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Una despedida sin distinción de camisetas

Cómo fue el multitudin­ario adiós al “Diego eterno” en Plaza de Mayo

- Por Melisa Molina

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Carlos tiene puesta la camiseta de River y Eduardo la de Boca, pero hoy nada de eso importa. Las dos se hacen una y se funden en el abrazo y las lágrimas de quienes las portan. “No somos amigos, nos conocimos acá en la fila, pero hoy no hay distinción de camisetas. El Diego significa lo mejor del fútbol argentino y nunca habrá alguien como él. Solo tenemos palabras de agradecimi­ento por lo todo que nos dio y por lo felices que nos hizo. El Diego es eterno”, dicen con un nudo en la garganta y rosas rojas en las manos. Si bien ahora están a tan solo unos metros de Casa Rosada, donde se vela al máximo ídolo que generó este suelo, la fila para despedir a Diego Maradona llegaba hasta la Avenida 9 de Julio y San Juan cerca de las tres de la tarde. Más tarde llegarían los incidentes y la represión policial en las inmediacio­nes. A las 17.30 el féretro dejó la Casa de Gobierno y comenzó su trayecto por una autopista rodeada de hinchas –volcados sobre el asfalto y colmando cada puente– hasta el cementerio de Bella Vista, al que llegó a las 19, y en donde fue enterrado junto a sus padres, Don Diego y Doña Tota.

En la Plaza de Mayo hay varias pantallas que reproducen videos de Maradona y cada vez que se repite el famoso gol que el Diego les hizo a los ingleses en el ‘86 –recordado como el mejor de la historia de los mundiales– todos los que están en la interminab­le fila lo gritan como si estuviera sucediendo en vivo. Hay hinchas de Boca, de River, de Chacarita, de Los Andes, de Argentino Juniors, de Lanús, pero todos cantan lo mismo: “el que no salta es un inglés”. Sobre el Cabildo despliegan una gran bandera de Argentina que simplement­e dice: “gracias Diego”. Cuando llegan los hinchas de Gimnasia y Esgrima La Plata, el club que Maradona dirigía, aumenta el volumen

En una jornada cargada de imágenes de alto simbolismo, llantos desconsola­dos, cantos de cancha y agradecimi­entos, la gente se convocó en la Plaza para estar cerca del Diez.

de los cánticos y suenan estruendos de fuegos artificial­es.

Las rosas rojas que Carlos, Eduardo y cientos de los presentes llevan en sus manos las vende una mamá con su nene. Ella, al igual que todos, llora. “Además de trabajar, venimos a despedirlo, porque Diego fue el mejor del mundo y tengo los mejores recuerdos de él cuando era chica y estábamos en casa mirando el partido con mis padres. Traje a mi hijo para que viva este momento histórico”, explica. Joel, de ocho años, escucha lo que dice su mamá y asiente con su cabecita. Después de acomodarse el barbijo con el escudo de Boca, dice: “Yo no lo vi, pero sé que Diego es el mejor jugador del mundo”.

Desde la esquina de la plaza, dos mozos de un restaurant­e se alejan unos segundos de sus tareas y miran desolados el avance de la cola. “Estamos trabajando, si no estaríamos ahí. Para nosotros el Diego es lo más grande, se fue y se nos perdió el pasaporte en el mundo. Nos enteramos la noticia mientras trabajábam­os y por suerte estábamos distraídos, pero con el correr de las horas nos empezamos a poner cada vez peor”, afirman. “Lo vi jugar e incluso vine a celebrar a la plaza cuando ganamos el mundial del ‘86”, agrega el mayor de ellos. En la otra esquina, un grupo de barrendero­s también miran absortos y lloran.

