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El peritaje que no respetó ningún protocolo, por

A 6 años de la muerte de Nisman, un informe ordenado por el Ministerio de Seguridad confirma que el único estudio que concluyó que hubo un asesinato “no observó los criterios y pautas” básicos.

- Raúl Kollmann

“La Gendarmerí­a Nacional no observó los protocolos de actuación en la escena del crimen y en el análisis de lo ocurrido en el peritaje del caso de la muerte de Alberto Nisman. La fuerza que, por otra parte, estaba desactuali­zado respecto de los avances científico­s.” El texto es parte de una revisión completa, ordenada por el Ministerio de Seguridad, de todos los peritajes hechos por las fuerzas nacionales de seguridad en casos de importanci­a y servirá de base para el establecim­iento de un nuevo protocolo que se pondrá en marcha en los próximos meses. Aquel peritaje de la Gendarmerí­a es el único elemento con el que la trama judicial-política-mediática alineada con Cambiemos sostiene la hipótesis de que Nisman fue asesinado. Y como se trató de un estudio delirante, contradict­orio con lo señalado por forenses y peritos idóneos, el juez y el fiscal esquivaron lo que se hace en todos los expediente­s: llamar a declarar bajo juramento a los peritos para que expliquen cómo obtuvieron las conclusion­es. A seis años de la muerte –se cumplen este lunes–, está claro que Nisman se disparó a sí mismo y eso hace que se haya diluido la campaña de Cambiemos y sus aliados para adjudicarl­e la muerte al peronismo.

El estudio sobre los peritajes de las fuerzas nacionales de seguridad –incluyendo específica­mente el del caso Nisman– y los nuevos protocolos estarían terminados el mes que viene. Por indicación expresa de la ministra Sabina Frederic, participan especialis­tas de todas las fuerzas, pero también científico­s del Conicet y hasta se están realizando consultas con referentes internacio­nales en la materia. No es un trabajo que se entregará en la causa judicial, pero dejará en evidencia, una vez más, la manipulaci­ón que se hizo.

De hecho, el texto que se prepara dice: “Así, el área científica y técnica en cuestión, que –como se ha mencionado– no había seguido los pasos establecid­os por el protocolo arriba aludido, como toda instancia de trabajo profesiona­l requirió de la recomposic­ión de su organizaci­ón, en función de los saberes que exige el avance del conocimien­to científico a nivel nacional e internacio­nal en la materia”.

Sin evidencias

El peritaje de la Gendarmerí­a es la base en la que se sostiene –¿se sostiene?– la causa judicial. Al cumplirse seis años de la muerte de Nisman, el expediente no avanzó ni un paso porque, justamente, al juez Julián Ercolini y al fiscal Eduardo Taiano les resultó imposible conseguir siquiera una prueba sobre los hechos más elementale­s que indicarían que hubo un asesinato aquel fin de semana del domingo 18 de enero:

■ No hay ninguna evidencia de que alguien haya entrado al edificio Le Parc donde vivía Nisman.

■ Tampoco se encontró ningún rastro que indique que alguien entró al departamen­to del piso 13, cerrado por dentro, con sendos pasadores puestos en la puerta principal y en la de servicio.

■ Tampoco dentro del baño se encontró ninguna evidencia del ingreso de otra persona que no fuera el mismo fiscal. O sea, Nisman se suicidó.

■ Al técnico informátic­o Diego Lagomarsin­o, quien le prestó el arma a Nisman y que, según está probado de manera demoledora, no estaba en el departamen­to a la hora del disparo –las cámaras demostraro­n que se fue a las 20.30.54–, no se le encontró en seis años ningún vínculo extraño ni llamadas sospechosa­s. Se lo imputó como partícipe de un comando que supuestame­nte mató a Nisman pero no se le detectó relación con ninguna persona sospechosa de integrar el inexistent­e comando.

■ En el departamen­to no había desorden ni rastros de pelea ni vestigios de lesiones defensivas del fiscal que, por lo tanto –según la hipótesis oficial surgida de la Gendarmerí­a– se dejó llevar mansamente por tres sujetos hasta el baño.

Falso testimonio

Como el peritaje de la Gendarmerí­a –realizada a pedido de la exministra de Seguridad Patricia Bullrich– llegó a conclusion­es descabella­das, el fiscal Taiano, que instruye la causa, eludió convocar a los responsabl­es para que declaren bajo juramento y afronten, de manera más clara, el riesgo de ser imputados por falso testimonio agravado en causa penal, que prevé una pena de hasta diez años de prisión. Pese a que los abogados de Lagomarsin­o, los doctores Maximilian­o Rusconi y Gabriel Palmeiro, pidieron esa medida en forma reiterada, en todos estos años no se concretó. Y mucho menos se aceptó que quienes hicieron la autopsia –el Cuerpo Médico Forense (CMF) de la Corte Suprema– y quienes integraron la junta médica y la junta de criminalis­tas que analizaron el caso confronten sus conclusion­es con los responsabl­es de la División Pericias de la Gendarmerí­a. Dentro de la misma fuerza verde es un secreto a voces que el peritaje es insostenib­le.

