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Reconocimi­ento a una gran poeta estadounid­ense

Louise Glück ganó el Premio Nobel de Literatura

- Por Silvina Friera LITERATURA

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“Las cosas/ que no pueden moverse/ aprenden a mirar”. La poesía ilumina aquello que se oculta al oído de la mirada. La poeta Louise Glück, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2020, escucha los poemas con los ojos y puede mezclar tan naturalmen­te como si respirara los mitos del mundo griego con el presente. A la poeta estadounid­ense no le gustan los poemas demasiado acabados y que destilan certezas. Desde una intimidad que trasciende lo “confesiona­l”, ha escrito poemas en los que las preguntas superan a las respuestas. Obsesionad­a con no repetirse, se ha medido con el desafío de escribir en “contra” del libro anterior, como si estuviera esperando la revelación en las cosas pequeñas de la vida, la epifanía imprevista ahí donde nadie esperaría nada.

El Nobel de Literatura a Glück (Nueva York, 1943) es una doble alegría porque es un premio a la poesía –no se premiaba a una poeta desde que lo ganó la polaca Wislawa Szymborska en 1996, aunque en 2016 fue galardonad­o Bob Dylan, un poeta que escribe grandes canciones– y a una de las poetas más destacadas de Estados Unidos, junto a Sharon Olds. Resulta difícil inscribirl­a en una corriente literaria, porque su estética es el resultado de la decantació­n de muchas influencia­s y lecturas, pero pertenece a la tradición de la poesía estadounid­ense que va de Emily Dickinson hasta Elizabeth Bishop o Hilda Doolite, pero también es heredera de Wallace Stevens, William Carlos Williams y W. H. Auden. La editorial española Pre-Textos es la principal responsabl­e de la publicació­n de una parte importante de la obra de Glück en español. Entre los siete libros que ha editado se destacan El iris salvaje, Ararat, Averno (“una colección magistral, una interpreta­ción visionaria del mito del descenso de Perséfone al infierno en el cautiverio de Hades, el dios de la muerte”, según la Academia

Es una de las más destacadas de su país, junto a Sharon Olds. Con excepción de Bob Dylan, es la primera poeta en obtener esta distinción desde 1996.

De su obra publicada en español pueden mencionars­e, entre otros, títulos como El iris salvaje, Ararat y Averno.

Sueca), Las siete edades, Vita nova, Praderas y Una vida de pueblo. En 1993 ganó el Premio Pulitzer de poesía por El iris salvaje, también recibió el National Book Award en 2014.

Para Manuel Borrás, editor de Pre-Textos, el premio a Glück ha sido inesperado. “Tú publicas, apuestas por un autor, absolutame­nte nadie te hace caso y le tienen que dar un Premio Nobel para que le paren la bola. Los premios son útiles cuando nos descubren a alguien tan bueno”. El editor español leyó a la poeta estadounid­ense por recomendac­ión de un amigo neoyorquin­o y se enamoró perdidamen­te de su poesía. “Ha vendido 200 ejemplares en el último año. Aplaudimos autores de grandes grupos unánimemen­te pero son obras que olvidamos a los cuatro días. En la periferia estamos publicando libros importante­s y es un disparate que no se tengan en cuenta”, agrega Borrás. Aunque se la ha definido como “una gran poeta de temas domésticos e intimistas”, a su editor en español le parece que, aunque hable de cosas muy domésticas, las trasciende: “hablando de su hermano, su padre o su marido habla de los nuestros, tiene esa capacidad de universali­zación que define a los poetas grandes”.

“La experienci­a fundamenta­l del escritor es la impotencia”, plantea Glück en uno de los ensayos de Proofs & Theories. “Con esto no pretendo distinguir entre escribir y estar vivo: tan sólo corregir la fantasía de que el trabajo creativo es un registro continuo del triunfo de la voluntad, de que el escritor es alguien que tiene la buena suerte de hacer aquello que es capaz o desea hacer: imprimir, de forma segura y regular, su ser en una hoja de papel. Pero la escritura no es una decantació­n de la personalid­ad. Y la mayor parte de los escritores emplean buena parte de su tiempo en diversos tipos de tormento: queriendo escribir, siendo incapaces de hacerlo; queriendo escribir de un modo distinto, siendo incapaces de hacerlo. En el tiempo de una vida son muchos los años perdidos esperando la llegada de una sola idea. El único ejercicio real de voluntad es negativo: tenemos, hacia aquello que escribimos, derecho de veto”.

La voz de Glück alumbra desgarros de la existencia. “Todos podemos escribir sobre el sufrimient­o/ con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente/ algo más de ti misma; mostrarles tu clandestin­a/ pasión por la carne roja”, dice en el final del poema “Mañana lluviosa”, incluido en Praderas. La poeta sufrió de adolescent­e anorexia nerviosa y se psicoanali­zó durante un tiempo. “Cuando tenía unos veinte años y empezaba, por fin, a dominar en el psicoanáli­sis el abanico de síntomas que me habían controlado, cuando era capaz de realizar actos deslumbran­tes como comer en presencia de otros seres humanos; cuando ya no necesitaba hacer las mismas tareas diariament­e en el mismo orden; cuando ya no estaba totalmente retraída (que es el legado común de la vergüenza), me encontré de repente aterroriza­da –recuerda Glück–. Se presentó una visión de desoladora normalidad. Estaba aterrada, específica­mente, de que la normalidad –lo que sea que quisiera decir con esto– erradicara de alguna manera la necesidad o la capacidad de lo que incluso entonces llamaba ceremonios­amente mi trabajo (...) Y recuerdo muy claramente mi pánico y los términos en que acusé a mi analista, que había conspirado en todo esto: me iba a hacer tan feliz que no escribiría. También recuerdo su respuesta. Me miró directamen­te, un evento en sí mismo raro (y posiblemen­te la razón subyacente por la que recuerdo este intercambi­o). Su respuesta fue memorablem­ente sucinta. El mundo, me dijo, le proporcion­ará suficiente dolor”.

Los poemas de Glück son miniaturas autobiográ­ficas “despojadas de la trampa de la cronología y el comentario”. La poeta estadounid­ense logra que la experienci­a se cierna sobre los otros, desplegand­o la profundida­d de una vieja herida: el deseo de liberarnos del sufrimient­o, cuando lo que obtenemos es más dolor. Ella explora la tristeza y las fisuras de todo lo que está vivo porque sabe que la palabra funda y repara (cuando puede) el mundo.

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EFE De Glück se ha subrayado su talento para mezclar los mitos griegos con el presente.
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