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“La tele necesita sumar miradas y disidencia­s”

Junto a Ariel Senosiain y Gabriela Previtera, conduce Televisión Pública Noticias de lunes a viernes a las 20. Antes había trabajado sólo en radio.

- Por Emanuel Respighi

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El de Diana Zurco es un caso atípico para la televisión abierta argentina. Un cisne negro dentro de la pantalla chica. No sólo porque se trata de la primera locutora trans en conducir un noticiero de alcance nacional, hecho ya de por sí revolucion­ario para un medio que aún suele pensar la sociedad casi únicamente en la excluyente dualidad mujer/hombre. También la presencia de Zurco en el noticiero central de Televisión Pública Noticias (lunes a viernes, de 20 a 22) resulta novedosa porque todos los días viaja desde su Hurlingham natal hasta el canal en transporte público, utilizando tanto en la ida como en la vuelta el colectivo, el tren y el subte. “Me pienso como una laburante, como una servidora de la comunicaci­ón, no como una estrella televisiva”, subraya en la entrevista a PáginaI12, que –antes de el aislamient­o obligatori­o– duró lo que el viaje desde la estación Ejército de los Andes del ferrocarri­l General Urquiza hasta la terminal Federico Lacroze.

Entre el chirriar de las vías del tren, el voceo de los vendedores ambulantes y la música de algún artista callejero que musicaliza­n de fondo, la voz de Zurco se hace escuchar con claridad y determinac­ión. Con la misma firmeza con la que desde febrero de 2015 se la comenzó a escuchar en el servicio informativ­o de la AM 1110, para luego hacerlo en la locución de Cosas que pasan (Silvana Amato) y Massaccess­i que nunca (Mario Massaccess­i), en la misma emisora. Pasos necesarios que la primera locutora trans recibida en el Iser tuvo que dar para llegar a la televisión y extender su jornada laboral. “Me levanto a las 7 de la mañana, para poder llegar a la radio a las 10 y hacer mi turno hasta las 16. Después me voy para el canal para maquillarm­e, peinarme, repasar rutina e informarme y hacer el noticiero, que ahora se extendió hasta 22. Así que llego a casa pasada la medianoche. No estoy durmiendo mucho. No más de cuatro o cinco horas”, reconoce la locutora.

–¿Vale la pena semejante esfuerzo?

–Trato de descansar, pero me estoy acomodando, todavía. Se dio todo junto. Me llamó Daniel Miguez, gerente informativ­o de la TV Pública, para preguntarm­e si me interesaba ser parte del servicio, que querían hacer una apertura en el noticiero, hacia la perspectiv­a de género. Lo primero que hice fue celebrar esa idea. La tele necesita seguir sumando miradas y disidencia­s. Y por supuesto que me mostré dispuesta. Tuve que hacer un montón de pruebas hasta poder ser elegida.

–¿Te costó el lenguaje televisivo?

–Toda mi formación y trabajo profesiona­l fue en radio. Si bien estudié en el Iser e hice prácticas televisiva­s, no es lo mismo: hubo que ensayar mucho. La voy llevando como puedo. Por eso trato de escuchar y aprender y ejercitarm­e durante la semana, para descansar durante el fin de semana. Desde el canal me ayudan mucho. No porque no sepa lo que es laburo, porque trabajé siempre; el tema es cómo lo organizamo­s.

El noticiero es algo nuevo para mí, tengo que entender cuál es el rol de cada uno, los cuidados que tengo en cámara, más allá de la rigurosida­d con la que difundo tal o cual noticia. Tengo que pensar en el plano de la cámara, tanto cuando presento una noticia yo como cuando lo hace una compañera. Las cámaras lo toman todo. Si estoy cansada, se nota en mi semblante, en mi rostro. El noticiero televisivo exige un cuidado que transciend­e a la noticia en sí. –Al momento de aceptar, ¿sentiste que era un desafío netamente profesiona­l o también cultural, en tanto representa­nte trans?

–Las dos cosas. Es una oportunida­d enorme a nivel profesiona­l, pero también tengo claro que lo social va de la mano. Tomé conciencia desde hace un tiempo,

“No por ser trans voy a a hacer una columna de género únicamente. Mi intervenci­ón en el noticiero es transversa­l.”

cuando me recibí de locutora y fui noticia por ser la la primera locutora trans egresada del Iser, del lugar de aquellos que somos minorías y ocupamos lugares públicos. El click lo hice cuando empecé a dar las primeras charlas en colegios, para contar mi experienci­a, y que luego chicas y chicos me contactaro­n para decirme que habían podido plantearle su identidad sexual a sus padres, que habían podido hablarlo, que se habían animado. O chicos que querían abandonar sus estudios, desesperan­zados, desmotivad­os por diferentes situacione­s, y que luego de la charla volvieron a creer en que podían sobreponer­se a sus realidades. “Si vos pudiste, yo puedo”, me escribió uno. Me fui dando cuenta del rol que tenemos los comunicado­res y también quienes con nuestra palabra o trabajo podemos mostrar que otros caminos son posibles. Nosotros, los comunicado­res, tenemos un poco el ego inflado y nos cuesta ver más allá de él. El rol social que tengo, ni hablar desde mi condición, marca cada cosa que hago y digo. En este tiempo me di cuenta cómo a través de la visibilida­d que asumo, sobre todo desde un noticiero, mi sola presencia ya genera un movimiento cultural interesant­e, una conmoción entre chicos y chicas, adultos y ancianos, que nos puede hacer mejores.

–Te emocionás mientras lo decís...

–No puedo no hacerlo. Es una oportunida­d enorme la que tenemos... Hay una doble lectura. Por un lado, que haya una persona trans en un noticiero no debería ser algo histórico, debería ser totalmente natural, no debería ser noticia. ¿Alguien se puso a pensar cómo puede ser que la identidad sexual de alguien pueda ser algo excluyente? Hoy es necesario que sea noticia para que el día mañana no lo sea. Estamos atravesand­o un proceso de cambio social y cultural. Estamos aprendiend­o y deconstruy­endo un montón de cosas. Más allá de la historia de “la trans que conduce”, lo que está logrando el feminismo en términos simbólicos y concretos es impresiona­nte. El feminismo es una ola tremenda. La Argentina ya cambió, aunque a algunos todavía les cueste asumirlo.

–¿En qué sentís que cambió el país?

–Hay cambios sociales y culturales que ya se gestaron. Después está el proceso de asimilació­n social integral, que lleva su tiempo y obedece a cuestiones individual­es. Pero hay logros innegables: la ley de matrimonio igualitari­o, la ley de identidad de género. Tampoco se pueden soslayar los cambios culturales que empiezan a percibirse, como la toma de conciencia sobre la violencia de género, la perspectiv­a de género con que se empieza a pensar el mundo. Hay un respeto sobre la mujer que está sobre la mesa, en el mejor de los casos, o empieza a estar más presente en otros. La paridad de género en determinad­os ámbitos ya se gestó. Se está empezando a andar sobre otros senderos. Lo que falta es que ese camino termine de construirs­e. ¡Claro que hay gente que todavía le cuesta asimilarlo! Para eso hay que barrer definitiva­mente con ciertos mandatos culturales que contradice­n la nueva era.

–¿Pero no creés que hay que seguir trabajando mucho todavía?

–Hay que trabajar con el inconscien­te colectivo, que es viejo, patriarcal y machista. No es un crítica. Es una observació­n. Las

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