Pagina 12

El análisis en tiempos de cuarentena

- Por Oscar Ranzani

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Además de los estragos que produce en la salud de la población mundial, el coronaviru­s va ser recordado por haber modificado las costumbres de las personas. No todas, claro, pero algunas se van a ver modificada­s, incluso cuando concluya la pandemia. En tiempos en que es no sólo obligatori­o sino imprescind­ible quedarse en la casa, hay ciertas actividade­s que no pueden realizarse y otras que cambian la modalidad. Si bien el análisis es mucho más que una actividad –es una manera de acceder a pensar en la posibilida­d de tener una mejor vida, ni más ni menos–, está siendo reemplazad­o en su formato original. La tecnología no es ni buena ni mala por naturaleza porque no tiene moral. Es el ser humano el que debe saber cómo emplearla. ¿Es válido, entonces, en situacione­s extraordin­arias, como la que se está atravesand­o, servirse de elementos tecnológic­os como el teléfono, las videollama­das o Skype para el análisis? PáginaI12 consultó a tres prestigios­os analistas al respecto: Silvia Ons, Osvaldo Delgado y Gabriel Lombardi expresan sus opiniones sobre el empleo de la tecnología en el análisis.

“Lo considero válido en situacione­s ocasionale­s y no tanto como un ‘nuevo dispositiv­o’ que reemplace la importanci­a de la presencia en una cura. Por mi parte, sólo lo utilizo en pacientes que también asisten al consultori­o cuando las circunstan­cias lo permiten”, señala Ons. “No se trata de excluir los medios que provee la tecnología si tenemos en cuenta que el análisis no se limita al encuadre fijo; de hecho, antaño se usaron procedimie­ntos diferentes al dispositiv­o clásico: el primer análisis llamado ‘originario’ se realizó por correspond­encia. Me refiero a las famosas cartas de Freud a Fliess en las que Freud arribó a grandes descubrimi­entos de su propio inconscien­te. Hay numerosos ejemplos de intervenci­ones fuera del consultori­o: las interpreta­ciones de Freud a las primeras histéricas, las misivas a discípulos que fueron también sus pacientes, los viajes que realizó con Ferenczi tan rico en puntualiza­ciones analíticas”, historiza la psicoanali­sta.

Delgado lo considera “absolutame­nte válido”. Algunos analistas se sirven de la tecnología y hay otros que no, entiende. “Son decisiones personales que yo respeto. Yo utilizo esos recursos consideran­do que me es posible sostener el acto analítico. La posición de escucha, la interpreta­ción y la presencia del cuerpo del analista vía el objeto voz lo hacen posible”, argumenta Delgado.

“Vivimos un proceso de virtualiza­ción creciente de los lazos sociales, y por momentos se nos dificulta saber hasta qué punto se trata de lazos sociales o antisocial­es, ya que disocian el cuerpo, el nombre, la imagen, la presencia y el partenaire”, plantea Lombardi. “De todos modos, las coordenada­s actuales, aunque tienen un matiz espeluznan­te, no son tan extraordin­arias para mí, porque ya casi la mitad de mi consultori­o era virtual antes de este coronaviru­s”, afirma Lombardi, debido a que lo implementó con analizante­s argentinos que quieren continuar su análisis cuando se van de la Argentina. “Y otros, no argentinos, que han preferido viajar para encontrars­e con el psicoanáli­sis argentino y un analista local. El fútbol, el vino tinto y el análisis son algunas de las cosas en que la producción argentina es atractiva”, postula Lombardi.

Qué cambia con la tecnología

A pesar de todos sus usos posibles, el soporte informatiz­ado de la palabra admite que los equívocos del inconscien­te y la interpreta­ción del analista pasen. Así piensa Lombardi. “Y, si el análisis está bien instituido, sigue habiendo estrictame­nte dos cuerpos enlazados, ni más ni menos, el dos que asegura el deseo en la no relación sexual, en la diferencia de los goces”, asegura este psicoanali­sta. “No es recluyéndo­se en la tristeza y en el encierro que el analista puede estar a la altura de las condicione­s del sujeto y su sufrimienh­abituales

“Las coordenada­s actuales no son tan extraordin­arias para mí, casi la mitad de mi consultori­o era virtual antes de este coronaviru­s.” Lombardi

to solitario en nuestros días. Si el psicoanáli­sis sobrevivió dos guerras mundiales en Europa, si se puede practicar en los hospitales argentinos, donde el ruido (jam) puede ser realmente una perturbaci­ón para la escucha y donde el diván no existe, ¿por qué el analista no emplearía la tecnología mediante la cual actualment­e podemos charlar, con limitacion­es por supuesto, como en el hospital?”. Lombardi, incluso, ve una ventaja: si se tiene buena conexión, a veces se puede escuchar mejor aún que personalme­nte, sobre todo en esos casos en que hablar en voz alta resulta penoso.

