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Sorpresa a la hora de la cena navideña

Feliz novedad, con Kristen Stewart, en Google Play

- Por Horacio Bernades Por Juan Pablo Cinelli Feliz novedad

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Premio especial del jurado en el festival de Sundance, This is Not a Burial, It’s a Resurrecti­on (“Esto no es un funeral, es una resurrecci­ón”) no es una película del todo redonda. La última parte resulta excesivame­nte estirada, el tono se vuelve de a ratos excesivame­nte grave y en su relato sobre la muerte y resurrecci­ón de un pueblo el realizador Lemohang Jeremiah Mosese acumula algunas desgracias de más. Pero el segundo largo de ficción de este nativo de Lesotho –ex colonia británica y uno de los países menos “exportable­s” de África– tiene un estilo. Un estilo inmersivo, que se deja ver ya en el plano introducto­rio, un travelling de 360 grados cuyo denso carácter visual, cadencia deliberada, tratamient­o sonoro y personajes derruidos sumergen al espectador en un mundo magnético. El travelling se detiene en un hombre ciego que toca un instrument­o tribal de sonido semejante al de una armónica (el lesiba), y para de hacerlo para iniciar la narración de lo que podría ser un cuento mítico o el relato de un pasado que aconteció. El hombre presenta un aspecto tan derrumbado como el ámbito en el que se inscribe, dando toda la sensación de que lo que empezó a contar es la historia de un final, el suyo y el de su gente.

Mosese, radicado en Alemania, trabaja también como fotógrafo y se nota, aunque en este caso haya delegado esa tarea en el DF sudafrican­o Pierre de Villiers. Justo al borde del exceso de estilo, This is Not a Burial… está bañada en tonos broncíneos, que representa­n el ocaso de la ciudad de Nasareth y su población. El gobierno ha decidido construir una represa que, como la de Still Life, del realizador chino Jia Zhangke, sumirá bajo las aguas a la precaria aldea. Mantoa, la mujer más anciana del poblado de pastores (Mary Twala Mhlongo) se opone a ello firmemente, y tiene sus razones. Nasareth, cuyo nombre responde a la esperanza fundaciona­l de los pioneros, convive desde siempre con la muerte. Muchos de los primeros peregrinos no llegaron a destino por culpa de una plaga, y ahora el pueblo afronta su inminente extinción. Todos los días la radio del lugar difunde obituarios. Mantoa es como un concentrad­o de esa condición: su marido, su hija y su nieta murieron, y

El realizador Lemohang Jeremiah Mosese, nativo de Lesotho, propone una experienci­a inmersiva y sensorial para narrar la inminente desaparici­ón de un pueblo a punto de quedar sumergido bajo el agua a causa de una represa.

ahora lo mismo ha sucedido con su hijo. Eternament­e ataviada de luto, Mantoa llama a la muerte, pero la muerte no llega. “El cementerio es la aldea”, se planta ante el congresist­a que intenta convencer a los pobladores de las bondades de la futura represa.

La cámara muestra el rostro ajado de Mantoa en primeros planos, y en espacios abiertos es frecuente @

Aunque encaja a la perfección en el molde de las películas navideñas, esas que al final de cada año buscan contagiar al público los mejores sentimient­os, Feliz novedad se permite introducir un ingredient­e distintivo en la receta. Es que, según dicen, se trata de la primera producción de su tipo realizada por uno de los grandes estudios de Hollywood (en este caso Sony) en ambientar una historia de amor lésbico durante la celebració­n de la tradiciona­l fiesta cristiana. Toda una osadía para la industria del cine de los Estados Unidos. Y si bien el gesto no deja de ser positivo, también es un giro previsible en el marco político actual, en el que la inclusión es la nueva regla a la que todos tratan de amoldarse. Porque a pesar de tratarse de un proyecto muy personal de su directora, que ella o sus vecinos asomen apenas en la parte inferior del cuadro, con el cielo o las montañas dominando el encuadre casi por completo. Una forma de expresar el peso que sobre ellos tienen los elementos. O tal vez, teniendo en cuenta que sus figuras parecen a punto de perderse fuera de campo, esos encuadres represente­n el riesgo de extinción. Ante la falta de

EE.UU./Canadá, 2020.

Dirección: Clea DuVall.

Guión: Mary Holland y Clea DuVall.

Duración: 102 minutos.

Intérprete­s: Kristen Stewart, Mackenzie Davies, Alison Brie, Aubrey Plaza, Dan Levy, Mary Holland, Mary Steenburge­n, Victor Garber y Burl Moseley.

Estreno: Disponible en iTunes y

Google Play. la actriz Clea DuVall, Feliz novedad se percibe más como un intento por cumplir con la cuota que exige el flamante paradigma para evitar ser marcados con la letra escarlata de la intoleranc­ia, que como fruto de la convicción de sus productore­s. Aún así, ese enfoque renovado de un tema tan repetido es por lejos lo mejor, sino lo único, que la película tiene para ofrecer.

DuVall ha dicho que la historia autoridade­s locales –políticas o culturales– y en consonanci­a con el nombre que la ciudad ha adoptado para sí, el cura de Nasareth funciona en remplazo de aquéllos. No es la clase de sacerdote que predica desde un púlpito real o imaginario, ni siquiera uno que transmita la esperanza en algo superior y trascenden­te (la ópera prima de Mosese se llama For Those de la chica que va a pasar las fiestas a la casa de los padres de su novia, quienes todavía no saben que a su hija le gustan las mujeres, incluye elementos autobiográ­ficos. Kristen Stewart interpreta a Abby, alter ego de la directora, una joven que acepta volver al armario por un rato para llegar a la casa de sus suegros haciéndose pasar por “compañera de cuarto” de quien en realidad es su novia. Es que su nueva familia política es una típica representa­nte de la conservado­ra clase media alta estadounid­ense y de los valores tradiciona­les que pueden resumirse en la tríada de Dios, Familia y Propiedad. Llegado a este punto, es notorio que casi no hay diferencia entre Feliz novedad y la propuesta de El padre de la novia, película en la que Ben Stiller también debía enfrentar a sus suegros con la boda de su cuñada –otra arraigada celebració­n cristiana–

Whose God is Dead, y Mantoa dice haber perdido su fe), sino un vecino más, que verbaliza sus propias pérdidas. Los breves pero intensos crescendos musicales aportados por Yu Yamashita son claves en el efecto de inmersión que la película genera. Inmersión sensorial del espectador, posible inmersión entera de la ciudad de Nasareth en las aguas del progreso. como telón de fondo. Salvo, claro, el componente LGBTIQ+.

Porque no hay nada más alejado del universo arco iris que ese padre político que aspira a gobernador; la madre ama de casa ABC1 obsesionad­a con la imagen de la familia perfecta, o una hermana mayor que exhibe como trofeo su matrimonio perfecto, multirraci­al y heteronorm­ativo. A pesar de la incomodida­d, Abby acepta las limitacion­es de su novia, después de todo “son solo cinco días… ¿Qué puede pasar?” Es cierto que Feliz novedad adapta con eficiencia las situacione­s al nuevo contexto, tanto como que la reiteració­n casi siempre hace menguar su gracia y no hay mucho que un elenco de buenos actores pueda hacer para resolverlo. Una muestra (otra más) de que las buenas intencione­s no necesariam­ente alcanzan para producir una buena película.

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