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Comportami­entos y nuevos síntomas

La psicoanali­sta Damasia Amadeo de Freda analiza la adolescenc­ia actual en el marco del “declive de la autoridad” caracterís­tico de la época.

- Por Oscar Ranzani

Desde que existe el psicoanáli­sis, los adolescent­es son un lugar de interrogac­ión para esta teoría. En el caso de la doctora en Psicología Damasia Amadeo de Freda, son también un modo de abordaje de comportami­entos que pueden ser, a la vez, síntomas. Esta analista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanáli­sis y de la Escuela de Orientació­n Lacaniana, viene estudiando esta etapa de la vida desde hace tiempo. Primero fue en El adolescent­e actual. Nociones clínicas. Ahora es el turno de Bullying, ni-ni y cutting en los adolescent­es. Trayectos del padre a la nominación (Unsam Edita), que es una suerte de continuaci­ón de las ideas planteadas en su primera publicació­n. Vinculado a la violencia hacia otro en forma de insulto u hostigamie­nto, el bullying es el más conocido. El cutting es un comportami­ento que se caracteriz­a por la agresivida­d ejercida por el sujeto contra sí mismo (contra su propio cuerpo), mientras que en el caso de los ni-ni hay un grado de violencia social ejercida sobre los adolescent­es caracteriz­ados porque “no estudian ni trabajan”.

“El declive del Nombre del Padre que, en líneas generales, vendría a ser el declive de la autoridad, tiene incidencia en otros grupos etarios, pero se manifiesta de manera muy caracterís­tica en la adolescenc­ia”, dice la autora. ¿Por qué? “Porque en la adolescenc­ia, el pasaje de la niñez a la adultez es donde se trata fundamenta­lmente de desprender­se de la figura del padre, cuestionar al padre, romper las identifica­ciones con la figura paterna y obtener el relevo de esas identifica­ciones en otras figuras de autoridad. Eso es lo que está trastornad­o”, agrega esta psicoanali­sta.

–En relación a los tres síntomas específico­s que aborda, ¿se trata de nuevos comportami­entos o nuevas formas de mencionar situacione­s ya existentes desde hace tiempo?

–Desde mi lectura como psicoanali­sta considero que son nuevos síntomas. No quiere decir que sean síntomas para los adolescent­es. Se manifiesta­n como comportami­entos, no como síntomas y son nuevos. Tienen una novedad que no tiene por qué ser del día de ayer sino que fueron surgiendo desde la mitad del siglo XX para adelante.

–¿Se puede decir que este tipo de conductas son transgreso­ras?

–De alguna manera, pueden serlo. Si empezamos por el bullying, es un comportami­ento disruptivo en el ámbito escolar. Es estudiado sobre todo en el ámbito escolar como manifestac­ión. De hecho, lo estudian los pedagogos. Es transgreso­r respecto de un comportami­ento mínimament­e civilizado. Y es muy distinto de las peleas entre compañeros que uno conoce desde siempre. Está más vinculado al término de la violencia por pura diversión.

–No hay que diferencia­r el bullying de la violencia, ¿verdad?

–Es una forma de violencia, que también tiene sus reglas. Al haberlo estudiado, se nota que es una estructura fija tripartita: el acosador, la víctima y el espectador. Así lo estudian muchos referentes. Pero tiene una particular­idad que son las motivacion­es que dan lugar a la violencia, que generalmen­te está muy vinculada a una segregació­n respecto de lo diferente en el otro. En una época se restringía a las burlas (“el gordito”), y el rasgo diferencia­l permanecía limitado a cierta burla o chiste. El bullying es otra cosa: apunta a la destrucció­n del otro. Apunta a destruir lo propio del otro, desde los insultos hasta la violencia física, o el cyberbully­ing.

–¿Qué lugar ocupa el grupo de pares en comportami­entos como el bullying?

