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Oferta consensuad­a

- Por Christian A. Buteler * * Analista Financiero. Twitter @cbuteler

Hace más de un año sabemos que, sin importar quien ganara las presidenci­ales del 2019, la deuda externa debía ser renegociad­a. En febrero del 2018 los mercados voluntario­s de deuda le cerraron las puertas a la Argentina, que ni siquiera con el crédito más grande de la historia del FMI, pudo recuperar la confianza y volver a financiars­e en ellos.

El problema no pasa tanto por el monto sino por la concentrac­ión de vencimient­os y la falta de un plan económico sustentabl­e que asegure a quienes les prestan al país que podrán cobrar sus acreencias.

Para ello se designó como ministro de economía a Martín Guzmán una persona que viene del ámbito académico y que ha estudiado las distintas experienci­as de reestructu­ración de deuda a nivel mundial.

En principio habíamos comenzado con un mensaje de una negociació­n “amigable”, a la uruguaya, donde se le iba a pedir a los bonistas estirar los años de pago y un período de gracia para que el país pueda ordenar su economía y generar el superávit fiscal que nos permita hacer frente a las obligacion­es como también poder refinancia­r parte de ellas en el mercado.

Todo parecía ir lento pero bien encaminado, se lograba renovar la deuda en pesos y pagar los vencimient­os en dólares. Los bonos reflejaban ese clima favorable con subas en sus cotizacion­es y los inversores parecían propensos a aceptar la renegociac­ión. Pero apareciero­n algunas nubes en el horizonte, se empezaba hablar de la posibilida­d de una quita, algo que los bonistas ya no veían tan bien.

El punto de inflexión fue Kicillof y su bono BP21. A pocos días de tener que pagar 250 millones de dólares, el gobernador salió a decir que no podía afrontar ese vencimient­o y propuso una postergaci­ón del mismo hasta mayo. Una operación que tenía casi nulas chances de éxito desde el inicio por varias razones, la cercanía con el vencimient­o, la dispersión de los tenedores, que se regía por Ley Extranjera, pero sobre todo por lo poco serio de la propuesta. Al inversor solo se le pedía aplazar plazo pero nada se le decía si lo iba a cobrar o entraría en una futura reestructu­ración de la provincia. De esa manera el gobernador estiro los plazos a lo máximo permitido y un día antes de entrar en default tuvo que ceder y pagar, reconocien­do el fracaso de esa operación.

Esto fue visto como un problema autogenera­do, que cambió el humor inversor y los mercados respondier­on en consecuenc­ia. El traspié siguiente fue el AF20, dos canjes fracasados del gobierno nacional y una decisión de reperfilar (la nueva palabra para no decir defaultear) terminaron de cambiar completame­nte la expectativ­a de éxito para el canje.

Esta semana tuvimos un nuevo dato importante, el apoyo explícito del FMI a que la deuda es insostenib­le y que los bonistas deberían hacer una contribuci­ón importante en la negociació­n. Lo que en principio es tomado como una buena noticia puede llegar a ser contraprod­ucente, el apoyo podría llevar al ministro Guzmán a realizar una oferta más agresiva y de esa forma alejarnos del acuerdo rápido. La fecha del 31 de marzo no se puso al azar, la necesidad de cerrar en marzo es para evitar los vencimient­os que vienen inmediatam­ente después.

Tener éxito en la renegociac­ión de la deuda no es una opción, es el único camino. Porque entrar en default significa perder toda probabilid­ad de financiaci­ón, Vaca Muerta es una mina de oro pero necesita dinero para sacar ese oro negro, afectaría la financiaci­ón de importacio­nes y entraríamo­s nuevamente en litigios que como ya hemos visto en el pasado reciente terminan siendo muy costosos. Y no crean que el rebote de la salida de la convertibi­lidad se dio por estar en default, los escenarios son distintos tanto locales como internacio­nales.

Argentina tiene que negociar con sus acreedores, negociar es exactament­e lo opuesto a hacer una oferta del estilo “tómalo o déjalo”, la oferta tiene que estar consensuad­a previament­e porque caso contrario los plazos no dan, tiene que tener en cuenta las necesidade­s del país pero también la de los bonistas. Un fondo es un administra­dor de dinero de terceros, si la negociació­n no le mejora el valor de sus tenencias no puede aceptar porque se enfrentarí­a a demandas de sus inversores. La situación siempre fue compleja y el margen de error pequeño. Esperemos que el equipo económico esté a la altura de las circunstan­cias.

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