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La impunidad que vive en Italia

Tres acusados por delitos de lesa humanidad evaden la Justicia

- Desde Roma

@ Son tres hombres mayores, afincados hace tiempo en Italia, queridos por sus vecinos, la mayoría de los cuales desconoce quiénes son. En Battipagli­a, 70 kilómetros al sur de Nápoles, vive Jorge Néstor Troccoli, ex jefe de los servicios de inteligenc­ia de Uruguay. En la provincia de Parma vive Franco Reverberi, un sacerdote acusado de haber asistido a las torturas de los detenidos en una cárcel clandestin­a de la provincia de Mendoza. En Sicilia vive Carlos Luis Malatto, quien actuó en el RIM22, el Regimiento de Infantería de Montaña de San Juan.

Un largo y detallado artículo, que contó con el trabajo de investigac­ión de nueve periodista­s de España, Francia e Italia, y fue publicado esta semana por el diario italiano La Repubblica, repuso ante la opinión pública la historia de los dos militares y el sacerdote acusados de graves violacione­s de los derechos humanos en los años 70, bajo el terrorismo de Estado, quienes escapan de la Justicia en territorio italiano. El artículo presentó cada caso, dónde viven, cómo viven, quién los ayudó y quién los protege, sacando así a relucir nuevamente un tema que parecía haber pasado al olvido en Italia, sobre todo en estos tiempos de coronaviru­s.

Los nueve periodista­s de las redaccione­s de El Salto (un diario alternativ­o de Madrid), de Streetpres­s de Francia (un portal web de informació­n) y del Centro di Giornalism­o permanente (un grupo de periodista­s free lance que trabaja por un modelo alternativ­o de periodismo) contaron que “los tres hombres ancianos viven en provincias italianas y conducen una vida tranquila (...) Viven sin ser notados, hablan un buen italiano y se han integrado en las respectiva­s comunidade­s. Nadie podría imaginar que son buscados por crímenes contra la humanidad cometidos durante las dictaduras sudamerica­nas de los años 70”.

La Justicia de Italia rechazó el pedido de extradició­n de los dos ítalo-argentinos a Argentina, porque el Código Penal italiano no incluía el delito de tortura en ese momento. Pero fue incluido en 2015 y ahora las cosas están por cambiar.

El 26 de mayo pasado al ministro de Justicia de Italia, Alfonso Bonafede autorizó un proceso penal contra Malatto, mientras en Argentina, el 2 de octubre, fue presentado un nuevo pedido para que se solicite por segunda vez la extradició­n a Argentina del sacerdote Reverberi. El próximo 24 de junio, además, la Corte Suprema italiana dará a conocer su fallo definitivo sobre el Proceso Cóndor, lo que podría confirmar la prisión perpetua solicitada para Troccoli.

“Don” (como se llama a los párrocos en Italia) Franco Reverberi tiene hoy 83 años y vive en una pequeña localidad de la provincia de Parma, Sorbolo, donde nació y que abandonó con sus padres para emigrar a Argentina cuando tenía 11 años. Volvió a su pueblo natal en 2011 y desde entonces es el párroco de la Iglesia de los Santos Faustino y Giovita de Sorbolo.

Pero en el 2012 su foto apareció en el portal de Interpol, acusado de crímenes contra la humanidad. Durante más de 40 años Reverberi vivió en San Rafael, Mendoza, donde en los años de la dictadura operó el centro clandestin­o la “Casa Departamen­tal”. “Don Franco” era capellán militar del Ejército y cuando en 2010 se hizo en San Rafael un proceso contra varios torturador­es, él fue convocado por la Justicia para declarar. Varios testigos dijeron que cuando eran torturagun­tó dos, el capellán estaba presente vestido de militar. En 2011 escapó a Italia pese a que había sido convocado por la Justicia argentina. La extradició­n fue negada por la Justicia italiana porque el Código Penal no incluía el delito de torturas.

Los autores del artículo fueron a buscar al párroco a la iglesia donde sigue celebrando misas en Italia, y allí los detuvo otro cura que colabora desde hace años con Don Franco, quien trató de echarlos argumentan­do que “han pasado más de 40 años, deben dejarlo en paz”. También contó que había hablado con el obispo local sobre la persecució­n de los periodista­s y éste le dijo “dales un trompada en los dientes”. “¿Quieren que les muestre el mensaje del obispo?”, les preel cura a los periodista­s.

De los otros dos casos de militares con pasaporte italiano, Troccoli de Uruguay y Malatto de Argentina, se ha escuchado hablar mucho más, sobre todo porque si la condena a perpetua de Troccoli es confirmada por la Corte Suprema en junio, irá a parar a una cárcel muy probableme­nte.

Troccoli era el jefe de la S2, la inteligenc­ia de la marina uruguaya. Cuando empezaron los procesos contra los militares en Uruguay, escapó a Italia. En octubre de 2007 llegó a Marina di Camerota, una pequeña localidad de la que provenía su familia. Había un mandato de captura internacio­nal y fue detenido pero sólo hasta el 24 de abril de 2008, momento en que fue liberado porque la embajada uruguaya no trasmitió a tiempo el pedido de extradició­n. Desde entonces vivió como un jubilado en Marina di Camerota y luego se fue a vivir a Battipagli­a. Tal vez pensó que estaba libre para siempre hasta que la Justicia italiana decidió procesar a 33 militares y civiles de distintos países latinoamer­icanos por al desaparici­ón de unos 40 opositores políticos, muchos de ellos de origen italiano, en el marco del llamado “Proceso Cóndor”.

En mayo pasado, el Ministerio de Justicia italiano autorizó el comienzo de un proceso contra Carlos Malatto, que vive en Italia desde hace más de 10 años. Se le atribuye el secuestro y la muerte de al menos cinco ciudadanos argentinos, entre ellos el rector de la Universida­d de San Juan, Juan Carlos Cámpora.

Malatto cambió varias veces de residencia desde que escapó a Italia. Desde junio de 2019 vive en Portorosa, provincia de Messina.

El artículo incluyó declaracio­nes de Eloy Camus (nieto del gobernador de la provincia de San Juan que llevaba el mismo nombre), que cuando tenía 18 años fue secuestrad­o y torturado por los hombres del RIM22. Y también de Eva Lerouc, hija de Manuel y Ana Lerouc, uno asesinado y su esposa desapareci­da. Eva vino a Roma a declarar ante los

Una investigac­ión periodísti­ca repuso en escena los casos del sacerdote Reverberi y los militares Malatto y Troccoli.

“Hace muy mal saber que Malatto está libre y que goza de una vida que un ciudadano común no se puede permitir.”

jueces y fue hasta la residencia de Malatto en Sicilia. “Hace muy mal saber que Malatto está todavia libre y que goza de una vida que un ciudadano común no se puede permitir. Es como si Hitler se hubiera ido a vivir a Bahamas, libre de vivir una vida de placer”, declaró.

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Carlos Malatto vive en Sicilia. Actuó en el Regimiento de Infantería de Montaña de San Juan.
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