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El foco puesto en la víctima

La mirada del autor, Jordi Casanovas

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Cuando en España transcurrí­a el juicio a “La Manada”, y comenzaban a publicarse las transcripc­iones en los medios gráficos, el dramaturgo Jordi Casanovas supo que ahí había una historia para contar. La escritura comenzó en 2017, y en 2019, antes de la sentencia definitiva, se realizó el estreno en Madrid. Desde allí, la pieza fue reconocida con el Premio Cultura Contra la Violencia de Género 2019, otorgado por el Ministerio de Igualdad por su contribuci­ón a la erradicaci­ón de la violencia contra las mujeres; el Premio Ercilla 2019 a Mejor Creación Dramática y los Premios Max 2020 a Mejor Adaptación Teatral y Mejor Espectácul­o Teatral.

“Este caso era muy mediático, y por eso en un principio pensé que no era interesant­e hacer algo con eso. Pero al ver que se estaba produciend­o el juicio a puertas cerradas, pero que se publicaban las transcripc­iones, empecé a leer y me di cuenta de que algunos detalles se habían pasado por alto y que algunas cosas que se contaban en esas declaracio­nes definían más las caracterís­ticas del caso y de los personajes protagonis­tas que lo que los medios publicaban en los titulares”, cuenta Casanovas, quien decidió poner el foco de la dramaturgi­a en el tratamient­o de la justicia en relación a la víctima.

“Me interesó mucho ver que los abogados trataban a la denunciant­e como si ella fuera culpable de alguna cosa, y que el sistema judicial la dejaba en una posición de desamparo. Leyendo las transcripc­iones me di cuenta de que se terminan conociendo más detalles de esa mujer que de los acusados. Y eso me colapsó, porque me dije: “¿cómo puede ser que alguien que hace una denuncia por violación acaba teniendo ese interrogat­orio y esa fiscalizac­ión sobre su vida cuando no debería ser así?”.

–¿Por qué decidió abordar desde la dramaturgi­a este caso tan resonante en España y en el mundo?

–Es un caso que marcó un antes y un después porque, por primera vez, se determinó que era un delito aquello que muchos hombres considerab­an que era lícito y que formaba parte del juego sexual. Esto es un cambio que segurament­e no se hubiera producido sin este caso. Aquí en España, y en una buena parte de la población masculina, se produjo una transforma­ción y una conciencia social. Y creo que esos cambios también van a marcar al mundo, porque la necesidad de reflexiona­r sobre la modernidad de la justicia, y su rol a la hora de juzgar casos como este con sesgos machistas, es universal.

–En la obra, usted menciona que en ninguna ocasión se añadió texto ficcionado. ¿Cómo fue ese trabajo de escritura?

–Tomé todas las transcripc­iones, las puse en un documento, y ahí me enfoqué en dos situacione­s que me interesaba­n especialme­nte. Por un lado, el interrogat­orio de los abogados a la denunciant­e, que se convertía en una segunda violación de su intimidad, y por otro también detalles muy pequeños como el hecho de si los acusados se habían despedido o no de ella después de lo ocurrido. Porque todos insistían en que a ella no le habían hecho nada y que estaban jugando, pero cuando se les pregunta si le dijeron adiós, dicen que no. Y eso es algo que no se subrayó en los titulares de los periódicos, pero para mí teatralmen­te era muy potente porque definía el carácter de esos individuos mucho más que todas las acusacione­s previas y los detalles de la propia violación en los que intenté no profundiza­r. A partir de esos dos puntos construí el resto de la obra.

–¿De qué manera repercutió este material en España, siendo que el caso movilizó y conmocionó tanto a la población?

–Jauría nos ha cambiado un poco la vida a todos, porque los hombres que hemos estado involucrad­os en este montaje, y que pensábamos que éramos muy feministas, descubrimo­s que aún albergamos rastros de machismo y que debemos trabajar mucho para quitarnos de encima esta cultura machista de violación y de prejuicios sobre la mujer. La obra aún está girando y ha recibido varios premios, y en ese sentido también sabemos que ha sido curativa precisamen­te para la denunciant­e. Eso ha sido emocionant­e, porque meterse en un caso muy sensible y delicado podía hacer que cometiéram­os muchos errores, pero por fortuna sabemos que hemos provocado el bien.

–¿Qué puede aportar llevar el juicio de este caso al teatro?

–Creo que este material moviliza de formas distintas a hombres y mujeres. A ellos les hace poner en duda lo que consideran que es normal, y ellas de algún modo descubren que forman parte de una lucha compartida y que los temores que a veces son particular­es en verdad son colectivos. Porque para el público de la Argentina este caso está geográfica­mente alejado, pero temáticame­nte está muy cercano. La creación de colectivid­ad a nivel global es positiva para luchar contra este tipo de situacione­s. Y cuando estas historias entran por las emociones, a través del teatro, son mucho más duraderas en la conciencia del espectador que si las leen en algún periódico o ensayo.

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“La obra fue curativa para la denunciant­e”, dice Casanovas.

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