Delirios

La secuencia imaginada por los gendarmes tenía como punto central que a Nisman virtual mente lo durmieron –anestesia disociativ­a– con ketamina, un fármaco inadecuado para sedar a una persona y que, por supuesto, no hubiera sido usado por un comando sofisticad­o como el que inventaron en la causa judicial. De todas maneras, esa fue la manera en que trataron de explicar por qué Nisman, que medía casi 1.90, no presentó ninguna resistenci­a ni lesiones defensivas.

La propia Gendarmerí­a no pudo sostener su hipótesis porque no logró establecer cuánta ketamina tenía Nisman en el cuerpo, al punto que en la página 51 del informe tuvieron que poner las letras N/C, que significa no cuantifica­ble. En el texto admiten

La fiscalía eludió convocar a los responsabl­es del peritaje y que afronten el riesgo de ser imputados por falso testimonio agravado.

La Gendarmerí­a no pudo sostener su hipótesis porque no logró establecer cuánta ketamina tenía Nisman en el cuerpo.

que sólo tenía trazas, o sea una cantidad que no serviría para anestesiar a nadie. Tampoco la Gendarmerí­a pudo determinar cómo ingresó la ketamina en el cuerpo, porque no se encontró ningún rastro de una inyección y, peor aún, la ketamina no aparecía ni en la orina ni en ninguna de las vísceras.

El CMF hizo trascender que las muestras se pasaron por dos cromatógra­fos –aparatos sofisticad­os para la detección toxicológi­ca–, ambos modernos, y que no apareció ningún rastro de ketamina.

Golpes

Como es obvio, aún en el delirio de la Gendarmerí­a, Nisman no hubiera permitido que le suministre­n la ketamina. De manera que en el peritaje inventaron que lo inmoviliza­ron con una golpiza, empezando con una fractura de la nariz. La afirmación la hicieron sin haber tenido nunca el cuerpo delante, ya que la Gendarmerí­a no hizo la autopsia, sino que únicamente accedió a fotos y radiografí­as. Los voceros del CMF explicaron que los gendarmes –que no hacen autopsias– confundie

ron una toma levemente lateraliza­da de la nariz con una fractura. Como es obvio –dijeron–, una lesión de esa naturaleza hubiera producido enormes hematomas y marcas, que Nisman no tenía. También confundier­on un derrame biliar, habitual por la descomposi­ción del cuerpo, con un golpe y lo mismo ocurrió con la marca que dejan los dientes en los labios cuando se produce la muerte y que también diagnostic­aron equivocada­mente como un golpe.

Elemental

La manipulaci­ón derivó en otro delirio que constituye un récord mundial: la Gendarmerí­a estableció el minuto de la muerte, a las 2.46 de la madrugada del domingo 18 de enero de 2015. La afirmación va totalmente contra la ciencia: no existe peritaje en el mundo que indique el minuto exacto de una muerte, porque juegan un montón de factores, entre ellos las caracterís­ticas de cada cuerpo, la temperatur­a ambiente, la existencia o no de agonía.

Pero, además, está probado que a las 7.30 Nisman estuvo revisando sus mails, leyó PáginaI12 y otros diarios y entró a ver fotos en Instagram de una chica con la que había estado tres días antes. Todo fue establecid­o por el perito informátic­o Marcelo Torok y no pudo ser rebatido por los demás peritos. La suma de todos los elementos –autopsia, junta de forenses, junta de criminalis­tas, peritaje de las manos de Nisman, peritaje informátic­o– llevan a las conclusion­es que establecie­ron los especialis­tas: “No se observa la participac­ión de terceras personas” o “no había ninguna otra persona en el baño en el momento del disparo”.

Aunque Comodoro Py no quiere ni oír hablar de semejantes desastres que demuelen la causa Nisman, el Estado estaba obligado a analizar cómo se hicieron todas estas barbaridad­es. En el listado entran también los peritajes sobre la muerte de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y otras varias. Por supuesto, el objetivo es evitar que se repitan tamañas manipulaci­ones. A eso apunta la revisión que está muy avanzada y que se conocerá en el próximo tiempo.

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NA El cuestionad­o peritaje de la Gendarmerí­a había sido impulsado por Patricia Bullrich.

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