Sin margen de maniobra
El informe, elaborado por Moody’s, circuló como reguero de pólvora. Presagia el escenario 2024 de la Argentina, ganase quien ganase. “El ajuste macro-fiscal es inevitable”, avizora. Advierte que no será fácil. Los “importantes desequilibrios macroeconómicos y fiscales”, define, “que frenan la actividad económica, distorsionan los precios relativos y reducen el poder adquisitivo”, agrega, “exigen medidas”, asegura.
Sea uno u otro el nuevo inquilino de la Quinta de Olivos –cuando usted lea esto, estimado lector, la Argentina ya lo habrá decidido–, las distorsiones económicas, presagia Moody’s, “aumentan el riesgo de que se produzca un evento de crédito soberano en 2024-2025”. Sutil eufemismo para no apelar a la palabra maldita: default. En un caso, porque el eventual ganador, por su instinto de supervivencia, adoptará medidas correctivas menores para evitar la agitación política y social, vislumbra. En el otro, porque estará limitado por desafíos de gobernabilidad, “que obstaculizarán su ambiciosa agenda de reformas”.
En ese contexto, la calidad crediticia de las empresas no financieras empeorará, a causa de los problemas económicos, proyecta. Apunta a la permanencia de los controles de cambio, “que dificultan el refinanciamiento de la deuda externa y esto aumenta el riesgo crediticio”.
Sin embargo, ve una mitad llena en ese vaso: “La fortaleza financiera de las empresas argentinas se mantendrá relativamente sólida, con una relación deuda bruta/ebitda muy inferior a la de otras empresas”. La tranquilidad, desde ya, no es absoluta. “Las amortizaciones a corto plazo son manejables. Pero los riesgos de financiamiento aumentarán en 2025, especialmente, en el caso de la deuda externa”.
En ese escenario, la incertidumbre es la única certeza. Aun así, más en modo “resiliencia” que otra cosa, los CEO planifican su 2024. Tienen ideas, planes, proyectos. Avanzan con iniciativas para capturar oportunidades y sentar las bases locales de revoluciones globales que están transformando sus industrias. Ocurrió sistemáticamente desde la recuperación democrática. En la Argentina, cada recambio presidencial es una esperanza renovada. Lo que significa, también, que hubo 40 años de fracasos y frustraciones. El desafío, ahora, es enorme, inversamente proporcional al margen de maniobra. La economía tiene altos niveles de deterioro económico y social, con indicadores, incluso, en estados cercanos a la calamidad. Descalabros fiscales y monetarios, cuyo mayor costo fue la trituración de la moneda y que no tuvieron los resultados proclamados: más de cuatro de 10 argentinos son pobres. La cifra amenaza elevarse, con inflaciones proyectadas de hasta el 300% para el año entrante. A favor, contará con la riqueza de sus recursos naturales, el potencial de sectores económicos, a pesar de todo, dinámicos y, fundamentalmente, los primeros aires de otro viento de cola externo, soplo vital que, históricamente, le evitó al país la ingrata tarea de afrontar sus vicios y desajustes.. VL