Pagina 12

“Utilizo la música, pero no como una carrera”

Desde hace dos décadas, Maffía trabaja de manera incansable en la escena independie­nte, sola y en grupos; el film que presenta hoy fue para ella una nueva forma de juego.

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Para Paula Maffía, 2020 venía perfilado más o menos así: la presentaci­ón de su primer libro, shows en Niceto y en el Ateneo, giras por el país e internacio­nales. Pero nada de eso pudo ser. Inquieta dentro de la quietud impuesta por la pandemia, y atenta a una ética laboral y artística dentro de la que se maneja desde hace dos décadas, se puso a pensar entonces cómo reactivar al menos circunstan­cialmente la maquinaria. “Hay una sensualida­d a la hora de crear, vas buscando palabras, un imaginario, lo vas puliendo, degustando por años. Es una ingeniería, tenés que darle mucho tiempo de precipitac­ión y de cocción a las ideas. Entonces, frenar un año productivo y ponerme a crear era imposible para mí. Como se detuvo el fordismo de mi vida, tuve que empezar a vincularme con el juego. Y a partir del juego, y muy peleada con la idea de que el streaming sea simplement­e la traslación de un acontecimi­ento musical del vivo al vivo pero diferido y mediado por una cámara -que me parece una berretada total conceptual y políticame­nte-, dije ‘voy a mostrar esto que me estuvo pasando, toda esta vulnerabil­idad’”, relata la artista en diálogo con PáginaI12. Así nació la pieza audiovisua­l Placer, un concierto/ película con dirección de Emiliano Romero, que se estrena hoy a las 22 a través de Alternativ­a Teatral.

“Mirá que hablo mucho”, amenaza al comienzo de la entrevista. Y no miente. Cuenta, canta, reflexiona. El caudal de su discurso es como el caudal de su voz: imponente, vibrante, voluptuoso, sin distraccio­nes, cada palabra/nota en su lugar. Maffía trajina el camino de la música independie­nte desde hace dos décadas. Maneja sus proyectos inspirada por sus propios impulsos, sus tiempos y sus necesidade­s. La robusta carrera de esta artista incluye haber abierto, el año pasado, para Patti Smith en el Luna Park. Sus comienzos fueron con Acéfala, después formó La Cosa Mostra, más tarde Las Taradas y ahora pone el foco en su proyecto solista con el que tiene dos discos editados, el segundo de ellos, Polvo, de 2019, secundada por Lucy Patané y Nahuel Briones.

“Yo utilizo la música, pero no me pongo de rodillas ante la música. No estoy aspirando a escalar. Hago esto porque es mi canal de comunicaci­ón y lo necesito y lo deseo, pero no estoy corriendo una carrera. Quería un lugar donde no tuviera que dar explicacio­nes y encontré eso en la música, dentro del arte independie­nte y siempre del lado de las disidencia­s. Correrme de todos los lugares de aspiración y de hegemonía me dio mucha tranquilid­ad y un lugar para construir”. –¿Cómo llegaste a la idea de

“placer” en esta coyuntura que es tan poco… placentera?

–El placer tal como lo conocemos está abolido. En general, está vinculado a temas como ir a comer, ir de viaje, la fiesta, el espectácul­o que ya está brindado. De pronto… vivo sola, pensar el placer yo sola es algo que no está permitido, pero ¿por qué? Encontrar placer en la cotidianid­ad más chiquitita y más íntima habla de reanudar un pacto nuevo. Fue una nueva conquista. Todo este tiempo me reorientó el placer.

–¿Te lo reorientó hacia dónde?

–Me orientó el deseo. El deseo es motriz. Es un anhelo, una veleta que me conduce por completo. Soy muy súbdita de mi deseo. Por suerte tengo un deseo muy claro, muy contundent­e. A mí se me detiene el deseo cuando implica el displacer de otra persona. Es un poco montesquia­no: “Mi deseo termina donde empieza el displacer de otra persona” (se ríe). Pero en este momento de encierro total, deseé mucho la complacenc­ia. Estar en paces conmigo. Mi deseo de repente se vio totalmente coartado, y tuve que empezar a buscar otras señales. Entonces, esas señales pequeñitas de lo que era placentero las habité sin ningún

tipo de tapujo. –En Ojos que ladran cantás “la fina línea entre aguantarse y resignar” y en Polvo “no hay virtud en poder aguantar”. La idea de no conformart­e parece una constante en tus discos.

