Pensar en puentes, no en atajos
El inicio de un nuevo ciclo político está acompañado de una necesaria renovación de expectativas. Esta recarga es una parte natural del proceso electoral, ya que las urnas están diseñadas para convertirse en receptoras de confianza. Lo que no debe habilitar una elección es la sensación de que un país se puede resetear. Las apuestas al futuro de ninguna manera borran el pasado. Por el contrario, tener un diagnóstico de los desvíos ocurridos y aceptar mecanismos para corregirlos es un paso imprescindible y saludable para cualquier democracia. El tránsito que espera a la Argentina es complejo por donde se lo mire. Las enfermedades crónicas de su economía fueron desestabilizadas por el impacto de una sequía histórica. La escasez de divisas, un drama recurrente para un país que no logra entender que siempre está a tiro del clima (como le pasó en 2012 y 2018) o de shocks externos (como la crisis subprime del 2008 o el ciclo de suba de tasas de 2018 y 2022), se potenció de la peor manera. Y por esa razón, a falta de políticas prudentes que ayuden a moderar el impacto de estos contextos adversos, la alternativa que siempre queda en pie es el intervencionismo extremo.
El desafío inicial del nuevo ciclo está concentrado en desarmar el laberinto de cañerías creado para que los dos componentes más inestables del sistema se toquen lo menos posible. La pandemia, por un lado, dio lugar a una hiperemisión de pesos equivalente a 8 puntos del PBI. La sequía, por su parte, “evaporó” u$s 20.000 millones. La estrategia para el primer problema fue armar un lago artificial de pesos, en donde la carnada fuera la tasa de interés que financiaba el Banco Central a través de las Leliq. Pero contener ese enorme dique se hizo casi imposible. Del otro lado, la sequía de dólares creó una presión inevitable sobre la cotización de los cambios financieros (los únicos disponibles) que se transformó en proyecciones crecientes de inflación. Las innumerables llaves de paso instaladas en el circuito debilitaron a buena parte del aparato productivo, que hoy necesita una transfusión urgente de divisas.
Las empresas, como lo exponen los calificados testimonios que recoge esta edición de La visión de los líderes, esperan que la dirigencia argentina pueda construir un puente que los reinstale en el sendero del crecimiento. Nadie pide magia. Pero esperan que el esfuerzo, hoy un paso ineludible, no recaiga siempre sobre los mismos hombros de siempre.
En 2024, el agro recuperará su rol de generador de divisas. Junto con otros sectores, como la energía, la minería y la economía del conocimiento, podrían aportar en conjunto cerca de u$s 40.000 millones y revertir la escasez de este año. Pero las cuentas acumuladas que hay que bajar también son altas. El sector público necesita divisas para cancelar obligaciones financieras (sin contar al FMI, hasta abril son u$s 5000 millones), y el BCRA tiene que poner sus reservas nuevamente en un nivel aceptable (hoy son negativas en cerca de u$s 10.000 millones). Como si fuese poco, hay que darle una salida a los compromisos de pago que tienen muchas empresas importadoras con sus casas matrices, una deuda de u$s 20.000 millones acumulada entre enero de 2022 y septiembre de 2023.
Queda a la vista que más allá de un flujo prometedor de divisas, que en realidad expresa ingresos que van a darse a lo largo de todo un año, las necesidades de corto plazo son mayores. Y es por eso que más allá de contar con las habilidades técnicas para ordenar y priorizar este exigente calendario, será necesario que la próxima administración tenga capacidad de consensuar políticas y consolidar esfuerzos. Los riesgos están diseminados en todos los frentes, no solo el financiero. Hará falta crear un nuevo régimen cambiario y darle credibilidad con un ancla fiscal que sirva para mantener abierto el financiamiento. Dicho en otras palabras, habrá que activar un conjunto de reformas que puedan ser respaldadas por el Congreso cuanto antes. No con la ilusión de que los problemas se pueden borrar, sino con la esperanza de evitar los atajos y tomar un camino en el que la mayoría esté de acuerdo. VL