organización del fútbol argentino. Yo estuve en el Mundial de Alemania 74 y era todo una desorganización. El Flaco disciplinó al fútbol argentino. Fue el primero en federalizar las convocatorias de la Selección. Antes de Menotti, en la Selección solo jugaban los que estaban en Capital Federal. Él estableció la selección del Interior que dirigía el Gitano Juárez. Muchos de esos jugadores terminaron jugando en el 78. Al único del exterior que llamó fue a Kempes, que por aquel entonces era Maradona y Messi juntos.
-Sin él, ganar ese Mundial hubiera sido imposible...
-Sin dudas. Él fue el gran gestor de ese título. La AFA estaba muy desorganizada y, sin él, dudo que hubieran podido consagrarse. Yo viví la transformación en carne propia. Vi la desorganización que era la Selección, en la que aprendí todo lo que no hay que hacer para tener éxito y luego, con la llegada del Flaco, viví lo que era estar en una Selección de orden, respeto y apertura. Para que todo eso ocurriera, tuvo que existir un líder y ese fue el Flaco. Y algo que quiero destacar: nunca traicionó su idea y su accionar, siempre era en virtud de respetar sus ideales. Y más allá de lo que hizo con los jugadores, logró jerarquizar el puesto de entrenador. Nunca rompió un contrato más allá de los resultados.