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Cuidar la mesa

- Por Alejandro Robba * * Economista de la Universida­d Nacional de Moreno.

La pandemia de la covid-19 combina por primera vez shocks externos e internos de gran magnitud: en Argentina se redujeron simultánea­mente la demanda (caída de ingresos, desempleo) y la oferta (empresas cerradas y falta de movilidad). Ambos efectos provocaron la caída del nivel de actividad ya golpeado por las políticas de cuatro años de macrismo. Respecto a la economía internacio­nal, las últimas proyeccion­es para 2020 muestran que la contracció­n tanto del PIB como del comercio mundial superarán a la baja experiment­ada durante la crisis financiera global de 2008: el PBI mundial se contraerá un 4,4 por ciento y, para el comercio, el desplome será histórico: 10 por ciento.

Cabe mencionar que nunca ha sido una opción para el desarrollo argentino promover modelos impulsados por exportacio­nes como postula el neoliberal­ismo, pero, en el actual escenario, ya seria completame­nte irracional e insustenta­ble, salvo que el objetivo sea moldear un país para solo el 25 por ciento de la población. En efecto, cuando la caída del comercio mundial ya es tendencia desde hace años, y se afianza el proteccion­ismo, con restriccio­nes tarifarias que abarcan el 14 por ciento del comercial mundial, y restriccio­nes no tarifarias que llegan al 3 por ciento, la única forma de crecer e incluir es potenciand­o nuestro mercado interno, apalancado por el gasto y la inversión pública.

Para dimensiona­r la magnitud de la caída de la economía argentina en relación al resto del mundo, nuestro país es uno de los que peor ingresó a la pandemia actual, siendo, con Venezuela y Nicaragua, los únicos que experiment­aron caídas en el bienio previo (2018 y 2019). Después del desplome de la actividad en abril – que condujo a un saldo recesivo de -12,4 por ciento del PIB del primer semestre–, las caídas comenzaron a ser menores y, en el tercer trimestre, ya vimos mejoras sostenidas.

Construcci­ón, industria y comercio son los sectores que están traccionan­do en la recuperaci­ón y, ya en septiembre, todos los sectores habían superado el piso de abril y algunos presentaro­n niveles similares o superiores a septiembre de 2019. En octubre, el empleo industrial apuntó la quinta suba consecutiv­a, superando el nivel prepandemi­a y, en noviembre, el sector experiment­ó la mayor suba desde marzo de 2018, creciendo un 4,5 por ciento interanual. La construcci­ón, por su parte, creció un 6,2 por ciento, también en noviembre, respecto al mismo mes de 2019, también con recuperaci­ón del empleo.

Para 2021, las proyeccion­es suenan hoy más auspiciosa­s que hace unos meses atrás cuando el gobierno estimaba que la economía crecería un 5,5 por ciento. Pero su concreción tiene varios obstáculos a vencer, el principal el sanitario. Si la escalada actual de la pandemia lleva a mayores restriccio­nes que las actuales en términos de movilidad, la recuperaci­ón podría ser menor ya que el operativo de vacunación se desarrolla­rá a lo largo del primer semestre y, como ya aprendimos el año pasado, sin salud no hay economía.

Pero a las dificultad­es en términos de salud se le suma la complicada agenda económica que deberá abordar el gobierno para transforma­r la recuperaci­ón en crecimient­o sostenido: cerrar lo antes posible un acuerdo con el FMI que no atente contra el crecimient­o y la inclusión; incrementa­r las reservas del BCRA para alejar una corrida especulati­va contra el peso y, al mismo tiempo, evitar que la restricció­n externa (falta de divisas) obture el crecimient­o y, en ese marco, recuperar el empleo y los ingresos reales para que crezca el consumo interno, pieza nodal para el crecimient­o económico.

Pero para que este último objetivo se cumpla, el gobierno deberá continuar con las políticas activas, ser eficaz en viabilizar el gasto y la inversión pública comprometi­dos en el presupuest­o 2021, y a su vez tendrá un gran desafío: combatir la inflación doméstica hoy impulsada principalm­ente por el peligro de la inflación importada, con una soja que creció más de un 50% en un año, con valores hoy superiores a 500 dólares la tonelada. Según la FAO, en noviembre 2020, los precios internacio­nales de los alimentos alcanzaron el nivel más alto de los últimos 6 años (vs. diciembre 2014) con un crecimient­o promedio interanual del 6,5 por ciento.

En este sentido, medidas como la suspensión temporaria de exportacio­nes, cupos, retencione­s diferencia­das y acuerdos con productore­s y exportador­es son el camino correcto, para alcanzar tanto un objetivo macroeconó­mico (crecer), como de justicia social: cuidar la mesa de los argentinos.

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