Al encuentro de Fidel
tuvo dudas y en cada coyuntura crítica siempre se ubicó en el lado correcto de la barricada. Jamás fue contaminado por el eclecticismo posmoderno o el culto al aséptico “ni-ni” de tantos intelectuales y políticos de una supuesta izquierda. Sabía muy bien por donde pasaba la línea que separaba a opresores de oprimidos y tomaba partido al instante. Esta sabiduría popular unida a su agudo instinto de clase lo llevó a ejercer una defensa incondicional de la Revolución Cubana, de la Venezuela chavista, de la Bolivia de Evo, del Ecuador de Correa y de los gobiernos populares en Brasil, Uruguay y la Argentina, consciente de que las oligarquías dominantes y sus amos imperiales jamás le perdonarían su virtuosa irreverencia.
Su notable protagonismo en la gran batalla de los pueblos de Nuestra América en contra del ALCA en Mar del Plata en noviembre de 2005 hubiera bastado para asignarle un sitial prominente en la historia de las luchas antiimperialistas. Pero no se quedó sólo en eso. Años después lo encontraríamos en Colombia, marchando junto a Piedad Córdoba a favor del malogrado proceso de paz. Allí donde se libraba un combate contra el imperialismo Diego no tardaba en enrolarse. Su empeño por la causa de la emancipación popular iba parejo con su repudio a los ricos y poderosos que condenaban a sus pueblos a la miseria, la enfermedad, la ignorancia.
Fue coherente hasta el fin. Y se fue, puntualmente, a juntarse con su gran amigo; a unir la potencia imperecedera de sus testimonios para seguir siendo fuente de inspiración en la aún inconclusa tarea de liberar a los pueblos de la dominación del imperialismo y sus lamebotas locales. Diego se fue, sí, pero los grandes ídolos populares gozan de un raro atributo: continúan perturbando el sueño de los opresores porque, paradojalmente, su muerte los convierte en inmortales. Tal como ocurre con Fidel, Chávez. el Che, Evita, Perón, Allende y Néstor, su presencia latirá aún con más fuerza en las batallas que se avecinan por la construcción de un nuevo mundo una vez extinguida la pandemia.