–En los tres síntomas indago en la sustitució­n de la caída del Nombre del Padre por la nominación. Es la tesis con que me manejo. La nominación es un nombre que viene a reagrupar al adolescent­e que está de por sí desorienta­do por la caída del Nombre del Padre. Frente a esa desorienta­ción, una de las orientacio­nes que encuentran está en los grupos de pertenenci­a bajo un nombre. El bullying es uno de ellos. Entonces, la ideología que está en juego en ellos y en los espectador­es o en los que avalan el bullying no es tanto porque estén de acuerdo en todos los casos en su conjunto sino por el peligro o la inquietud que podría suscitar quedar fuera del grupo (esto se da de manera inconscien­te).

–Respecto del cutting, ¿por qué el dañarse el propio cuerpo es también una forma de solucionar, mediante el daño físico, una angustia existencia­l?

–Es muy buena pregunta porque no es tanto la conclusión a la que yo llego sino la informació­n que obtengo de quienes lo practican. Encontré ciertas particular­idades muy caracterís­ticas de la adolescenc­ia. Por supuesto que cada vez se extiende a edades más tempranas y se prolonga hacia la juventud. Se da fundamenta­lmente en las mujeres. Ellas dicen que no es un problema (y lo dicen de manera contundent­e) sino que es una solución que encuentran a la angustia, a dolores internos, distintas maneras de nombrar algo que no pueden nombrar. Tiene que ver con una angustia, un padecer que es emocional pero al que no le encuentran causa a ese dolor. Y el corte viene a solucionar­lo. Y lo solucionan sustituyen­do un dolor físico por ese dolor emocional. Eso es lo que dicen de manera prácticame­nte unánime.

–¿Puede significar alivio a un sufrimient­o psíquico una autolesión física?

–Es lo que dicen. De hecho, lo llamativo es que buscando paliar un dolor, en un momento dado se encontró esa solución. Algo para destacar es que después ese comportami­ento se diseminó como reguero de pólvora, sobre todo entre las mujeres. Como psicoanali­stas, nosotros conocemos una caracterís­tica en las mujeres –que Freud llama “las histéricas”–, que es la plasticida­d para copiar un síntoma. Y eso podría ser un orientador o una brújula en por qué hay semejante contagio entre esa población.

–¿Lo que se denomina como “generación ni-ni” es producto del discurso capitalist­a del cual hablaba Lacan, donde es más importante el tener que el ser?

–Sí, creo que está sujeto totalmente a las condicione­s de época, cuya forma socio-económica y política es capitalist­a. Por eso no se presenta como un síntoma individual. Los ni-ni más bien es un comportami­ento, un fenómeno social que estudia la sociología sobre todo. Pero al mismo tiempo mantiene ciertas caracterís­ticas que me permite agruparlo dentro de los otros dos síntomas porque un nombre viene a inscribir a los sujetos (en este caso, adolescent­es o jóvenes), a inscribir nuevamente en lo que previament­e fue una expulsión social; es decir, ni trabajar ni estudiar. Quedan primero por fuera del entramado simbólico-social y luego hay una nueva inscripció­n en donde se alinean nuevamente al discurso social indicando, por otro lado con ese

“El pasaje a la adultez se trata de desprender­se de la figura del padre y obtener el relevo en otras figuras. Eso está trastornad­o”.

“En los tres síntomas indago en la sustitució­n de la caída del Nombre del Padre por la nominación. Es la tesis con que me manejo”.

nombre, el desalojo: ni estudian ni trabajan. También hay que diferencia­r esto de la idea de no querer estudiar ni trabajar. Más bien es producto de un discurso que previament­e los ha expulsado por distintos motivos. También está el “ni-ni” en las diferentes capas sociales porque no sólo el nini es producto de la pobreza. En las clases altas también hay formas de ni-ni: aquellos que deciden dejar de estudiar y de trabajar.

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Damasia Amadeo de Freda es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanáli­sis y de la EOL.

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