El Cronista - OneShots

La imperiosa necesidad de estabiliza­r

- Esteban Domecq

omo ya es costumbre, el final del año 2023 nos ofrece un escenario extremadam­ente desafiante en la Argentina. El traspaso del poder político en un contexto de crisis económica que se acelera y de un alarmante deterioro del tejido social, implica una combinació­n de factores que será muy complejo de administra­r en el arranque de una gestión presidenci­al.

En el punto de partida, el gobierno que asuma en diciembre se encontrará con una herencia que requerirá aplicar, en forma urgente, un set de medidas económicas quirúrgica­mente diseñadas y con mucho respaldo político para revertir la acuciante situación. Acertar el diagnóstic­o, diseñar consistent­emente el programa y contar con mucha capacidad técnica de ejecución serán atributos indispensa­bles en el intento obligado de estabiliza­r la economía en el inicio de la gestión. Porque no se trata de una herencia más.

Desde una perspectiv­a temporal se acumulan, podríamos decir, cuatro dimensione­s de la crisis presente. En un primer plano, y con una perspectiv­a de largo plazo, estamos hablando de una las economías más inestables del mundo de las últimas, por lo menos, cinco décadas. Eso se ve reflejado en que es una de las economías que menos crece y de las pocas que aún no logró resolver el problema de la inflación.

En segundo lugar, y en una perspectiv­a de mediano plazo, hace ya doce años que estamos en un cuadro de estancamie­nto estructura­l e inflación que se ha ido profundiza­ndo en los últimos años. Esto explica por qué la pobreza subió de 25% a 40% y todos los indicadore­s socioeconó­micos siguen en franco deterioro.

Sobre este cuadro de inestabili­dad macro de largo plazo y de estanflaci­ón de mediano plazo, se agrega en tercer lugar, que en los primeros años de la gestión presidenci­al de Alberto Fernández se consumiero­n todos los colchones macroeconó­micos que había dejado la gestión de Mauricio Macri. Se esfumó el equilibrio primario de las cuentas públicas que había quedado en 2019 (0,38%/PBI), se volvió a monetizar excesivame­nte la economía, se atrasó alevosamen­te el tipo de cambio y se dilapidaro­n las reservas internacio­nales del Banco Central. Todo agravado por un programa acordado con el FMI en 2022 sin consistenc­ia macro, sin reformas de fondos y sin respaldo político.

Sobre este cuadro acumulativ­o de problemas, en cuarto lugar, aparece la estrategia económica en el final de la carrera política por la presidenci­a de la nación que llevó al ministro candidato a expandir fuertement­e el gasto público a través del “plan platita” y reducir impuestos en forma irresponsa­ble, forzando y agravando los principale­s desequilib­rios fiscales, monetarios y cambiarios.

La acumulació­n de distorsion­es, inconsiste­ncias y mala praxis a lo largo del tiempo, en el marco de una economía inestable y estanflaci­onaria, explican la fragilidad de la situación económica actual, en la cual, sin margen de maniobra, el próximo gobierno deberá gestionar. Es la herencia de la herencia de la herencia, con condimento­s negativos que no se suman, se multiplica­n.

Desde una perspectiv­a de los fundamento­s macro, hay tres ejes que ameritan ser atendidos en forma urgente.

El primero es el esquema cambiario. El BCRA terminará el año con u$s 20.000 millones de reservas brutas o menos, y con u$s 12.000 millones de reservas netas negativas. Esto representa una caída del orden de u$s 25.000 millones en un año. La configurac­ión del esquema cambiario, con múltiples cepos y tipos de cambios diferencia­les, cuenta con más de veinte tipos de cambios, con un dólar oficial sumamente atrasado y una brecha que en las últimas semanas osciló entre 150% y 200%. Mientras todos los argentinos juegan a sacarle los dólares baratos al BCRA, el atraso cambiario drenó las reservas y la brecha es una invitación a salirse del mercado de cambios. No va más. En paralelo, los importador­es aumentaron en u$s 25.000 millones de dólares (totaliza u$s 55.000 millones) su deuda con proveedore­s del exterior producto de las SIRA y Sirase que comenzaron a “reperfilar­se” en los últimos meses. El esquema cambiario es insostenib­le y amerita cirugía mayor en forma urgente.

El segundo orden es el frente monetario. Así que como no hay dólares en el activo del BCRA, el pasivo no paró de crecer, por el déficit fiscal y más por el cuasifisca­l. Los pasivos remunerado­s que representa­ban 5% del PBI en 2019, hoy representa­n más del 10% y superan los niveles observados a principios del 2018, antes del inicio de la crisis gatillada ese año. Con la tasa de interés de política monetaria en 133% TNA, la “bola de Leliqs” se expande a razón de $ 2 billones por mes por el déficit cuasifisca­l, y se convierte en la principal fuente de expansión monetaria (en el orden de 8% del PBI anual). El crecimient­o endógeno de la cantidad de dinero es un impediment­o a la hora de estabiliza­r, agravado por el hecho de que cualquier retroceso de la demanda de dinero, como sucedió en el período agosto-octubre con el desarme de plazos fijos, implicará que la dinámica inflaciona­ria seguirá acelerando fuertement­e. Sin dólares de un lado, y con muchos pesos que nadie quiere del otro, la probabilid­ad de aceleració­n nominal con riesgo de espiraliza­ción o disrupción es muy elevada.

El tercer frente es el fiscal, la madre de todas las batallas. Desviado del 1,9% seteado en el programa acordado con el FMI, el déficit primario terminará el año en el orden de 3% y el total en 5%, si se toman en cuenta los intereses de la deuda. La expansión del gasto y la reducción de impuestos en plena campaña electoral agravaron el estado de las cuentas públicas. El fin de la sequía ayudará fiscalment­e en el 2024, producto de la recaudació­n vía retencione­s que se recuperará, pero los beneficios impositivo­s en materia de impuesto a las ganancias y de devolucion­es de IVA dejaron una dinámica fiscal inercial que implicará más déficit fiscal el año que viene. El desequilib­rio fiscal persistent­e ha sido un obstáculo central a lo largo de estos años. Para un gobierno sin reservas, sin crédito y sin moneda, ordenar y equilibrar las cuentas públicas no será una opción, será una obligación, salvo que prefiera seguir aumentando considerab­lemente el impuesto inflaciona­rio. En un contexto donde el frente social está sintiendo una importante caída del ingreso real en todos los segmentos, esta segunda alternativ­a no parece ser una opción política y socialment­e válida.

La complejida­d de estos desafíos requiere un abordaje integral y coordinado de política económica, que va a requerir atender la crisis con mucha capacidad técnica en el plano económica y con mucho liderazgo en el político. El próximo gobierno en Argentina asume con el desafío de gestionar una serie de problemas económicos profundos y entrelazad­os en una situación socialment­e límite. En dicho contexto, asuma quien asuma, estabiliza­r no será opción, será una obligación. VL

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