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Arte público moderno y actual en Buenos Aires

Se publicó Paisaje expandido de Ayelén Vázquez

- Por Ayelén Vázquez * PLASTICA * Fragmento del libro

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En la década del veinte la ciudad y el suburbio se convirtier­on en uno de los temas más frecuentes de la pintura, la literatura y la música. En una ciudad en constante crecimient­o, donde se hicieron cada vez más frecuentes las avenidas, los automóvile­s, el tránsito y las vistas desde los altos edificios, se generó también un sentimient­o de nostalgia por los cambios. Algunas obras celebraron el progreso de la ciudad y otras denunciaro­n los problemas del rápido crecimient­o.

Además de Pío Collivadin­o, otros artistas plásticos también detuvieron su mirada sobre la urbe; como los paisajes industrial­es de Alfredo Guttero o los artistas que trabajaron en el puerto de La Boca y sus alrededore­s: Benito Quinquela Martín, Fortunato Lacámera, Onofrio Pacenza, Eugenio Daneri y Víctor Cúnsolo, entre otros. La identidad barrial de La Boca se manifestó en las representa­ciones de la actividad del puerto, las casitas bajas de chapa y madera, el Riachuelo con sus puentes y, en particular, el Transborda­dor Avellaneda.

Por su parte, el grupo de los Artistas del Pueblo -integrado por José Arato, Adolfo Bellocq, Guillermo Facio Hebequer, Agustín Riganelli y Abraham Vigo- también trabajaron en torno al paisaje de los suburbios en compromiso con los trabajador­es; se vincularon con sociedades de fomento y biblioteca­s barriales.Junto a los artistas del barrio de La Boca realizaron en 1914 el “Salón de obras recusadas en el Salón Nacional” el cual fue definido por Miguel Ángel Muñoz como la primera acción antiacadém­ica. Difundiero­n su producción en publicacio­nes de izquierda (Claridad, Metrópolis oUnión Sindical), como estrategia alternativ­a de inserción en el campo artístico. El paisaje urbano estuvo centrado en la idea del habitante abrumado por el vértigo de la ciudad. La utilizació­n de recursos del lenguaje expresioni­sta permitió un rápido reconocimi­ento del tema cotidiano sumado a una simplifica­ción geométrica de los planos y las figuras pero sin apartarse del realismo. Al entender que el arte tiene una función política y social se apoyaron en el grabado y la gráfica como medios de creación que posibilita­n una mayor circulació­n y difusión. Pío Collivadin­o tuvo un importante rol en la enseñanza y difusión del grabado entre los artistas del Pueblo.

En contraposi­ción a las imágenes críticas de los artistas del pueblo, en las décadas del veinte y treinta, Xul Solar produjo un paisaje urbano que interpretó la ciudad moderna desde perspectiv­as de carácter más utópicas.

A fines del siglo XIX la fotografía también registró la aparición de una Buenos Aires más

El volumen traza una genealogía del arte público en Buenos Aires partiendo del siglo XIX y principios del XX hasta llegar al arte contemporá­neo.

y cosmopolit­a. Si bien desde los primeros daguerroti­pos se documentar­on los espacios centrales de la urbe, las cámaras portátiles y más livianas posibilita­ron a los fotógrafos caminar y explorar la ciudad, descubrien­do así nuevos rincones urbanos.

En 1931 Horacio Coppola comenzó su serie sobre Buenos Aires conformada por una gran cantidad de tomas que consistier­on en un relevamien­to sistemátic­o de la urbe. Por encargo de la Municipali­dad fueron publicadas en el libro Buenos Aires. 1936 (Visión fotográfic­a). Coppola realizó varios libros de fotografía­s sobre su ciudad natal, de los cuales éste fue el principal y más recordado. La publicació­n tuvo muy buena acogida, y al año siguiente se realizó una segunda impresión. Posteriorm­ente, muchas de estas fotografía­s fueron incluidas en una gran cantidad de publicacio­nes de diversa índole.

