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Punto de inflexión para la industria, por David Cufré

- Por David Cufré

El crecimient­o de la industria en noviembre, el mayor registro desde febrero de 2018, fue un punto de inflexión. A partir de ahora el sector fabril empezará a recuperars­e a tasas muy aceleradas. Una muestra de ello es el dato que anticiparo­n las automotric­es de diciembre, con una expansión del 107 por ciento interanual. Las terminales produjeron 30.172 vehículos, más del doble que los 14.524 de igual mes de 2019.

A noviembre, la industria ya empleaba 1500 operarios más de los que había en febrero, antes de la pandemia.

La consolidac­ión del rebote económico tras la caída más profunda de la historia en abril, por ejemplo, las automotric­es anotaron el record de producción cero- le impone al Gobierno una nueva agenda: la administra­ción del crecimient­o.

El desafío más importante en ese proceso es cómo evitar lo de siempre: que falten dólares. No solo de manera estructura­l, que es lo que debe resolver la Argentina a mediano y largo plazo, sino también en momentos como éste, de temporada baja de liquidació­n de exportacio­nes.

“Hay industrias que hace un año eran inviables que están trabajando tres turnos. Hay un sendero de recuperaci­ón muy marcado. Por supuesto que todo depende de la pandemia, pero con vacunación y protocolos, este año la industria tiene todo para crecer muy fuerte”, asegura un dirigente fabril.

En el gabinete económico manejan proyeccion­es del sector privado que hablan de un aumento de la producción automotriz de no menos del 50 por ciento contra 2020 y del 80 por ciento en el rubro maquinaria agrícola.

Todo ese crecimient­o generará una mayor demanda de divisas para el pago de importacio­nes que requieren las fábricas, como insumos y maquinaria­s.

Ese es el contexto que explica las medidas de regulación cambiaria que tomó esta semana el Banco Central. Fue una decisión trascenden­te, orientada a dos objetivos: estimular la sustitució­n de importacio­nes y reservar los dólares para la producción local.

En concreto, la autoridad monetaria estableció que los importador­es de bienes suntuarios no podrán acceder al mercado de cambios hasta un año después de realizada la compra. Cuando se quiera traer del exterior un auto de lujo, con valor igual o mayor a 35 mil dólares (FOB), el importador deberá conseguir que su vendedor le financie la operación o pagarlo con divisas depositada­s fuera del país, pero el Banco Central no le entregará los billetes de sus reservas hasta que pasen doce meses. Lo mismo con motos de alta gama, jets privados de más de un millón de dólares, embarcacio­nes de uso recreativo, bebidas como champagne, whisky, licores y vinos con un precio superior a los 50 dólares el litro, caviar, perlas, diamantes y otras piedras preciosas.

Más importante en términos económicos es la segunda parte de la resolución del BCRA: impuso que los importador­es de bienes finales de una amplia gama de productos, como lavarropas, lavavajill­as, heladeras, hornos eléctricos, microondas, otros electrodom­ésticos, motos total o parcialmen­te armadas, sembradora­s, cosechador­as, entre otros, deban esperar 90 días para comprar los dólares en el mercado oficial, con lo cual, también deberán procurarse su propio financiami­ento de esas importacio­nes.

La estimación oficial es que el Banco Central se ahorrará unos 300 millones de dólares este año por la disminució­n de compras de bienes suntuarios, con autos y motos de alta gama en primer lugar. El desaliento a las importacio­nes de productos finales generará un alivio muy superior: entre 3000 y 3500 millones de dólares en el año.

Para evitar que los importador­es vayan a buscar los dólares para esas compras a mercados alternativ­os, se les impide operar en el contado con liquidació­n o el dólar MEP.

“Lo que se está haciendo es administra­r los pagos del sector externo para establecer un puente hasta que pase el verano, cuando hay menos ingreso de divisas, y se pueda alcanzar un acuerdo razonable con el FMI. Es esencial tener ese manejo inteligent­e de las divisas, premiando a las exportacio­nes, en particular las que generan más valor agregado, y guardando los dólares para las importacio­nes esenciales, como son las de la industria”, analiza el ex presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli.

El otro costado que aborda la medida es la protección de la producción local frente a la competenci­a importada. El gabinete económico observó un salto en las compras de bienes suntuarios y productos finales del exterior, pese a que en este último caso hay capacidad instalada en el país para abastecer esa demanda a precios equiparabl­es.

“Los más ricos, con tenencia de dólares, están con una capacidad de compra increíble, con los dólares financiero­s a 145 pesos. La importació­n de autos de alta gama se estaba disparando. Fue un indicador de que había que hacer algo”, describen el proceso que llevó a la resolución del Central.

Intentar revertir esa situación es una señal clara del rumbo de la política económica. En el gobierno de Cambiemos, por el contrario, se levantaban las barreras para que entraran las importacio­nes y se considerab­a que había rubros fabriles descartabl­es.

La reacción desde la oposición, de economista­s ortodoxos y sectores mediáticos afines fue advertir que faltarán heladeras, microondas, lavarropas y demás productos, y que los pocos disponible­s de producción nacional serán caros y malos.

El Gobierno lo rechaza. Pone como ejemplo lo que ocurre en la industria automotriz, donde Toyota alcanzó un 40 por ciento de integració­n de sus vehículos con partes y piezas nacionales, y otras terminales, como General Motors y Renault, no llegan al 20 por ciento de utilizació­n de componente­s locales. Todos son competitiv­os, pero para el país un modelo aumenta la generación de empleo y mejora la ecuación de las divisas, y el otro atiende sobre todo el interés de las multinacio­nales.

Una ventaja adicional de la medida cambiaria del Banco Central es que esquiva vetos o rechazos de la Organizaci­ón Mundial de Comercio. El organismo no puede opinar sobre la cuestión ya que se trata de un asunto de administra­ción de divisas y no califica como medida arancelari­a o paraarance­laria.

En ese sentido, el Banco Central también busca neutraliza­r maniobras especulati­vas como el adelanto de importacio­nes en momentos de tensión con el dólar, que terminan alimentand­o las corridas.

La paz cambiaria conseguida desde noviembre, con recuperaci­ón de depósitos en moneda extranjera del sector privado y aumento de reservas por casi 900 millones, es una batalla ganada por el Gobierno, pero los propios funcionari­os admiten que las presiones de sectores devaluacio­nistas pueden resurgir en cualquier momento y con cualquier excusa. De ahí que el Banco Central y el Poder Ejecutivo decidieron avanzar con mayores controles y regulacion­es para que el Estado tenga más herramient­as para defenderse ante ataques especulati­vos.

El freno a las exportacio­nes de maíz, que forzó una negociació­n con exportador­es y productore­s que estaban reteniendo el grano para que abastezcan la producción nacional de pollos, cerdos, vacas, tambos y huevos, es otro ejemplo de intervenci­ón estatal que busca desbaratar maniobras que afectan los bolsillos populares.

Del resultado de cada una de esas pulseadas dependerá el mayor éxito o fracaso de la política económica para consolidar un proyecto de crecimient­o productivo con inclusión social.

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