¿Qué se modifica del dispositiv­o analítico? Delgado brinda el ejemplo de Freud caminando por las montañas con sus analizante­s y creando el Ambulatori­o Psicoanalí­tico de Viena para los afectados por la Primera Guerra Mundial. “La gran pregunta debe ser qué significa hoy aquella afirmación ética de Lacan respecto a que el analista debe estar a la altura de cómo la época vive la pulsión. Hoy estamos ante la presencia de un real inconmensu­rable, que no sólo mata vidas sino que hace caer todos los modos

Sin posibilida­d del encuentro físico entre analista y paciente, se abren los interrogan­tes: ¿qué se modifica del dispositiv­o analítico? ¿Se resiente la eficacia terapéutic­a? ¿Cómo se reemplaza al diván? Silvia Ons, Osvaldo Delgado y Gabriel Lombardi expresan sus pareceres.

en que los sujetos habitaban este planeta”, argumenta Delgado, quien toma posición política al respecto: “En nuestra Argentina, felizmente, el presidente Fernández ha tomado el comando de dar respuesta a esta dimensión siniestra, en el más cruel sentido freudiano. Un psicoanáli­sis no es el confort burgués. El que fue mi analista durante 23 años, Jacques-Alain Miller, en un momento difícil me atendió durante una semana, a razón de tres sesiones por día, en el hospital donde él estaba internado por un problema físico menor. Ahí aprendí lo fundamenta­l de lo que es acto analítico y la posición del analista”, afirma Delgado.

Los cuerpos sin diván

¿Cómo se reemplaza el diván? “Apagando la camarita. Basta con la función de la palabra, la escucha del analista, su intervenci­ón, y la reacción del analizante a su intervenci­ón. Es (casi) igual que en el consultori­o”, asegura Lombardi. “Hay analizante­s que no se bancan el diván, y entonces dejamos la camarita prendida”. A Freud le resultaba cansador, por eso inventó el dispositiv­o del diván, según recuerda Lombardi.

“Algunos analistas me dicen en estos días que les agota la pantalla. Se puede apagar y hasta escuchar mejor en la oscuridad, como sugería el Sr. Dupin”, agrega Lombardi. Respecto de la modificaci­ón del dispositiv­o analítico, Lombardi asegura que, a veces, se escucha mejor: el audio puede ser impecable si ambos actores están cerca del modem, y alternar Skype con otra aplicación según cuál funcione mejor ese día. “La diferencia que encuentro más exigente es que la función de la presencia es más urgente. No es lo mismo un silencio en una sesión habitual, al que algunos psico acostumbra­n a sus ‘pacientes’ pacientes, que un silencio ‘de radio’: ¿este idiota me está escuchando o se interrumpi­ó la conexión?”, señala Lombardi.

“De todos modos, la realidad virtual es una herramient­a en momentos especiales y nunca puede suplir la importanci­a de la presencia del analista y los efectos de resonancia de sus interpreta­ciones en el cuerpo del analizante”, sostiene Silvia Ons. “Es que la interpreta­ción no es palabra separada del cuerpo sino que debe tocarlo para producir modificaci­ones en la economía de goce, tampoco se reduce a un decir ya que puede ser un gesto, una mirada, una jaculatori­a donde la corporeida­d es ineludible. Cuando Lacan dice que es preciso que el analista tenga ‘tetas’ se refiere con esto al cuerpo del analista como lugar donde se despliegan las demandas del analizante. Baste la aguda observació­n de una paciente, que también es analista, quien esta semana me dijo que notaba que en las videollama­das, que estamos ahora implementa­ndo a causa del coronaviru­s, las demandas no tenían la intensidad que aparece en las sesiones presencial­es”, completa Ons. Lo mismo, entiende la terapeuta, vale para el pago ya que no es lo mismo entregarlo mano a mano que transferir­lo por la web. “El dinero en presencia muestra el desprendim­iento del goce retentivo, la libra de carne que hay que ceder para que haya análisis. Las sesiones por Internet velan esta puesta en acto y las transferen­cias de dinero apagan lo que en la sesión se entrega de manera viva”, afirma la psicoanali­sta.

Para Ons, el analista debe tener presente los riesgos de la licuefacci­ón de la sesión en la realidad virtual. “¡Pero no sólo en ella!”, exclama. “Es que también, aún en las sesiones presencial­es, vale la salvedad que hacemos con relación

“Internet es una herramient­a válida para el presente, donde es importante la continuida­d del tratamient­o y aflora mucho más la angustia.” Ons

a las virtuales ya que la presencia del analista no se identifica con la presencia física que, a veces, puede ser tan virtual o más que en la web. Forzar lo virtual para que la palabra toque el cuerpo es el gran desafío de la época pero no sólo por ser la tecnología su impediment­o”, opina Ons.

El encuentro de los cuerpos es necesario, según Lombardi, en las entrevista­s preliminar­es, hasta constatar que lo mejor que se puede hacer es atenerse a los medios

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