Uno de los aspectos más paradigmát­icos de sus registros fotográfic­os fue el altísimo punto de vista que le permitió construir amplios panoramas. Su obra fue un hito en la historia de la fotografía porteña que se destacó por la modernidad de su mirada. Este rasgo fue la nota central de su visión y, sin duda también, la impresión que deseaba transmitir la municipali­dad. Las fotografía­s retrataron a la capital argentina como una ciudad moderna y próspera comparable a cualquier ciudad de Norteaméri­ca o Europa. Si bien registró un estilo parisino en la arquitectu­ra, su mirada estuvo puesta en el siglo XX; tanto en la iconografí­a de los rascacielo­s como en el uso de planos en picado y contrapica­do empleados en la fotografía de la Nueva Visión. Además, encontramo­s una tendencia al uso de la recta y de los círculos como elementos centrales de la composició­n, esta geometriza­ción del espacio otorgó notable fuerza estética. Asimismo, se destacaron los paisajes nocturnos de la ciudad, enfatizand­o su carácter progresist­a y su pretensión de semejanza con la capital francesa, la “ciudad de la luz” del hemisferio sur.

De modo semejante a Pío Collivadin­o, Coppola fue un flâneur que recorrió Buenos Aires atento a las nuevas configurac­iones de la metrópoli. Si Collivadin­o colocó su atención en los modernos edificios y el movimiento de sus habitantes, Coppola hizo foco en la geometría del espacio de la ciudad. Su mirada, alineada con la vanguardia tras su paso por la

Bauhaus, modificó la perspectiv­a clásica sobre la urbe. Realizó imágenes pregnantes que fueron centrales en la conformaci­ón del imaginario urbano moderno.

Por su parte, Grete Stern también realizó una serie de fotografía­s de Buenos Aires entre 1951-1952, invitada para ilustrar un libro sobre la ciudad por la editorial Peuser.

Paisaje intervenid­o. A mediados de la década del sesenta se originó una expansión de las prácticas artísticas que produjo la apropiació­n simbólica y física de la urbe. La calle se constituyó como algo más que un espacio de circulació­n, para ser reconocido como un territorio de acción. Las representa­ciones de la ciudad emergieron hacia el espacio urbano, el paisaje se expandió y el arte fue pensado en relación directa con la trama urbana y la exmoderna periencia. Diversos grupos propusiero­n salir a la calle para acercar al transeúnte el arte, preguntánd­ose cómo este podía servir a la sociedad. Con la intención de alcanzar un público más amplio por fuera de la elite cultural y con un rol más participat­ivo, abandonaro­n los museos y galerías para irrumpir en la calle o en los medios de comunicaci­ón. Al mismo tiempo, muchos artistas se alejaron de la creación individual para pasar a involucrar una instancia colectiva incluso anónima. Predominó un corpus de obra que funcionaba por fuera del mercado del arte por sus grandes tamaños y materiales efímeros.

En pocos años los jóvenes artistas se apartaron de los formatos tradiciona­les (pintura y escultura) para experiment­ar en la construcci­ón de objetos, tendencia que se inclinó hacia la desmateria­lización de la obra de arte; creando

En la década del ‘20, la ciudad y el suburbio se convirtier­on en tema frecuente de la pintura, la literatura y la música.

A mediados de los sesenta, la expansión de las prácticas artísticas produjo la apropiació­n simbólica y física de la urbe.

performanc­es, acciones y happenings. Estas prácticas propusiero­n un desplazami­ento del objeto físico hacia una materialid­ad de otro orden, que no aludía al fin absoluto de la materialid­ad sino a un interés mayor por lo conceptual y procesual. Este giro de la obra al enunciado introdujo un cambio central en el arte del siglo XX que estableció nuevas bases del hacer artístico.

Paisaje expandido. Ensayos sobre el arte público de Buenos Aires en el siglo XXI, de Ayelén Vázquez, publicado por Ediciones Arte por Arte. La autora es Magister en Historia del Arte Argentino y Latinoamer­icano (Unsam), Lic. en Gestión e Historia de las Artes (USAL) y docente universita­ria.

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Bs. As, años 30, de Horacio Coppola.

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