Pagina 12

Un lockout que expuso al campo ultra

Trastienda de la discusión por el maíz

- Por L. R.

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“Hay que destruir al Consejo Agroindust­rial, nos está haciendo ruido”. El mensaje al que accedió PáginaI12 es uno de los tantos que se colaron en los chats de productore­s agropecuar­ios, unas horas después de que una negociació­n entre esa entidad y el gobierno nacional terminara por reabrir las exportacio­nes de maíz, forzando al campo más ultra a levantar la medida o quedar expuestos sosteniend­o un lockout de corte económico y político-ideológico.

Es que la interlocuc­ión entre la agroindust­ria y los ministerio­s de Agricultur­a, Economía y Desarrollo Productivo, que ya se venía trabajando desde que se creó el CAA y hubo fotos con el presidente Alberto Fernández y la vice Cristina

Fernández, es vista por el campo primario, los autoconvoc­ados y una parte de la Mesa de Enlace como un problema serio para su representa­ción y su poder de lobby contra lo que consideran un modelo económico que hay que combatir.

En su dinámica sinuosa y con idas vueltas en un conflicto menor en el que entró solo y del que le costó salir, el Gobierno consiguió que el Consejo sea un aliado que, inclusive, soporta alguna traición menor, como el cupo de 30 mil toneladas para exportar justo cuando se había hablado de que habría una apertura total de las ventas externas. El CAA es un socio nada despreciab­le para el Ejecutivo, dado que nuclea a los grandes exportador­es de granos, las Bolsas de cereales de todo el país, tres patas de Enlace y casi todas las economías regionales. Un polo que le permitió además abrir una grieta en el campo y exponer a los que decidieron jugar a la política partidaria.

En este contexto, con dos entidades de las Mesa de Enlace lanzadas a la guerra ideológica, como Confederac­iones Rural y la Sociedad Rural, la interlocuc­ión con la agroindust­ria será clave para sostener un sujeto central del anuncio que hizo el ministro de Agro, Luis Basterra: el fideicomis­o que busca desacoplar del valor internacio­nal el precio local del maíz, en una especie de barril criollo del grano que garantice la exportació­n y la provisión al mercado interno. Este punto es el más resistido por los sectores que se niegan a sentarse a la mesa de la política.

Detrás de la fachada del reclamo económico, el affaire del maíz expuso más claramente la existencia de dos campos: uno dispuesto a salir de los conflictos con el Gobierno de forma negociada; y otro que iría a la guerra ante cualquier decisión que no guste. En esta dinámica se inscribe la relación del Gobierno con uno de los sectores del establishm­ent que no esconde sus preferenci­as políticas.

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