Cuidar la mesa
La pandemia de la covid-19 combina por primera vez shocks externos e internos de gran magnitud: en Argentina se redujeron simultáneamente la demanda (caída de ingresos, desempleo) y la oferta (empresas cerradas y falta de movilidad). Ambos efectos provocaron la caída del nivel de actividad ya golpeado por las políticas de cuatro años de macrismo. Respecto a la economía internacional, las últimas proyecciones para 2020 muestran que la contracción tanto del PIB como del comercio mundial superarán a la baja experimentada durante la crisis financiera global de 2008: el PBI mundial se contraerá un 4,4 por ciento y, para el comercio, el desplome será histórico: 10 por ciento.
Cabe mencionar que nunca ha sido una opción para el desarrollo argentino promover modelos impulsados por exportaciones como postula el neoliberalismo, pero, en el actual escenario, ya seria completamente irracional e insustentable, salvo que el objetivo sea moldear un país para solo el 25 por ciento de la población. En efecto, cuando la caída del comercio mundial ya es tendencia desde hace años, y se afianza el proteccionismo, con restricciones tarifarias que abarcan el 14 por ciento del comercial mundial, y restricciones no tarifarias que llegan al 3 por ciento, la única forma de crecer e incluir es potenciando nuestro mercado interno, apalancado por el gasto y la inversión pública.
Para dimensionar la magnitud de la caída de la economía argentina en relación al resto del mundo, nuestro país es uno de los que peor ingresó a la pandemia actual, siendo, con Venezuela y Nicaragua, los únicos que experimentaron caídas en el bienio previo (2018 y 2019). Después del desplome de la actividad en abril – que condujo a un saldo recesivo de -12,4 por ciento del PIB del primer semestre–, las caídas comenzaron a ser menores y, en el tercer trimestre, ya vimos mejoras sostenidas.
Construcción, industria y comercio son los sectores que están traccionando en la recuperación y, ya en septiembre, todos los sectores habían superado el piso de abril y algunos presentaron niveles similares o superiores a septiembre de 2019. En octubre, el empleo industrial apuntó la quinta suba consecutiva, superando el nivel prepandemia y, en noviembre, el sector experimentó la mayor suba desde marzo de 2018, creciendo un 4,5 por ciento interanual. La construcción, por su parte, creció un 6,2 por ciento, también en noviembre, respecto al mismo mes de 2019, también con recuperación del empleo.
Para 2021, las proyecciones suenan hoy más auspiciosas que hace unos meses atrás cuando el gobierno estimaba que la economía crecería un 5,5 por ciento. Pero su concreción tiene varios obstáculos a vencer, el principal el sanitario. Si la escalada actual de la pandemia lleva a mayores restricciones que las actuales en términos de movilidad, la recuperación podría ser menor ya que el operativo de vacunación se desarrollará a lo largo del primer semestre y, como ya aprendimos el año pasado, sin salud no hay economía.
Pero a las dificultades en términos de salud se le suma la complicada agenda económica que deberá abordar el gobierno para transformar la recuperación en crecimiento sostenido: cerrar lo antes posible un acuerdo con el FMI que no atente contra el crecimiento y la inclusión; incrementar las reservas del BCRA para alejar una corrida especulativa contra el peso y, al mismo tiempo, evitar que la restricción externa (falta de divisas) obture el crecimiento y, en ese marco, recuperar el empleo y los ingresos reales para que crezca el consumo interno, pieza nodal para el crecimiento económico.
Pero para que este último objetivo se cumpla, el gobierno deberá continuar con las políticas activas, ser eficaz en viabilizar el gasto y la inversión pública comprometidos en el presupuesto 2021, y a su vez tendrá un gran desafío: combatir la inflación doméstica hoy impulsada principalmente por el peligro de la inflación importada, con una soja que creció más de un 50% en un año, con valores hoy superiores a 500 dólares la tonelada. Según la FAO, en noviembre 2020, los precios internacionales de los alimentos alcanzaron el nivel más alto de los últimos 6 años (vs. diciembre 2014) con un crecimiento promedio interanual del 6,5 por ciento.
En este sentido, medidas como la suspensión temporaria de exportaciones, cupos, retenciones diferenciadas y acuerdos con productores y exportadores son el camino correcto, para alcanzar tanto un objetivo macroeconómico (crecer), como de justicia social: cuidar la mesa de los argentinos.