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Bolsonaro y el fin de la “normalidad democrátic­a”

Octavo día de cacerolazo­s y protestas contra el presidente de Brasil El mandatario brasileño repitió que hay que salir a trabajar porque el Covid-19 es una enfermedad de gravedad menor, una “gripecita”. Alertan sobre el peligro en las favelas.

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ba”. El ocupante del Palacio del Planalto ya ha cometido varios delitos que justifican un impeachmen­t, entre ellos varias de sus medidas respecto al Covid-19 , apuntó Portella al sitio Brasil Actual, ligado a la Central Unica de los Trabajador­es (CUT). En su carrera desestabil­izadora (en la que confía sacar partido) el presidente carga contra trabajador­es y partidos populares y democático­s, pero al mismo tiempo lo hace contra dirigentes derechista­s que hasta poco tiempo atrás fueron sus aliados como el gobernador de San Pablo, Joao Doria, del Partido de la Socialdemo­cracia Brasileña (PSDB), y Wilson Witzel, jefe del gobierno de Río de Janeiro, del Partido Social Liberal (PSL).

A Doria y Witzerl los calificó como “demagogos” por haber suspendido las actividade­s económicas y cerrado las escuelas, para evitar que la población circule por San Pablo y Río de Janeiro.

El caso es que el mandatario de ultraderec­ha comienza a ser visto como una rareza mundial: se opone a la cuarentena con el mismo autismo con que rechaza implementa­r medidas económicas de salvataje para los desocupado­s y los trabajador­es que perderán sus empleos, iniciativa­s a las que están apelando hasta los gobiernos conservado­res y centristas de los países de economías más desarrolla­das. Incluso el próprio Donald Trump, de quien Bolsonaro es devoto, acepta liberar fondos para campear la crisis.

En cambio, Bolsonaro alega que el aislamient­o en masa derivará en un parate de la economía, desocupaci­ón y descontent­o. Durante una videoconfe­rencia con gobernador­es finalizada ayer al mediodía el mandatario no se privó de ataques casi ofensivos que lo aíslan cada vez más, generando un vacío político considerab­le. En ese sentido, hoy repitió parte de lo dicho en cadena de radio y televisión el martes por la noche: hay que salir a trabajar porque el virus es una enfermedad menor, una “gripecita”.

El mensaje en cadena fue reprobado por sonoros cacerolazo­s en San Pablo, Río de Janeiro, Brasilia, Porto Alegre y prácticame­nte todas las capitales del país. Desde los balcones de barrios de clase media y media alta se gritó, con bastante enojo, “Fuera Bolsonaro” e “Impeachmen­t”. Este martes fue el octavo día seguido de protestas con tachos y cacerolas, de miles de indignados (quizás cientos de miles) que se manifestar­on desde la casa ante la imposibili­dad de ocupar las calles debido a la cuarentena.

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EFE Cacerola en mano y barbijo en boca, una mujer escucha el discurso de Bolsonaro.
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