Entre la multitud aparece una persona que en una mano tiene un bastón guía y con la otra se apoya en el brazo de un compañero. Es ciego y vive en José C Paz, pero eso no le impidió hacerse presente para despedir a su ídolo. Se llama José Luis Romero y asegura que “Diego es la ilusión que teníamos perdida y que él nos la hizo recuperar. Fue muy impresiona­nte el mundial del ‘86 y el gol a los ingleses, un momento de comunión hermoso”. “La noticia de Diego me cayó como una bomba”, dice y se quiebra. Su compañero lo abraza y deciden seguir caminando para ver si logran entrar a despedirse de Maradona adentro de Casa Rosada.

El sol pega fuerte y desde la entrada de la Casa de Gobierno los bomberos mojan a las personas con mangueras; otros, entre las carpas sanitarias, reparten agua mineral y alcohol en gel. Delante del mástil con la bandera a media asta, un grupo de hinchas de diferentes equipos alientan colgados desde el caballo de bronce que carga a San Martín. La situación en la Plaza no presenta grandes disturbios, a diferencia de lo que sucede sobre la avenida 9 de Julio, donde la policía reprimió a un grupo de personas. Cerca de las 16, ante el anuncio de que el cuerpo de Maradona iba a ser trasladado, el escenario se vuelve más hostil, cuando cientos de hinchas quieren entrar a la fuerza, tirando las vallas. De todas formas, las situación es contenida cuando se cierran las rejas. Ahora la entrada parece una tribuna y los barrotes un para avalancha, con decenas de hinchas colgados y agitando camisetas y banderas.

“Vine hasta acá a encontrarm­e con vos”, reza uno de los carteles. Otros dicen: “no sabemos a qué planeta fuiste, pero nadie olvida de dónde saliste”, o “todas las villas en una sola persona, Diego

Armando Maradona”. Sobre las rejas de Casa Rosada los hinchas también colgaron banderas de Argentina y de todos los clubes, botines, dibujos, cartas y carteles de todo tipo. Uno dice: “Diego de mi vida vos sos la alegría de mi corazón”. Otro, “Diego de Fiorito”.

Eliana y Diego son de Almagro, y aunque ella está embarazada de cinco meses, no se quisieron perder la oportunida­d de venir a Plaza de Mayo para dar el último adiós al máximo de sus ídolos. “Vinimos porque Diego representa lo que es Argentina”, puntualiza Diego. “No va a haber otro jugador como él, como persona y como deportista fue único y vinimos a darle ese homenaje y nuestra gratitud”, agrega. “Es un día único y si no venía me iba a arrepentir toda la vida”, dice Eliana. “Diego para el pueblo significa todo. No lo puedo definir mejor porque es algo para lo que no hay palabras precisas, por algo somos tantos hoy acá que lo lloramos y sufrimos tanto su pérdida”, expresa.

Un joven está sentado, cabizbajo, y con los ojos muy hinchados. Ostenta una camiseta de Argentina firmada por Maradona. “Me enteré la noticia de su muerte mientras estaba manejando y me quedé duro. Iba a estudiar, pero decidí ir a lo de mi vieja. Cuando llegué no pude bajar de la camioneta y estuve ahí dos horas llorando”, dice. Luego

Las rosas rojas que cientos de los presentes llevan en sus manos las vende una mamá con su nene. Ella, igual que todos, llora.

“Todas las villas en una sola persona, Diego Armando Maradona”, dice uno de los tantos carteles que escribió la gente.

resalta que “realmente se nos vino el mundo abajo porque el Diego es ADN argentino, es nuestra sangre y lo más puro que pudimos tener”. Después de reponerse un poco, cuenta que acaba de salir de la Casa Rosada y señala que “fue muy fuerte porque vi simplement­e un cajón. Eso no es el Diego, Diego es alegría, es rebeldía, es pasión y es amor. Diego es todo lo que queremos para nuestra vida”.

 ?? Bernardino Avila ?? Más allá de los colores y las banderas, ayer todo fue un solo llanto.
Bernardino Avila Más allá de los colores y las banderas, ayer todo fue un solo llanto.

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