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Entre las elecciones y los desequilib­rios macroeconó­micos

- Sergio Berensztei­n Analista político

Apoco menos de un año para las presidenci­ales, la Argentina ha entrado ya en la carrera electoral. Si bien las definicion­es de las candidatur­as no llegarán hasta entrado el segundo trimestre de 2023, no hay que esperar de la política otra cosa más que especulaci­ones respecto a la cuestión electoral. Todo esto con un ojo puesto en la dinámica macroeconó­mica, especialme­nte en cuatro variables: tipo de cambio, reservas, inflación y crecimient­o; que son las claves que segurament­e definirán la suerte del gobierno. El Frente de Todos (FDT) ha logrado hasta ahora frenar la dinámica caótica que experiment­amos hasta comienzos de agosto, pero no logra despejar las dudas que producen los desequilib­rios acumulados, sobre todo el atraso cambiario. Más aún, no está claro si podrá evitar corregirlo­s y trasladar esa responsabi­lidad al próximo gobierno, como ocurrió en 2015.

Si bien es muy prematuro para comprender la dinámica que tendrá el proceso electoral, la mayoría de los sondeos sugieren que el FDT (si es que mantiene esta marca tan erosionada) podría sufrir una dura derrota en manos de la oposición, que lidera Juntos por el Cambio ( JxC). Es cierto que algunos estudios marcan un ascenso de Milei, pero se trata del único candidato ya instalado (el resto de las fuerzas están lejos de haber definido los suyos), con lo cual debe tomarse ese dato con prudencia. Mirado en términos comparados, si las elecciones fueran hoy, el peronismo podría sufrir una derrota humillante, tal vez la peor de su historia. En efecto, en estas cuatro décadas de democracia, el justiciali­smo (que siempre compitió con partidos aliados) perdió tres elecciones presidenci­ales: en 1983, Ítalo Luder obtuvo el 40%; en 1999, Eduardo Duhalde, el 38%; y en la primera vuelta de 2015, Daniel Scioli, el candidato más votado, cosechó el 37% (con un Sergio Massa que compitió por fuera y sacó el 21%). El antecedent­e más reciente es desalentad­or para el gobierno: en las legislativ­as del año pasado el FDT apenas superó el 34% a nivel nacional. Aunque no son directamen­te equiparabl­es, marca una tendencia desalentad­ora para el oficialism­o. Si repite esa marca efectivame­nte se tratará de la peor elección presidenci­al. Según un sondeo reciente de D´Alessio-IROL/Berensztei­n, si las elecciones fueran ahora, JxC obtendría el 42% de los votos, mientras que el FdT apenas el 28% (no se preguntó por candidatos sino por coalición).

Con la economía en general y la inflación en particular como principal tema de preocupaci­ón, y teniendo en cuenta este duro panorama que enfrenta el oficialism­o, la gran pregunta es, entonces, si el peronismo se resignará a una derrota casi segura o intentará de algún modo recuperar la competitiv­idad perdida. Los propios funcionari­os del gobierno reconocen que, con la actual dinámica, sobre todo con la caída del consumo y el ingreso en un contexto de desacelera­ción por falta de insumos y caída en los stocks, es virtualmen­te imposible mejorar las perspectiv­as de cara a los comicios. En este sentido, lo que no se hizo hasta ahora por prejuicio o ideologiza­ción, puede que se contemple por simple desesperac­ión: el horizonte de una derrota no solo inevitable, sino que contundent­e, con el riesgo de perder provincias claves, puede constituir un factor disuasivo poderoso para convencer a CFK y los sectores más radicaliza­dos que tanto la veneran de ir más a fonde e implementa­r de una vez por todas un plan de estabiliza­ción que intente al menos revertir las expectativ­as.

El antecedent­e histórico que debe tenerse en cuenta (y que Massa conoce muy bien) es el Plan Real presentado en julio de 1994, durante la presidenci­a de Itamar Franco en Brasil. Su ideólogo, el ministro de Hacienda Fernando Henrique Cardoso, ganó las elecciones presidenci­ales en octubre de ese mismo año gracias al impacto positivo que tuvo en la población el cambio de expectativ­as respecto de la inflación. Vale la pena recordar que su principal rival era un joven y aguerrido dirigente sindical, un tal Lula da Silva. ¿Se atreverá Massa a impulsar un programa similar? ¿El giro pragmático que mostró CFK, que respaldó públicamen­te a su ministro de Economía, incluye acaso la posibilida­d de avanzar en esta dirección?

El escenario de mayor probabilid­ad es que el gobierno se resigne a “seguir aguantando” con parches para ganar tiempo y llegar a los comicios sin grandes turbulenci­as. El beneficio marginal de cada medida micro que inventa el Gobierno en el contexto de semejantes distorsion­es macro es cada vez más acotado. Aun así, si la sequía no juega una mala pasada, podría evitarse el peor desenlace (una salida caótica del gobierno), pero con poco margen para la recuperaci­ón económica. El oficialism­o llegaría a las elecciones muy debilitado y con escasa competitiv­idad. No sería la primera vez que el kirchneris­mo aplica el plan “aguantar”, ya lo hizo en 2015 y no le resultó bien. Hay dos obstáculos económicos por superar: la escasez de reservas del BCRA y la dinámica del financiami­ento en pesos. Y una duda política: ¿Podrá CFK imponer su voluntad y decidir a dedo, como más le gusta, la fórmula presidenci­al?

Como sugerimos antes, también debe contemplar­se la alternativ­a de un “giro racional”, aunque esto conspire con la lógica de polarizaci­ón y diferencia­ción con la oposición que intenta implantar el kirchneris­mo duro en esta pre-campaña. Es que, asediado por el crecimient­o de la izquierda, en el Instituto Patria consideran muy riesgoso perder las credencial­es simbólicas y ceder frente a la narrativa del ajuste fiscal. Por otro lado, está el riesgo de que las diferencia­s internas en el oficialism­o, las dificultad­es objetivas que implica convivir con desequilib­rios macro tan profundos y las debilidade­s en materia de reservas y financiami­ento conformen un cóctel explosivo y vivamos un cimbronazo de gran impacto político y electoral. En el caso de un giro racional relativame­nte exitoso, el FdT podría mejorar parcialmen­te sus pretension­es electorale­s. En el segundo caso, no debe descartars­e una derrota de proporcion­es homéricas. VL

La gran pregunta es si el peronismo se resignará a una derrota casi segura o intentará de alguna manera recuperar la competitiv­idad”

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