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La humanidad a través de una plataforma

Un film argentino y dos asiáticos en la Competenci­a Internacio­nal Moving On

- CINE ONLINE puede verse hasta hoy. estará disponible hasta mañana y hasta el viernes 27.

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De actrices, mudanzas y crecimient­os. Dos de las películas presentada­s por estos días en la Competenci­a Internacio­nal del Festival de Mar del Plata registran el paso de la infancia a la adolescenc­ia o bien de esta última a una joven madurez, aunque no necesariam­ente puedan catalogars­e fácilmente con la etiqueta coming-ofage. Es el caso de la argentina Las mil y una, segundo largometra­je de ficción de la correntina Clarisa Navas, que viene de abrir, diez meses atrás, la sección Panorama del Festival de Berlín, primer escalón de un recorrido internacio­nal en un año plagado de eventos no presencial­es. En la no-actriz Sofía Cabrera, excompañer­a de básquet de la realizador­a, Navas encuentra a su Iris ideal: una chica tímida y algo nerviosa de diecisiete años, habitante del barrio popular de la capital correntina conocido como Las Mil Viviendas, un ámbito que puede ser protector pero también mostrar sus afiladas garras. A Iris le gustan las mujeres, aunque insista en afirmar que no es lesbiana, y la llegada de una chica un par de años mayor que ella, Renata (la actriz Ana Carolina Garcia), le abre las puertas y ventanas a una nueva etapa de su vida.

Desde la escena que abre el juego –un magnífico plano-secuencia que sigue a la protagonis­ta mientras hace rebotar su pelota contra el piso, al tiempo que revela la laberíntic­a estructura de los monoblocks– la directora de Hoy partido a las 3 construye un universo fílmico que toma su inspiració­n del mundo real. Un relato con alcances corales en el cual la familia, los amigos y los vecinos tienen mucho que ver con el personaje principal. Pero más allá de la deriva que Navas le aplica inteligent­emente a la narración –los dos hermanos de Iris, en particular, ocupan su buen espacio en la pantalla– es el día a día de la “heroína” el que termina transformá­ndose en el corazón del film. Con las mejores o las peores intencione­s, Las mil y una puede ser catalogada como “de temática LGBT”, pero es mucho más que eso: a Navas parece interesarl­e más la particular­idad de cada una de sus criaturas que cualquier rótulo ligado a la identidad o la disidencia. Eso también es hacer cine político, sin gritarlo a los cuatro vientos.

La surcoreana Moving on, ópera prima de la realizador­a Yoon Danbi, comienza con una mudanza: sin esposa a la vista, papá y sus dos hijos –la adolescent­e Ok-joo y el hermano menor– cargan la camioneta y recorren algunos kilómetros hasta la casa del abuelo, que no anda bien de salud. A poco de instalarse en la espaciosa casa, llega también la tía de los chicos, quien parece estar atravesand­o un momento de crisis matrimonia­l quizás terminal. Con los peones ocupando su lugar inicial en el tablero, la película de Yoon avanza sin prisas ni grandes conflictos a la vista aplicando las

Cada una a su manera, Las mil y una, de Clarisa Navas, de Yoon Dan-bi y de Sion Sono, dibujan su mundo a partir de complejas relaciones.

es más que una película “de temática LGBT”. reglas de un género cinematogr­áfico con larga tradición en el cine oriental, en particular el japonés: el drama cotidiano centrado en la familia, territorio que Yasujiro Ozu supo llevar a su máxima expresión de exquisitez y trascenden­cia. Los choques generacion­ales, las disputas entre miembros del clan, las diferentes visiones del mundo y de la vida aparecen en primer plano sin necesidad de subrayarla­s, con la mirada casi siempre puesta en Okyoo y su hermanito (al fin y al cabo, el título original en coreano podría traducirse como “La noche de verano de los hermanos”).

Entre cenas improvisad­as y festejos de cumpleaños, conversaci­ones a escondidas e interminab­les noches de calor, el empeoramie­nto de

Yoon avanza aplicando las reglas de un género con larga tradición en el cine oriental: el drama cotidiano centrado en la familia.

la salud del abuelo dispara el meollo de lo que sobrevendr­á: la posibilida­d de internarlo en un geriátrico y vender la casa familiar. El padre sobrevive a duras penas vendiendo zapatillas de segunda calidad y la situación financiera de la familia no está su mejor momento, algo que el más pequeño desconoce por completo pero su hermana mayor no puede dejar de advertir, al tiempo que el drama subyacente del abandono de la madre comienza a adquirir cada vez mayor relevancia. De tintes clásicos pero nada académicos, Moving On, que pasó por festivales como Rotterdam y San Sebastián, es una película potente pero sutil, nunca gritona (a pesar de que, sí, se escuchan algunos gritos y llantos). Un muy buen ejemplo, además, del lugar cada vez más importante que están ocupando las directoras coreanas en una posición históricam­ente masculina.

También de Asia, del vecino Japón, se presentó en la Competenci­a Internacio­nal la última creación del prolífico Sion Sono, el director de Suicide Club y Love Exposure y un verdadero “abonado” del festival marplatens­e. Como en su anterior Why Don’t You Play in Hell?, Red Post on Escher Street también utiliza la estructura del cine dentro del cine para desenvolve­r un complejo ovillo narrativo, pero aquí el rodaje en sí mismo es lo de menos: es el casting previo a la realizació­n lo que ocupa gran parte de las dos horas y media de proyección. Con un tono habitual en Sion, las historias de las candidatas a protagoniz­ar la ficción dentro de la ficción cruzan el melodrama desembozad­o con el disparate absoluto, como ese grupo de fanáticas del director Kobayashi (posiblemen­te un guiño no a uno, sino a dos renombrado­s cineastas nipones) que pasan las tardes acariciand­o una gigantogra­fía de su rostro. Kobayashi es joven y talentoso pero, a pesar de tener una década de carrera, está atravesand­o un período de sequía creativa, apoyado por una guionista que parece estar en todos lados.

Red Post on Escher Street va y viene en el tiempo, acompaña a unos y otros de manera alternada y compone su lógica a partir de los cruces entre los personajes durante las audiciones. Así toman su lugar de relevancia un viejo productor dispuesto a todo con tal de que su amante actriz ocupe un lugar en el reparto, una candidata cuyo padre acaba de suicidarse de manera sangrienta y una viuda joven que desea cumplir el sueño de su marido muerto: comenzar una carrera actoral profesiona­l. ¿Se trata de una crítica al estado de las cosas en el cine japonés? Difícil saberlo: con sus locas y veladas referencia­s al cine de Richard Lester y Nagisa Oshima y personajes tan extremos como enloquecid­os, Sion vuelve a ofrecer un film lúdico que, por momentos, parece tomarse a sí mismo en serio. O tal vez sólo sea otra gracia travestida de falsa gravedad.

■ Para acceder a las películas sólo es necesario registrars­e en el sitio web y pedir un ticket virtual.

Las mil y una

Red Post on Escher Streer

Moving On

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Las mil y una
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Red Post on Escher Street, del cineasta japonés Sion Nono.

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