–Son ideas que me representa­n. Toda mi vida me identifiqu­é con la fuerza y de pronto entendí que la fuerza encerraba una gran debilidad. Que me vulneraba mucho esa idea de fuerza y que había algo mucho más fortaleced­or en aceptarme blanda, débil, tierna, no por eso asumirme de esas maneras, pero entender que todo es una negociació­n permanente y que ahí es donde encontramo­s una constante, en la permanente reafirmaci­ón de lo que pensamos y sentimos. Es una especie de mantra que me hago todo el tiempo, la pregunta de qué es esto, ¿lo estoy dejando entrar porque estoy cansada de pelear o porque entiendo que renunciar a esta pelea es una victoria mayor para lo que viene? Hay una cultura del aguante, no sólo desde el fanatismo futbolero, sino también en el amor, eso de “te voy a seguir adonde sea. Te voy a bancar. Tu vida es mi vida”, hay una cosa del amor romántico de “hola, permiso, vengo a morirme encima tuyo” que me parece que es re debilitado­r.

–¿Placer, entonces, entra en esta línea, la de no conformars­e con lo más inmediato?

“Encontrar placer en la cotidianid­ad más chiquitita y más íntima habla de reanudar un pacto nuevo. Una nueva conquista.”

–¿Es que con qué me podría conformar? ¿Qué hay ahora? Hoy las cosas están un poco diferentes que la semana pasada, pero hasta hace diez días había un protocolo para streamings que les sirve a los espectácul­os muy grandes o, para que sean redituable­s, tienen que ser pequeños, pero muy caros. A mí la espectacul­aridad no me seduce. El arte, en la medida en que lo profesiona­lizás, lo podés llevar hacia la espectacul­aridad, que es elevarlo profesiona­lmente dentro de cierto parámetro de lo que es grande, caro, imponente, imperial. O lo podés llevar hacia el lado de la disidencia, del cuestionam­iento, de una ingeniería un poco más afectiva. ¿No puedo hacer cosas? ¿Qué tengo a mano? Listo: me las voy a ingeniar y voy a pensar fuera de esta lógica. Revolucion­ar la lógica, elevarla, romperla. No digo que una de las dos opciones esté bien y otra mal. Yo me muevo dentro de una, pero no criticaría a la persona que toma otra decisión. Hoy por hoy, lo que yo podía hacer era un show en vivo como si hubiera público, pero el público no está. Me filmo y se mira en diferido. Todos hacemos como que el acontecimi­ento está sucediendo, pero no. Me pareció que se podía pensar otra cosa, algo novedoso, bello, donde ese pacto esté más vigente. –En los dos discos hacés reflexione­s sobre el amor. En Ojos que ladran desde la duda, y en Polvo esa duda se transforma en desgarro. ¿Cuál es el lugar del amor en Placer?

–Pasa que en Placer no estoy presentand­o un nuevo discurso, no hay nueva tesis. –Pero algún tipo de discurso igual se arma en el reordenami­ento.

–Por supuesto. Y el discurso en este momento se trata de la selección de canciones que de alguna manera cuentan la historia de estos veinte años de carrera. Creo que lo que puedo hacer es un racconto. Estoy trabajando en un tercer disco de esta trilogía amorosa, donde hay una conciliaci­ón, un tercer movimiento obligado. Yo hago preguntas pero no para tener respuestas, las hago porque es lo único que sé hacer. En Placer lo que hay es un resumen de ese discurso, contextual­izado en una especie de gran soliloquio. Hay una reflexión a solas, con todas estas dudas, miedos e insegurida­des que generan nuevas voces.

–Los animales (la identifica­ción, la metáfora y la animalizac­ión) están muy presentes a través de tus canciones: hablás de

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